No hay dinero ni para el escudo

El partido del Elche de este domingo acabó siendo un desastre. No sólo por el resultado (0-2 contra el Levante): los jugadores debieron jugar en manga corta en invierno porque no hay camisetas de manga larga (por suerte el frío ilicitano es bastante moderado), a los centrocampistas Saúl y Acciari les faltaba el escudo y Amaya tuvo que jugar con un pantalón con el dorsal de Iván Bolado porque no había de repuesto. Todo ello debido a que el club no ha pagado a tiempo a la empresa proveedora. La cosa puede ser más trágica -o más cómica, si se ve desde fuera-: dicha empresa, ECF, es la marca propia del club.
La anécdota es una más de los tiempos de crisis que vivimos y que afecta sobre todo a divisiones ya de por sí escasas de recursos como la Segunda. Como ya sabemos, varios equipos se han acogido a la no tan idílica ley concursal (Real Sociedad, Alavés, Celta, Las Palmas,...), el propio Elche (por citar un ejemplo) acumula unos 18 millones de deuda y hasta el gran Valencia ha tenido que remendar su camiseta con un segundo patrocinador ante la quiebra del primero.

Que la balanza entre ingresos y gastos estaba desequilibrada era algo que se sabía, pero los clubes de segunda han seguido huyendo hacia delante en busca de una solución milagrosa: un ascenso, una recalificación de terrenos o la llegada de algún misterioso magnate ruso. Sin embargo, ahora que se terminó la edad de oro del ladrillo, los milagros escasean y el futuro se ennegrece todavía más, haciendo probable quiebras en masa de unos clubes con deudas imposibles de gestionar.

Y ante la falta de buenas soluciones para un problema tan complejo (algo me dice que, como siempre, el problema se llevará hasta hacerse irresoluble por las vías normales), propongo soluciones absurdas. Por ejemplo, que los equipos de primera compartan parte del dinero de las televisiones con los equipos de inferiores categorías (absurdo hasta cierto punto: los equipos descendidos de la Premier se llevan varios millones de libras para hacer más llevadero el descenso). O copiar las ayudas gubernamentales de la crisis económica y municipalizar equipos (en el fondo ya ocurre: para bien o para mal, varios equipos cuentan a los distintos ayuntamientos como grandes accionistas).
O vender a media plantilla y recortar gastos brutalmente. Es una medida cruel, pero a veces hasta puede salir bien. El Crotone (de la Prima Divisione -ex C1- italiana) está vendiendo a la desesperada a todos los jugadores posibles y sigue luchando por el ascenso.