Los tifosi mudos de la Triestina

Si tu estadio está dedicado a Nereo Rocco, uno de las figuras más reconocidas del santoral catenaccista, es altamente probable que no se disfrute en él de un fútbol preciosista y espectacular. Quizás por eso, a la Triestina (un club que, por su posición geográfica, en el límite de Italia, tiene una historia muy interesante: se salvó, por ejemplo, de un descenso por el valor emocional de la ciudad) este año van a verla una media de 4544 aficionados, lo cual, para un espectacular estadio de casi 30000, no es gran cosa.
En realidad, no es un problema de la Triestina o de su hipotético estilo de juego. Como afirma nuestro amigo cityground, salvo Torino y Atalanta, ningún equipo de la serie B disfruta de asistencias mayores a la de 10000 espectadores (la media, habiéndose disputado tres jornadas es de unos 5500). La televisión, el juego mediocre, la violencia ultra, el alto precio o la incomodidad de unos estadios ya obsoletos (a pesar de que muchos de ellos se renovaron o se construyeron en la coyuntura del Mundial'90) pueden ser algunos de los factores que han hecho que los italianos se lo piensen dos veces antes de ir a su estadio. Pero no es un problema únicamente italiano: en España, por ejemplo, la asistencia media a 2ª esta temporada se sitúa en unos 8200, mientras que en Alemania casi alcanza los 14000 (si bien es cierto que la llegada del Hertha de Berlín aumenta considerablemente las cifras).

Si no pueden atraer al público, los dirigentes de la Triestina han pensado que mejor será maquillar la situación, colocando enormes murales de vinilo con aficionados (¡y publicidad!) dibujados en la tribuna Colaussi (dedicada a uno de los campeones del mundo de 1938). Algo que ya se hizo en Montjuïc o durante las obras de El Arcángel de Córdoba, pero que en Trieste parece que se mantendrá.
Además de solucionar el problema estético de los asientos vacíos, la directiva de la Triestina consigue beneficios económicos explotando la publicidad de los murales y ahorrándose los seguros que debía pagar por abrir la grada. Deportivamente, la cosa también funciona, con el equipo invicto en su estadio y sólo un partido perdido. Y los jugadores felices, ya que la Colaussi era la grada más crítica con ellos.
Aficionados virtuales en una época virtual. El signo de los tiempos...