Cerrando el círculo
Todo parecía haber acabado.
Esos años de éxitos consecutivos, las uefas gloriosas que nos abrieron Europa y las vitrinas ya mohosas, esa copa ante el Getafe que nos devolvió el sabor de ganar en España tras mas de medio siglo, la alegría de no tener que soñar, sino poder vivir lo que significa el triunfo, comenzaban a convertirse en pasado en lugar de ser presente, en historia que rememorar, pero sin poder ya tocarla con las manos.
Si, apenas había pasado un suspiro, un par de temporadas que ni siquiera podían calificarse de malas, siempre llegando a Europa, siempre rondando los puestos altos, incluso alguna semifinal más de copa.
Pero sin embargo…
Cuando murió Puerta, algo mas murió con el. La ilusión, la energía, ese ímpetu que nos había llevado a llegar al infinito desde el cero, sin rendirse nunca, sin temblar ante nadie, comenzó a fallarnos. Si algo podía salir mal, salía, las frustraciones se sucedían en Europa, en España. Si, estábamos ahí, mucho mas arriba que durante la mayor parte de nuestra historia, y mucho mejor que no hace tanto tiempo, a la vuelta de la esquina teníamos el ejemplo de los descensos y la ruina. Pero el hombre se acostumbra a lo bueno con mucha rapidez. Y eso esta bien, porque si te conformas, solo queda convertirse de nuevo en un mediocre. Cuando tenga que llegar la caída, que llegara, porque no somos como esos clubes que viven en el Olimpo permanentemente, que solo saben de fracasos relativos y duelos imaginarios, habrá que aceptarla, pero siempre luchando hasta el último segundo. Pero jamás, jamás, debemos hincar la rodilla mientras queden fuerzas, y cuando no queden y el destino nos alcance, alzaremos la mirada y con ella, con muda dignidad dejaremos claro que al menos, estuvimos ahí.
Esta temporada estaba pareciéndose, casi como un calco, a las anteriores. Eliminados en la champions nuevamente ante un equipo a priori (siempre a priori) algo inferior, incapaces de seguir el ritmo liguero, solo la copa mantenía viva la esperanza. Cuando nos tocó el Barcelona, el invencible Barcelona de las cinco copas, pensé que era el fin.
Y lo fue, el fin de la leyenda, la caída, leve si, pero caída al fin y al cabo, del gigante invulnerable…nos convertimos en su talón de Aquiles, con fortuna, sin duda (para ganarle al Barcelona hace falta, y mucha), y con un portero que seguía convirtiéndose, actuación tras actuación, en leyenda.
Tras el Barça llegó el Depor, la antaño bestia negra de mi equipo, que esta vez apenas inquietó.
Volvíamos a semifinales, a la misma ronda donde el Athletic acabara con todas mis ilusiones de la temporada, hace un año. Y enfrente, el Getafe, el mismo Getafe al que debíamos una tras nuestra anterior conquista copera…pero no, no pudo ser para los azules, y a pesar de ser ellos seguramente superiores en la eliminatoria, la suerte nos volvió a sonreír.
Desde aquella ronda, jugada en el lejano febrero, muchas cosas pasaron. Entre otras, que el entrenador que nos clasificó para la final no nos dirigió en ella. ¿Injusto? Seguramente, y esta claro que en buena medida el éxito es suyo.
Este sábado la suerte, esa esquiva aliada de hoy y enemiga del mañana, volvió a inclinarse hacia nuestra banda, dejando una isla entera en lamentos…que ingrata dama. Encarnada en un joven casi anónimo, y regodeándose en el gesto, dejando que la bocina estuviera a punto de sonar, nos seguía manteniendo en la elite continental. De milagro.
Y ya se sabe que milagros hay pocos, la racha no nos podía durar siempre…por eso, y porque mis sensaciones no eran buenas, como no lo habían sido a lo largo de toda la temporada, no confiaba en la victoria.
Ni siquiera quería ver el partido. Antes de que comenzara, me fui al gimnasio, a ver si calentando el cuerpo, evitaba que se me calentara la cabeza.
Pero…en una de las televisiones de la sala, alguien había puesto el partido. Y a pesar de intentar evitarlo, mientras levantaba la pesa, la mirada se me iba hacia el monitor.
Y entonces, de repente, veo como Navas tira, recoge el balón Capel, si, ese Capel que no es santo de mi devoción por su tendencia a correr demasiado y pensar poco, y chuta de una manera prodigiosa…gol.
Gol, eso es lo que grité, en mitad del gimnasio, sin poder contenerme.
Toda la primera mitad estuve intentando evitar volver a mirar la pantalla, aunque de vez en cuando (esa ocasión del atleti que no se sabe como no entró la pelota) volvía a caer en la tentación.
Era hora de irse. En el hall del gimnasio, un chico con la camiseta del Sevilla esta viendo el partido. Esto es Cartagena, ver un sevillista es casi como ver un extraterrestre. No pude evitar decirle algo, unas palabras de ánimo compartido. No estaba solo, a pesar de todo.
