Una dosis rebelde de filosofía y elegancia
La definición del torneo Clausura en la Argentina resultó atípica por donde se la mire. Dos equipos que no suelen ser actores principales se encontraron para definir al nuevo campeón. Vélez, segundo en las posiciones, recibía a Huracán, inédito puntero, que con un empate gritaría campeón. Un partido igualado en las acciones, que tomó dramatismo tras el parate por una épica granizada, acabó por consagrar al conjunto más regular del torneo, el Vélez de Ricardo Gareca, con un gol que invitó a la polémica y un triunfo que acabó con las ilusiones del pueblo quemero. Pero detrás de la tristeza por quedar en las puertas de un nuevo logro, tras 26 largos años de espera, aparece el hacedor de un equipo atemporal, casi imposible de encontrar en el fútbol argentino y mundial. Ángel Cappa, veterano entrenador, fue capaz de hacer jugar bonito, sencillo y simple a sus dirigidos, que meses atrás sólo pensaban en permanecer en primera división.
Resulta difícil buscar en el lado amable de una derrota, situándonos en un contexto donde el ganar lo es todo…o casi. La vorágine del fútbol actual, y particularmente en la Argentina, actúa de manera prohibitiva en cuanto a las ideas de muchos directores técnicos, incapaces de poder llevar un proyecto a largo plazo o de aplicar distintos conceptos, teniendo en cuenta que una consecución de derrotas –tres o cuatro suelen ser suficientes- los dejarían sin trabajo. Cappa, un romántico del deporte rey, puedo traspasar de cierta forma la barrera del resultadísimo, apostar por un fútbol dinámico, rápido, vistoso, pero por sobre todas las cosas, simple. Don Ángel siempre fue un defensor del juego al ras del césped, de los jugadores técnicos, atrevidos, con pantomimas de potrero, enemigo acérrimo de los gimnasios y fiel defensor del fútbol atrevido y sin ataduras. Cinco nefastos minutos y un polémico gol le negaron a su equipo el campeonato, pero lejos de excusarse en un tanto mal anulado y otro mal cobrado, vale destacar la visión de un veterano amante del fútbol puro, alejado del ganar o ganar, de la presión infundada sobre técnicos y jugadores y la venta inmediata de jugadores al exterior en complicidad de sus inescrupulosos representantes.
Cappa llegó a Huracán a finales del Apertura 2008. Sus pedidos fueron claros: reforzar al plantel con jugadores que se adapten a su idea, sin necesidad de recaer en nombres reconocidos, y ser pacientes con su equipo, dejando en claro que con trabajo y humildad sus dirigidos podrían pensar en cosas grandes a partir del 2010. Seis meses antes de lo previsto, la filosofía de Cappa dio sus frutos. Huracán comenzó a desmentir la creencia de que jugar bien y ganar no podían ir de la mano. El equipo hilvano un triunfo tras otro, con una claridad y belleza que hasta hizo emocionar a los menos creyentes, y a los históricos hinchas del Globo que aún rememoraban los tiempos de Cesar Luis Menotti –el ‘‘maestro’’ de Don Ángel- y su Huracán campeón del ’73.
Finalmente, la meta no pudo cumplirse. El fútbol recompensó al más seguro y no al equipo atrevido, vistoso y simpático para el aficionado neutral. Un revés del destino no le permitió a los Ángeles de Cappa consagrarse campeones de este torneo, y seguramente los factores ya mencionados acaben con esta utopía transformada en equipo. Será difícil que jugadores como Bolatti, Pastore (foto der.) o Defederico (foto izq.), las grandes figuras del equipo, no cambien de aires en un futuro cercano. Cappa hará lo posible por mantener la base y continuar con su idea en Huracán, el club donde llegó específicamente para llevarlo a la cima. Pero como ya dije, hoy no toca lamentarse, sino pasar en limpio y disfrutar de una filosofía más que rescatable y complicada de encontrar en cualquier entrenador y/o equipo del fútbol mundial. No comparto la frase que repitieron muchos de mis compatriotas periodistas a lo largo y al término de la transmisión del partido, asegurando que del segundo nadie se acuerda. ¿Acaso alguien menciona a Alemania campeón de 1974 por encima de la Holanda de Cruyff? Evitemos que el exitismo nos juegue una mala pasada. Este equipo claramente debe ser recordado como un campeón moral, un rara avis en un deporte cada vez más resultadista y opacado por el negocio.
