Thierry Henry y el ídolo de Galeano
[Publicado en El Balón Europeo]
El partido entre Francia y España el miércoles en Saint Denis me recordó a un episodio particular en una clase de mi facultad el año pasado. La salida entre pitos y abucheos de una de las figuras más emblemáticas del fútbol moderno como lo es Thierry Henry hurgó violentamente en mis pensamientos hasta llegar a una mañana –casualmente, también de miércoles- en la clase de Lenguaje Periodístico. Los análisis profundos de textos y cuentos eran el pan de cada día, y cuando tocó analizar el escrito ‘El ídolo’ de Eduardo Galeano surgió una polémica. Aquí las interesantes palabras del escritor uruguayo:
Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.
La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.
-¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte!
La pelota ríe, radiante, en el aire. Él la baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán. Pero el ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada; y cuando al pie de oro le llega la hora de la mala pata, la estrella ha concluido su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Está ese cuerpo con más remiendos que traje de payaso, y ya el acróbata es un paralítico, el artista una bestia:
-¡Con la herradura no!
La fuente de la felicidad pública se convierte en el pararrayos del público rencor:
-¡Momia!
A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos.
Nuestro profesor, un experimentado corrector y licenciado en filosofía y letras además de amante del fútbol apuntó un aparente error en el texto. ‘‘El autentico ídolo se convierte en leyenda y nunca será cuestionado por su público y sus seguidores’’, agregó convencido. Es una lastima que –en este caso- el escritor haya estado en lo correcto. Los aficionados franceses, cansados de los inentendibles planteos de Raymond Domenech y de observar a su selección anémica de ideas, se desquitaron con el extremo del Barcelona, el mejor jugador de la historia de la Premier League, referente del Arsenal y líder de ‘Los invencibles’, el mismo que fue campeón del mundo y de Europa en el transcurso de tres años y que le otorgó a su país –de manera ilegal, pero le otorgó al fin- la clasificación a Sudáfrica 2010.
La focalización en lo actual y la inmediatez son dos de los tantos factores que han perjudicado claramente a nuestro querido fútbol. Quiero creer que el bueno de Titi sólo fue el chivo expiatorio de toda una selección que cuenta con demasiados futbolistas de calidad pero no puede afianzarse a una idea de juego determinada. Para la satisfacción francesa y la de Domenech, no son los únicos, pero es inaceptable que aquellos futbolistas que han marcado una época sean masacrados y despreciados por los que alguna vez sintieron admiración y devoción hacia su persona y su juego.
Y el problema no es culpa de Domenech ni de los futbolistas, sino de la frágil memoria de algunos que en tiempos mejores supieron disfrutar de la magia de un genio llamado Thierry Henry.
El partido entre Francia y España el miércoles en Saint Denis me recordó a un episodio particular en una clase de mi facultad el año pasado. La salida entre pitos y abucheos de una de las figuras más emblemáticas del fútbol moderno como lo es Thierry Henry hurgó violentamente en mis pensamientos hasta llegar a una mañana –casualmente, también de miércoles- en la clase de Lenguaje Periodístico. Los análisis profundos de textos y cuentos eran el pan de cada día, y cuando tocó analizar el escrito ‘El ídolo’ de Eduardo Galeano surgió una polémica. Aquí las interesantes palabras del escritor uruguayo:Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación.
La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.
-¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte!
La pelota ríe, radiante, en el aire. Él la baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán. Pero el ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada; y cuando al pie de oro le llega la hora de la mala pata, la estrella ha concluido su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Está ese cuerpo con más remiendos que traje de payaso, y ya el acróbata es un paralítico, el artista una bestia:
-¡Con la herradura no!
La fuente de la felicidad pública se convierte en el pararrayos del público rencor:
-¡Momia!
A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos.
Nuestro profesor, un experimentado corrector y licenciado en filosofía y letras además de amante del fútbol apuntó un aparente error en el texto. ‘‘El autentico ídolo se convierte en leyenda y nunca será cuestionado por su público y sus seguidores’’, agregó convencido. Es una lastima que –en este caso- el escritor haya estado en lo correcto. Los aficionados franceses, cansados de los inentendibles planteos de Raymond Domenech y de observar a su selección anémica de ideas, se desquitaron con el extremo del Barcelona, el mejor jugador de la historia de la Premier League, referente del Arsenal y líder de ‘Los invencibles’, el mismo que fue campeón del mundo y de Europa en el transcurso de tres años y que le otorgó a su país –de manera ilegal, pero le otorgó al fin- la clasificación a Sudáfrica 2010.
La focalización en lo actual y la inmediatez son dos de los tantos factores que han perjudicado claramente a nuestro querido fútbol. Quiero creer que el bueno de Titi sólo fue el chivo expiatorio de toda una selección que cuenta con demasiados futbolistas de calidad pero no puede afianzarse a una idea de juego determinada. Para la satisfacción francesa y la de Domenech, no son los únicos, pero es inaceptable que aquellos futbolistas que han marcado una época sean masacrados y despreciados por los que alguna vez sintieron admiración y devoción hacia su persona y su juego.
Y el problema no es culpa de Domenech ni de los futbolistas, sino de la frágil memoria de algunos que en tiempos mejores supieron disfrutar de la magia de un genio llamado Thierry Henry.
Comentarios
me encanta que escriban sobre henry porfavor podrian hacerlo mas seguido ? dejo mi correo para cualquier fan del futbol : beni_jokers@hotmail.com
Para mí, es un tramposo, y no sólo por la mano, sino por muchas mañas que ha practicado en su carrera. Lo siento Tití, pero no te mereces mi aprecio.
no es el unico ni el primer caso en el que el maximo emblema del equipo resulta reprobado por culpa de su entrenador