Ducha, coche, cena. Así dejaba transcurrir el tiempo, intentando no pensar en lo que sucedía mientras en el Nou Camp.
Y así seguía hasta que alguien grita gol…un grito de alegría, un grito de triunfo. Navas, mi jugador preferido, del que me enamoré cuando este año le vi jugar (en lo que, ahora me doy cuenta, fue la primera eliminatoria de esta copa que disputó mi equipo), aquí, en el Cartagonova, frente al Ciudad de Murcia, había logrado el segundo. Alegría completa, alegría doble, habíamos ganado, no, lo de Puerta no había sido el final, solo un trágico paréntesis. Y cuando Palop alzó la copa, con su camiseta puesta, todos nos dimos cuenta de que, por fin, el círculo se había cerrado.
Posdata: Pido perdón por lo forofo que pueda resultar este artículo, esta vez no he podido evitarlo, es la primera vez desde que estoy en el café que puedo contar un título de mi equipo…y no tenia ganas de ser demasiado imparcial, un día es un día.
Espero que sepáis entenderlo.
Por otro lado…no he podido evitar acordarme de cierto artículo que escribí cuando Marzo tocaba a su fín y Jimenez decía adios, quiero despedirme con el párrafo final del mismo, con el os dejo, tomaos una a mi salud:
“…Y por eso, en mitad de la decepción, de una racha negativa que parece no tener fin, del desanimo de una afición y la impotencia de cuerpo técnico y jugadores, de no ver demasiado claro el futuro inmediato, por eso y por todo lo que somos y fuimos, no puedo evitar seguir soñando con que los tiempos mejores no pertenecen al pasado, sino que nos están esperando ahí delante, que a pesar de todo debemos seguir avanzando, que nadie recuerda a los cobardes y a quienes se rinden con otra cosa que el desprecio. Y yo, que he sido toda la vida un pesimista compulsivo, por una vez prefiero vivir con una sonrisa en la cara, quien sabe, lo bueno de la vida es que mañana siempre será otro día, y volverá a amanecer…”
Esos años de éxitos consecutivos, las uefas gloriosas que nos abrieron Europa y las vitrinas ya mohosas, esa copa ante el Getafe que nos devolvió el sabor de ganar en España tras mas de medio siglo, la alegría de no tener que soñar, sino poder vivir lo que significa el triunfo, comenzaban a convertirse en pasado en lugar de ser presente, en historia que rememorar, pero sin poder ya tocarla con las manos.
Si, apenas había pasado un suspiro, un par de temporadas que ni siquiera podían calificarse de malas, siempre llegando a Europa, siempre rondando los puestos altos, incluso alguna semifinal más de copa.
Pero sin embargo…
Cuando murió Puerta, algo mas murió con el. La ilusión, la energía, ese ímpetu que nos había llevado a llegar al infinito desde el cero, sin rendirse nunca, sin temblar ante nadie, comenzó a fallarnos. Si algo podía salir mal, salía, las frustraciones se sucedían en Europa, en España. Si, estábamos ahí, mucho mas arriba que durante la mayor parte de nuestra historia, y mucho mejor que no hace tanto tiempo, a la vuelta de la esquina teníamos el ejemplo de los descensos y la ruina. Pero el hombre se acostumbra a lo bueno con mucha rapidez. Y eso esta bien, porque si te conformas, solo queda convertirse de nuevo en un mediocre. Cuando tenga que llegar la caída, que llegara, porque no somos como esos clubes que viven en el Olimpo permanentemente, que solo saben de fracasos relativos y duelos imaginarios, habrá que aceptarla, pero siempre luchando hasta el último segundo. Pero jamás, jamás, debemos hincar la rodilla mientras queden fuerzas, y cuando no queden y el destino nos alcance, alzaremos la mirada y con ella, con muda dignidad dejaremos claro que al menos, estuvimos ahí.
Esta temporada estaba pareciéndose, casi como un calco, a las anteriores. Eliminados en la champions nuevamente ante un equipo a priori (siempre a priori) algo inferior, incapaces de seguir el ritmo liguero, solo la copa mantenía viva la esperanza. Cuando nos tocó el Barcelona, el invencible Barcelona de las cinco copas, pensé que era el fin.
Y lo fue, el fin de la leyenda, la caída, leve si, pero caída al fin y al cabo, del gigante invulnerable…nos convertimos en su talón de Aquiles, con fortuna, sin duda (para ganarle al Barcelona hace falta, y mucha), y con un portero que seguía convirtiéndose, actuación tras actuación, en leyenda.
Tras el Barça llegó el Depor, la antaño bestia negra de mi equipo, que esta vez apenas inquietó.
