De una ciudad fantasma, en las montañas del Caucaso
Mira hacia el horizonte. Si estas ante el mar, el mismo se extiende casi hasta el infinito, sin nada que detenga tu vista. Puedes dejar volar la imaginación, navegar por encima de las olas, hasta llegar al otro lado, a una costa lejana pero al mismo tiempo cercana. Dos ciudades pueden estar a un océano de distancia, pero ser hermanas en espíritu. El mar no separa , en realidad, une, no dificulta los viajes, los facilita. Cuando el hombre dejó atrás sus temores y se adentró en ese espacio azul casi desconocido, el mundo cambio para siempre, adiós al Non Terrae Plus Ultra, bienvenidos al Mas allá.
Pero ahora cambia la dirección de tu mirada. Delante, una montaña, dos, una cordillera. Un límite, un muro natural que oculta lo que al otro lado se encuentra, si hay algo al otro lado. Las montañas son frontera, siempre lo han sido, y seguramente siempre lo serán. Separa mas una sierra empinada, unos pocos miles de metros en vertical, que cientos de millas de llanuras. Un pueblo puede estar a unos pocos kilómetros de otro en una zona montañosa y distar una galaxia en mentalidad o cultura.
Hasta para las lenguas, o más aun para las lenguas, las alturas son una barrera infranqueable, cada valle, un idioma diferente, un mundo aparte. Sin posibilidad de comunicarse, cualquier forastero es un enemigo, y cualquiera que sea de fuera (y fuera puede ser cualquier lugar a mas de un día de camino del hogar) es extranjero.
Las fronteras son en la mayoría de las ocasiones apenas unos trazos caprichosos trazados por gruesos políticos entre abundantes almuerzos, debates estériles y fértiles cenas, que nunca parecieron tener en cuenta lo que puede llegar a separar una simple línea sobre un mapa. Pero una montaña es mas que una raya entintada, es a la geografía lo que un punto y final en la gramática.
Churchill, en una de esas citas que tan celebre le hicieron y tanto han servido como relleno a articulistas de todo pelaje (el que suscribe es un ejemplo), dijo lo siguiente:
"La región de los Balcanes tiene la tendencia de producir más historia de la que puede consumir"
Si sustituimos los Balcanes por el Caucaso, la frase seguiría siendo igualmente cierta, y nos aproxima por fin a nuestro destino.
Techo de Europa, alla donde el Elbrus eleva su mole nevada entre las nubes, a caballo entre dos continentes, la región del Cáucaso, de un tamaño inferior al de Finlandia, es un conglomerado caótico de religiones, etnias, idiomas y alfabetos de tal diversidad que para intentar entenderlo lo mejor es recurrir a ejemplos como el siguiente: en una zona de la extensión de Andalucía, se hablan mas de cincuenta lenguas diferentes.
Y como parece casi inevitable cuando tratamos de la especie humana, la diversidad trajo con ella los conflictos (en realidad siempre encontraremos un motivo para pelear, si no nos separa un idioma, una religión o una etnia, ya inventaremos las ideologías, los estados o cualquier otro pretexto que sirva para matarnos entre nosotros…si es que se necesitan excusas para esto).
Rusos contra chechenos, georgianos contra osetios, armenios contra turcos…si comenzamos a tirar de la historia, se ira abriendo ante nosotros un completo compendio de roces, matanzas, guerras y odios eternos que en lugar de haberse amainado parecen resurgir en los últimos tiempos.
Uno de estos conflictos que parece imposible de solucionar y que permanece en un delicado equilibrio, con las dos partes aceptando a regañadientes un inestable statu quo, una especie de tregua, pero muy lejos de haber llegado a un punto final (si es posible llegar a el) es el que enfrenta a Armenios y azeries por el territorio de nagorno karabaj.
Territorio con una amplísima mayoría de población de origen armenio (mas de las ¾ partes), este dato no fue tomado en cuenta por Stalin, que tras la creación de la URSS decidió integrarlo en Azerbaijan.
Con la caída de la unión soviética, los dirigentes de Nagorno Karabaj proclamaron la independencia de Azerbaijan, con el evidente deseo de integrarse con sus hermanos armenios. La oposición azerí a esta declaración y el uso por ambos bandos de la fuerza para defender sus “derechos” hizo inevitable la guerra, aunque ya desde 1988, aun con la URSS en pie, se habían producido luchas esporádicas y, peor aun, brotes de limpieza étnica.
