El aleteo de la mariposa

Hay personas que pasan por la vida sin hacer nada importante. De hecho, así sucede con la mayoría de la gente.

Otros, sobresalen por encima de la mediocridad, convirtiéndose en genios, héroes…o monstruos. Son los menos, la excepción en un mundo uniforme.

Pero…hay casos especiales, gente corriente que una vez en la vida participa, aunque sea de forma colateral, casi clandestina, en el gran juego…incluso sin darse cuenta de ello.

Juan Rojo entra dentro de este último grupo. Poco se puede decir de el, salvo que hay poco que contar. Sin duda vivió instantes intensos, pero para la historia, ninguno de ellos tuvo importancia alguna (no, ni ese presunto “polvo del siglo” que había echado con aquella guiri en Torremolinos y del que tanto se vanagloriaba con asiduidad quedara en los anales de la eternidad).

Y sin embargo…aquella cálida mañana de Junio del 2010, tan aparentemente anodina, Juan participó como actor de un drama que si se plasmó en la historia. Para su desgracia, o tal vez, por suerte, jamás lo supo.

En realidad su intervención fue como la de esa mariposa africana que al agitar sus alas provocará que la lluvia caiga sobre Nueva York…o puede que en Londres, o que no sea lluvia, sino que luzca el sol. La cosa es que la culpa es de la mariposa, eso seguro (¿o era una avispa?).

Eran las 10 y media. Juan se encontraba ya trabajando en la piscina, revisando el recinto antes de abrir, junto con una compañera. Entre broma y broma, ordenaban sillas y colocaban sombrillas.

De repente, vio algo en el suelo. Un móvil.

- Mira lo que encontré-, dijo, mostrándole el aparato a su amiga.
- Vaya, alguna inglesa despistada debe habérselo dejarlo.
- Yes, of course-, exclamó el con un exagerado y teatral acento ingles.

Sonó el móvil. Juan no sabia si cogerlo, mientras Elizabeth, su compañera, escogía ese momento para ponerse a hacerle cosquillas.

Finalmente respondió, mientras le decía a su amiga:
- Elizabeth, stop-, continuando la broma anterior.
- Oh, no, kiss me, boy- dijo ella, siguiendo con el juego.

Al otro lado, solo silencio. Cuando Juan iba a decir algo, su anónimo interlocutor, colgó.

-¿Quién era?- preguntó Eli.
-Ni idea, aquí aparece que un tal…Rob. En fin, vamos a dejar esto en recepción, por si lo reclaman.

Un par de horas después, en mitad del trajín cotidiano, Juan ya había olvidado la llamada, y nunca volvió a recordarla. Es triste pensar que el momento más importante de la vida de una persona pueda pasarle tan desapercibido. Incluso aun, es mas triste pensar que dicho momento sea una mísera llamada telefónica…pero así es la vida, y así de puñetero es el destino.

Mientras tanto, a miles de kilómetros, en Sudáfrica, alguien tenía el corazón roto. Había llamado a su chica, buscando la reconciliación, y la encontraba en plena faena con el imbecil de ese tal Johnny…fuera quien fuera ese desgraciado. Ya no merecía la pena seguir, el mundo estaba lleno de chicas, se dijo…pero ninguna era Elizabeth, le replico otro sector de su mente, con ganas de bronca.

Se pasó todo el día divagando distraído, herido en su amor propio. Cuando salio al campo, intentó centrarse en lo que estaba haciendo, pero fue inútil.
Y lo inevitable, llegó. Poco antes del descanso, el lanzamiento lejano de Dempsey, aparentemente sin peligro, le convertía en un hombre marcado, carne de periódico y objeto de odio para muchos compatriotas.



Si, el fútbol es muy jodido en ocasiones…y más si eres portero. Y sobre todo, en los últimos tiempos, si eres portero inglés.

Pero ahora debemos partir de regreso a Europa. No, el hecho de que los Estados Unidos lograran empatar con Inglaterra merced a la pifia de Green, no es tampoco gran cosa dentro del interminable fluir del tiempo. Ni siquiera se mencionó después de unas semanas. Pero si que trajo consecuencias.

En York, Michael Red, que estaba viendo el partido, cambió de opinión. Su hijo recién nacido iba a llamarse Robert, en honor a su abuelo materno, pero…ese fallo había sido sin duda una señal, se negaba a ponerle el mismo nombre de ese inútil a su retoño…No, era cosa de buscar otro mejor. Y curiosamente, su mujer estuvo de acuerdo.

Cuando 45 años después John red se convertía en primer ministro del reino unido, nadie recordaba ya a Green, pero un anciano Juan Rojo no dejó de fijarse en el curioso parecido de su nombre y el del político…si el supiera…quien fue aquella guiri de Torremolinos.

2 comentarios:

Esteban Cherañuk dijo...

Jajajajajaja, muy buen divague!!!

Garrincha dijo...

Ya te vale Martín jajaja