Volvíamos a semifinales, a la misma ronda donde el Athletic acabara con todas mis ilusiones de la temporada, hace un año. Y enfrente, el Getafe, el mismo Getafe al que debíamos una tras nuestra anterior conquista copera…pero no, no pudo ser para los azules, y a pesar de ser ellos seguramente superiores en la eliminatoria, la suerte nos volvió a sonreír.
Desde aquella ronda, jugada en el lejano febrero, muchas cosas pasaron. Entre otras, que el entrenador que nos clasificó para la final no nos dirigió en ella. ¿Injusto? Seguramente, y esta claro que en buena medida el éxito es suyo.
Este sábado la suerte, esa esquiva aliada de hoy y enemiga del mañana, volvió a inclinarse hacia nuestra banda, dejando una isla entera en lamentos…que ingrata dama. Encarnada en un joven casi anónimo, y regodeándose en el gesto, dejando que la bocina estuviera a punto de sonar, nos seguía manteniendo en la elite continental. De milagro.
Y ya se sabe que milagros hay pocos, la racha no nos podía durar siempre…por eso, y porque mis sensaciones no eran buenas, como no lo habían sido a lo largo de toda la temporada, no confiaba en la victoria.
Ni siquiera quería ver el partido. Antes de que comenzara, me fui al gimnasio, a ver si calentando el cuerpo, evitaba que se me calentara la cabeza.
Pero…en una de las televisiones de la sala, alguien había puesto el partido. Y a pesar de intentar evitarlo, mientras levantaba la pesa, la mirada se me iba hacia el monitor.
Y entonces, de repente, veo como Navas tira, recoge el balón Capel, si, ese Capel que no es santo de mi devoción por su tendencia a correr demasiado y pensar poco, y chuta de una manera prodigiosa…gol.
Gol, eso es lo que grité, en mitad del gimnasio, sin poder contenerme.
Toda la primera mitad estuve intentando evitar volver a mirar la pantalla, aunque de vez en cuando (esa ocasión del atleti que no se sabe como no entró la pelota) volvía a caer en la tentación.
Era hora de irse. En el hall del gimnasio, un chico con la camiseta del Sevilla esta viendo el partido. Esto es Cartagena, ver un sevillista es casi como ver un extraterrestre. No pude evitar decirle algo, unas palabras de ánimo compartido. No estaba solo, a pesar de todo.
Ducha, coche, cena. Así dejaba transcurrir el tiempo, intentando no pensar en lo que sucedía mientras en el Nou Camp.
Y así seguía hasta que alguien grita gol…un grito de alegría, un grito de triunfo. Navas, mi jugador preferido, del que me enamoré cuando este año le vi jugar (en lo que, ahora me doy cuenta, fue la primera eliminatoria de esta copa que disputó mi equipo), aquí, en el Cartagonova, frente al Ciudad de Murcia, había logrado el segundo. Alegría completa, alegría doble, habíamos ganado, no, lo de Puerta no había sido el final, solo un trágico paréntesis. Y cuando Palop alzó la copa, con su camiseta puesta, todos nos dimos cuenta de que, por fin, el círculo se había cerrado.
Posdata: Pido perdón por lo forofo que pueda resultar este artículo, esta vez no he podido evitarlo, es la primera vez desde que estoy en el café que puedo contar un título de mi equipo…y no tenia ganas de ser demasiado imparcial, un día es un día.
Espero que sepáis entenderlo.
Por otro lado…no he podido evitar acordarme de cierto artículo que escribí cuando Marzo tocaba a su fín y Jimenez decía adios, quiero despedirme con el párrafo final del mismo, con el os dejo, tomaos una a mi salud:
“…Y por eso, en mitad de la decepción, de una racha negativa que parece no tener fin, del desanimo de una afición y la impotencia de cuerpo técnico y jugadores, de no ver demasiado claro el futuro inmediato, por eso y por todo lo que somos y fuimos, no puedo evitar seguir soñando con que los tiempos mejores no pertenecen al pasado, sino que nos están esperando ahí delante, que a pesar de todo debemos seguir avanzando, que nadie recuerda a los cobardes y a quienes se rinden con otra cosa que el desprecio. Y yo, que he sido toda la vida un pesimista compulsivo, por una vez prefiero vivir con una sonrisa en la cara, quien sabe, lo bueno de la vida es que mañana siempre será otro día, y volverá a amanecer…”
Comentarios
Pedazo de futbolistas Zokora y nuestro amigo Kanoute, por cierto. Lo del Marfileño ayer me pareció tremendo. Qué decir de Navas, en el último partido de la temporada, en el último minuto, llegar así de bien para plantarte solo ante el portero...increible.
En el Sevilla muy bien Zokora (es una maquina), Navas que va a llegar muy bien al Mundial y Capel que es buen futbolista pero abusa de exagerar las faltas.
El Atlético lo intento pero no tuvo acierto, no entiendo como juega Simao antes que Jurado en este final de temporada.
Enhorabuena a martín y al resto de sevillistas. Estas finales las veo con envidia para que os voy a engañar.