En mayo de 1994 se firmó un alto el fuego que aun perdura. El mismo dejó a Nagorno Karabaj como un territorio independiente de hecho (aunque no reconocido por ningún estado y sin haber podido unirse a Armenia, como era el deseo de sus ciudadanos), y a una parte importante del territorio de Azerbaijan (alrededor del 15%) ocupado por los armenios.
En el transcurso de la contienda, en Julio de 1993, las fuerzas de la autoproclamada republica de Nagorno Karabaj lanzaron una ofensiva contra territorio azerí, desde donde se estaba bombardeando su región.
El objetivo, la ciudad de Agdam, el principal foco de los ataques de artillería. El cuatro de Julio, la villa fue tomada. Sus habitantes (unos 30.000) habían sido evacuados previamente. Para impedir que la ciudad volviera a ser ocupada y reutilizada de nuevo como base, el ejército ocupante decidió destruirla. Desde entonces, Agdam se yergue en el paisaje como una especie de pueblo cadáver, con solo los esqueletos de sus edificios elevándose en el horizonte…junto a los minaretes de su mezquita, única construcción aun en pie, respetada por los armenios como símbolo religioso.
Y a pesar de todo, en mitad de este escenario de pesadilla, odio y venganzas sin fin (ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos), el fútbol germinó con fuerza, como una flor que crece orgullosa en mitad de un campo de batalla, ajena a la desolación que la rodea.
El FK Qarabağ era el representante de la ciudad en el mundo del fútbol. Nacido en 1951, el equipo es uno de los únicos tres clubes que ha militado en la primera división azerbaijana desde su creación en 1992.
Precisamente en junio de ese año, vemos aparecer la el drama bélico en la historia del equipo. Allahverdi Bagirov, su entrenador, murió a consecuencia del estallido de una mina antitanque, que voló el coche en el que viajaba junto a su conductor. Bagirov, que prestaba servicio en el ejército azerí, recibió a título póstumo el nombramiento como héroe nacional de Azerbaijan.
1993. El año de la destrucción de la ciudad fue, paradójicamente, el mejor de la historia del club.
El 28 de mayo de 1993, el Qarabag, con un solitario gol de Mushfig Guseinov, en la prorroga, superaba al FK Inshaatchi Sabirabad y ganaba su primer título de copa.
El 1 de agosto de ese mismo año, menos de un mes después de la ocupación de la ciudad, el equipo se imponía en la final de la liga, de nuevo por 1 a 0, ante el Khazar. En mitad de la tragedia, se había logrado el doblete, parco consuelo para sus seguidores…
Desde entonces, el Qarabag jugó como un equipo exiliado en la capital, Bakú.
Convertido en símbolo de resistencia y del nacionalismo azerí, apoyado por la gran cantidad de refugiados que dejo la guerra, se convirtió en uno de los clubes mas importantes del país, habiendo logrado desde el 93 otra liga (1996-97) y dos copas (2006 y 2009), además de haber sido el primer equipo del estado en lograr una victoria como visitante en competición europea (en la intertoto del 99, ante el Maccabi Haifa).
Seis veces mas compitió en Europa, la ultima esta misma temporada, en la Europa league, convirtiendo su participación en la mas exitosa de un equipo azerí en el continente, tras eliminar en segunda ronda al Rosemborg noruego, en tercera al Honka finlandés y caer por fin en la ronda previa a la fase de grupos ante el Twente holandés.
Tras década y media en Bakú, en la primavera del año pasado el equipo, por fin, volvió a casa…o lo mas cerca de casa que le era posible. Desde abril del 2009, el Qarabag juega en el Guzanli Olympic Stadium de Quzanlı. Principal población de la parte no ocupada de la provincia de Agdam, es también lugar de refugios de muchos de los habitantes de la arrasada Agdam, situada a escasos kilómetros.
Tal vez jamás pueda volver realmente a casa, tal vez ya no haya una casa donde volver, pero al menos no deja de ser un paso…y si no se camina, nunca se llega al destino.
Como despedida, el gol y el ambiente del partido contra el Rosemborg, disputado en Baku, excelentes ambos:
Posdata: Debo agradecer la idea de este artículo a uno de mis más admirados blogeros, Diego Gonzalez, el responsable de esa fantástica bitácora que es Fronteras.