En las tantas entrevistas que podemos encontrar a Ángel Cappa, nos encontraremos siempre con palabras como ‘toque’, ‘juego’ o frases como ‘‘el placer de jugar’’ o ‘‘tener opciones de pase’, claras muestras de la filosofía que Cappa busca plasmar en sus equipos. Para este admirador del Arsenal de Wenger, el Barcelona del triplete y de jugadores como Xavi, Iniesta o Fabregas, poder lograr un juego similar –aunque a menor escala- al propuesto por esos dos gigantes, no tiene precio. Lograr el título hubiese sido un premio material, nada comparable al llanto de alegría de los hinchas de Huracán cuando veían a su equipo emular al gran campeón de décadas pasadas. Gracias Don Ángel, gracias por el fútbol, el espectáculo y por esa rebelde dosis de filosofía y elegancia…
Resulta difícil buscar en el lado amable de una derrota, situándonos en un contexto donde el ganar lo es todo…o casi. La vorágine del fútbol actual, y particularmente en la Argentina, actúa de manera prohibitiva en cuanto a las ideas de muchos directores técnicos, incapaces de poder llevar un proyecto a largo plazo o de aplicar distintos conceptos, teniendo en cuenta que una consecución de derrotas –tres o cuatro suelen ser suficientes- los dejarían sin trabajo. Cappa, un romántico del deporte rey, puedo traspasar de cierta forma la barrera del resultadísimo, apostar por un fútbol dinámico, rápido, vistoso, pero por sobre todas las cosas, simple. Don Ángel siempre fue un defensor del juego al ras del césped, de los jugadores técnicos, atrevidos, con pantomimas de potrero, enemigo acérrimo de los gimnasios y fiel defensor del fútbol atrevido y sin ataduras. Cinco nefastos minutos y un polémico gol le negaron a su equipo el campeonato, pero lejos de excusarse en un tanto mal anulado y otro mal cobrado, vale destacar la visión de un veterano amante del fútbol puro, alejado del ganar o ganar, de la presión infundada sobre técnicos y jugadores y la venta inmediata de jugadores al exterior en complicidad de sus inescrupulosos representantes.
Cappa llegó a Huracán a finales del Apertura 2008. Sus pedidos fueron claros: reforzar al plantel con jugadores que se adapten a su idea, sin necesidad de recaer en nombres reconocidos, y ser pacientes con su equipo, dejando en claro que con trabajo y humildad sus dirigidos podrían pensar en cosas grandes a partir del 2010. Seis meses antes de lo previsto, la filosofía de Cappa dio sus frutos. Huracán comenzó a desmentir la creencia de que jugar bien y ganar no podían ir de la mano. El equipo hilvano un triunfo tras otro, con una claridad y belleza que hasta hizo emocionar a los menos creyentes, y a los históricos hinchas del Globo que aún rememoraban los tiempos de Cesar Luis Menotti –el ‘‘maestro’’ de Don Ángel- y su Huracán campeón del ’73.
Finalmente, la meta no pudo cumplirse. El fútbol recompensó al más seguro y no al equipo atrevido, vistoso y simpático para el aficionado neutral. Un revés del destino no le permitió a los Ángeles de Cappa consagrarse campeones de este torneo, y seguramente los factores ya mencionados acaben con esta utopía transformada en equipo. Será difícil que jugadores como Bolatti, Pastore (foto der.) o Defederico (foto izq.), las grandes figuras del equipo, no cambien de aires en un futuro cercano. Cappa hará lo posible por mantener la base y continuar con su idea en Huracán, el club donde llegó específicamente para llevarlo a la cima. Pero como ya dije, hoy no toca lamentarse, sino pasar en limpio y disfrutar de una filosofía más que rescatable y complicada de encontrar en cualquier entrenador y/o equipo del fútbol mundial. No comparto la frase que repitieron muchos de mis compatriotas periodistas a lo largo y al término de la transmisión del partido, asegurando que del segundo nadie se acuerda. ¿Acaso alguien menciona a Alemania campeón de 1974 por encima de la Holanda de Cruyff? Evitemos que el exitismo nos juegue una mala pasada. Este equipo claramente debe ser recordado como un campeón moral, un rara avis en un deporte cada vez más resultadista y opacado por el negocio.
En las tantas entrevistas que podemos encontrar a Ángel Cappa, nos encontraremos siempre con palabras como ‘toque’, ‘juego’ o frases como ‘‘el placer de jugar’’ o ‘‘tener opciones de pase’, claras muestras de la filosofía que Cappa busca plasmar en sus equipos. Para este admirador del Arsenal de Wenger, el Barcelona del triplete y de jugadores como Xavi, Iniesta o Fabregas, poder lograr un juego similar –aunque a menor escala- al propuesto por esos dos gigantes, no tiene precio. Lograr el título hubiese sido un premio material, nada comparable al llanto de alegría de los hinchas de Huracán cuando veían a su equipo emular al gran campeón de décadas pasadas. Gracias Don Ángel, gracias por el fútbol, el espectáculo y por esa rebelde dosis de filosofía y elegancia…
Comentarios
Paradójicamente, este equipo perdió la posibilidad de ser campeón en manos de algo muy común, repetitivo e intolerable: la incapacidad del arbitraje.
No voy a hablar de corrupción ni malas intenciones, porque los fallos fueron divididos entre ambos conjuntos. Pero la inoperancia de árbitros de segunda fue un condimento indeseado, una enorme impureza, en una final que debía ser una fiesta.
Por suerte los seres humanos tenemos memoria selectiva. El Huracán de Cappa, aún cuando su disolución pueda llevarlo a ser breve, va a pasar a la historia. La incapacidad de Brazenas no.
Para terminar, es triste que nadie pueda mantener un buen equipo en este país. El plantel de Huracán pudo haberse conformado y esfumado en tan sólo seis meses. Dudo que esto vaya a cambiar.
Un saludo!