El ya habló de lo sucedido en Agdam hace un tiempo, como podéis leer en este artículo. Que consté, no le “robé” la idea, el me la propuso, todo un honor. Espero no haberle decepcionado.
Pero ahora cambia la dirección de tu mirada. Delante, una montaña, dos, una cordillera. Un límite, un muro natural que oculta lo que al otro lado se encuentra, si hay algo al otro lado. Las montañas son frontera, siempre lo han sido, y seguramente siempre lo serán. Separa mas una sierra empinada, unos pocos miles de metros en vertical, que cientos de millas de llanuras. Un pueblo puede estar a unos pocos kilómetros de otro en una zona montañosa y distar una galaxia en mentalidad o cultura.
Hasta para las lenguas, o más aun para las lenguas, las alturas son una barrera infranqueable, cada valle, un idioma diferente, un mundo aparte. Sin posibilidad de comunicarse, cualquier forastero es un enemigo, y cualquiera que sea de fuera (y fuera puede ser cualquier lugar a mas de un día de camino del hogar) es extranjero.
Las fronteras son en la mayoría de las ocasiones apenas unos trazos caprichosos trazados por gruesos políticos entre abundantes almuerzos, debates estériles y fértiles cenas, que nunca parecieron tener en cuenta lo que puede llegar a separar una simple línea sobre un mapa. Pero una montaña es mas que una raya entintada, es a la geografía lo que un punto y final en la gramática.
Churchill, en una de esas citas que tan celebre le hicieron y tanto han servido como relleno a articulistas de todo pelaje (el que suscribe es un ejemplo), dijo lo siguiente:
"La región de los Balcanes tiene la tendencia de producir más historia de la que puede consumir"
Si sustituimos los Balcanes por el Caucaso, la frase seguiría siendo igualmente cierta, y nos aproxima por fin a nuestro destino.
Techo de Europa, alla donde el Elbrus eleva su mole nevada entre las nubes, a caballo entre dos continentes, la región del Cáucaso, de un tamaño inferior al de Finlandia, es un conglomerado caótico de religiones, etnias, idiomas y alfabetos de tal diversidad que para intentar entenderlo lo mejor es recurrir a ejemplos como el siguiente: en una zona de la extensión de Andalucía, se hablan mas de cincuenta lenguas diferentes.
Y como parece casi inevitable cuando tratamos de la especie humana, la diversidad trajo con ella los conflictos (en realidad siempre encontraremos un motivo para pelear, si no nos separa un idioma, una religión o una etnia, ya inventaremos las ideologías, los estados o cualquier otro pretexto que sirva para matarnos entre nosotros…si es que se necesitan excusas para esto).
Rusos contra chechenos, georgianos contra osetios, armenios contra turcos…si comenzamos a tirar de la historia, se ira abriendo ante nosotros un completo compendio de roces, matanzas, guerras y odios eternos que en lugar de haberse amainado parecen resurgir en los últimos tiempos.
Uno de estos conflictos que parece imposible de solucionar y que permanece en un delicado equilibrio, con las dos partes aceptando a regañadientes un inestable statu quo, una especie de tregua, pero muy lejos de haber llegado a un punto final (si es posible llegar a el) es el que enfrenta a Armenios y azeries por el territorio de nagorno karabaj.
Territorio con una amplísima mayoría de población de origen armenio (mas de las ¾ partes), este dato no fue tomado en cuenta por Stalin, que tras la creación de la URSS decidió integrarlo en Azerbaijan.
Con la caída de la unión soviética, los dirigentes de Nagorno Karabaj proclamaron la independencia de Azerbaijan, con el evidente deseo de integrarse con sus hermanos armenios. La oposición azerí a esta declaración y el uso por ambos bandos de la fuerza para defender sus “derechos” hizo inevitable la guerra, aunque ya desde 1988, aun con la URSS en pie, se habían producido luchas esporádicas y, peor aun, brotes de limpieza étnica.
En mayo de 1994 se firmó un alto el fuego que aun perdura. El mismo dejó a Nagorno Karabaj como un territorio independiente de hecho (aunque no reconocido por ningún estado y sin haber podido unirse a Armenia, como era el deseo de sus ciudadanos), y a una parte importante del territorio de Azerbaijan (alrededor del 15%) ocupado por los armenios.
En el transcurso de la contienda, en Julio de 1993, las fuerzas de la autoproclamada republica de Nagorno Karabaj lanzaron una ofensiva contra territorio azerí, desde donde se estaba bombardeando su región.
El objetivo, la ciudad de Agdam, el principal foco de los ataques de artillería. El cuatro de Julio, la villa fue tomada. Sus habitantes (unos 30.000) habían sido evacuados previamente. Para impedir que la ciudad volviera a ser ocupada y reutilizada de nuevo como base, el ejército ocupante decidió destruirla. Desde entonces, Agdam se yergue en el paisaje como una especie de pueblo cadáver, con solo los esqueletos de sus edificios elevándose en el horizonte…junto a los minaretes de su mezquita, única construcción aun en pie, respetada por los armenios como símbolo religioso.
Y a pesar de todo, en mitad de este escenario de pesadilla, odio y venganzas sin fin (ojo por ojo y todos nos quedaremos ciegos), el fútbol germinó con fuerza, como una flor que crece orgullosa en mitad de un campo de batalla, ajena a la desolación que la rodea.
El FK Qarabağ era el representante de la ciudad en el mundo del fútbol. Nacido en 1951, el equipo es uno de los únicos tres clubes que ha militado en la primera división azerbaijana desde su creación en 1992.
Precisamente en junio de ese año, vemos aparecer la el drama bélico en la historia del equipo. Allahverdi Bagirov, su entrenador, murió a consecuencia del estallido de una mina antitanque, que voló el coche en el que viajaba junto a su conductor. Bagirov, que prestaba servicio en el ejército azerí, recibió a título póstumo el nombramiento como héroe nacional de Azerbaijan.
1993. El año de la destrucción de la ciudad fue, paradójicamente, el mejor de la historia del club.
El 28 de mayo de 1993, el Qarabag, con un solitario gol de Mushfig Guseinov, en la prorroga, superaba al FK Inshaatchi Sabirabad y ganaba su primer título de copa.
El 1 de agosto de ese mismo año, menos de un mes después de la ocupación de la ciudad, el equipo se imponía en la final de la liga, de nuevo por 1 a 0, ante el Khazar. En mitad de la tragedia, se había logrado el doblete, parco consuelo para sus seguidores…
Desde entonces, el Qarabag jugó como un equipo exiliado en la capital, Bakú.
Convertido en símbolo de resistencia y del nacionalismo azerí, apoyado por la gran cantidad de refugiados que dejo la guerra, se convirtió en uno de los clubes mas importantes del país, habiendo logrado desde el 93 otra liga (1996-97) y dos copas (2006 y 2009), además de haber sido el primer equipo del estado en lograr una victoria como visitante en competición europea (en la intertoto del 99, ante el Maccabi Haifa).
Seis veces mas compitió en Europa, la ultima esta misma temporada, en la Europa league, convirtiendo su participación en la mas exitosa de un equipo azerí en el continente, tras eliminar en segunda ronda al Rosemborg noruego, en tercera al Honka finlandés y caer por fin en la ronda previa a la fase de grupos ante el Twente holandés.
Tras década y media en Bakú, en la primavera del año pasado el equipo, por fin, volvió a casa…o lo mas cerca de casa que le era posible. Desde abril del 2009, el Qarabag juega en el Guzanli Olympic Stadium de Quzanlı. Principal población de la parte no ocupada de la provincia de Agdam, es también lugar de refugios de muchos de los habitantes de la arrasada Agdam, situada a escasos kilómetros.
Tal vez jamás pueda volver realmente a casa, tal vez ya no haya una casa donde volver, pero al menos no deja de ser un paso…y si no se camina, nunca se llega al destino.
Como despedida, el gol y el ambiente del partido contra el Rosemborg, disputado en Baku, excelentes ambos:
Posdata: Debo agradecer la idea de este artículo a uno de mis más admirados blogeros, Diego Gonzalez, el responsable de esa fantástica bitácora que es Fronteras.
El ya habló de lo sucedido en Agdam hace un tiempo, como podéis leer en este artículo. Que consté, no le “robé” la idea, el me la propuso, todo un honor. Espero no haberle decepcionado.
Comentarios
Evidentemente, nunca decepcionas. Fantástica entrada.
Y basta ya o vendrá el señor Lobo :-P