El miedo
Supongo que hay gente que puede disfrutar de la expectativa, de la tensa espera, de los nervios al límite. Si, debe haber muchos así, o las películas de terror no iría a verlas nadie, ni ningún osado se deslizaría por una montaña rusa o subiría a alguna gigantesca noria, donde hasta el vértigo sufre de mareos.
Y yo, sin embargo, odio eso. No soporto estar en tensión, me fastidia no poder controlar mis emociones, no resisto ver como el tiempo parece haber sido detenido, cuando una hora dura una eternidad y tu mente parece incapaz de centrarse en nada.
Que tu equipo juegue una final. Esto, que para madridistas o barcelonistas es casi trivial, para seres como yo, que tomamos la decisión equivocada de seguir a un dios menor, se convierte al tiempo en el cielo y el infierno. Porque tardamos tanto en llegar y no tenemos la certeza de que vayamos a volver en breve tiempo, cualquiera de estas citas se convierte en una especie de duelo final, no a primera sangre, sino a muerte. Habrá gente que no me entienda (Y otros que si, para su desgracia), pero las 48 horas anteriores a la primera final de la UEFA que jugó mi club fueron de las peores que he pasado jamás. Incapaz de dormir, me creía Rambo…y es que no sentía las piernas, me daban calambres, y perdí por completo el apetito. Era solo fútbol, me decía, pero…que alguien le explicara eso a mi estomago, que alguno se atreviera a discutir con mi cerebro. Y si esto sucedía antes del encuentro, el transcurso del mismo se convirtió en una especie de tortura continua, con los segundos clavándose en mi como diminutas e incontables espadas. Y lo peor es que después me vi incapaz de disfrutar la victoria, solo sentía alivio, era una especie de globo desinflado, sin capacidad para asimilar lo hecho.
Desde entonces he vivido varias citas similares, y aunque alguna (ese enfrentamiento contra el Espanyol, cuyo argumento pareció haber sido diseñado por algún pervertido cabrón que me tenia ganas) casi llegó a las cotas de ansiedad de la inicial, pensé que me iba acostumbrando al sufrimiento…
Y puede que fuera sí , pero en estos momentos comienzo a ver resurgir fantasmas del pasado. Cuando faltan aun demasiadas horas para el choque decisivo, me veo presa de la tensión, desganado, descentrado, incapaz de concentrarme en labor alguna, pasando de una cosa a otra, a la velocidad del rayo, como intentando huir de mi mismo, buscando una escapatoria, deseando encontrar una puerta al futuro que me evite las próximas 24 horas. El miedo, si queremos nombrarlo así, esta llamando a la puerta, y yo, como un niño que cree que en su armario hay monstruos, solo deseo taparme con la sabana, cerrar los ojos y pedir que nadie le deje entrar…
Es solo fútbol me digo, pero entonces, ¿Por qué no me escucho?
Y yo, sin embargo, odio eso. No soporto estar en tensión, me fastidia no poder controlar mis emociones, no resisto ver como el tiempo parece haber sido detenido, cuando una hora dura una eternidad y tu mente parece incapaz de centrarse en nada.
Que tu equipo juegue una final. Esto, que para madridistas o barcelonistas es casi trivial, para seres como yo, que tomamos la decisión equivocada de seguir a un dios menor, se convierte al tiempo en el cielo y el infierno. Porque tardamos tanto en llegar y no tenemos la certeza de que vayamos a volver en breve tiempo, cualquiera de estas citas se convierte en una especie de duelo final, no a primera sangre, sino a muerte. Habrá gente que no me entienda (Y otros que si, para su desgracia), pero las 48 horas anteriores a la primera final de la UEFA que jugó mi club fueron de las peores que he pasado jamás. Incapaz de dormir, me creía Rambo…y es que no sentía las piernas, me daban calambres, y perdí por completo el apetito. Era solo fútbol, me decía, pero…que alguien le explicara eso a mi estomago, que alguno se atreviera a discutir con mi cerebro. Y si esto sucedía antes del encuentro, el transcurso del mismo se convirtió en una especie de tortura continua, con los segundos clavándose en mi como diminutas e incontables espadas. Y lo peor es que después me vi incapaz de disfrutar la victoria, solo sentía alivio, era una especie de globo desinflado, sin capacidad para asimilar lo hecho.
Desde entonces he vivido varias citas similares, y aunque alguna (ese enfrentamiento contra el Espanyol, cuyo argumento pareció haber sido diseñado por algún pervertido cabrón que me tenia ganas) casi llegó a las cotas de ansiedad de la inicial, pensé que me iba acostumbrando al sufrimiento…
Y puede que fuera sí , pero en estos momentos comienzo a ver resurgir fantasmas del pasado. Cuando faltan aun demasiadas horas para el choque decisivo, me veo presa de la tensión, desganado, descentrado, incapaz de concentrarme en labor alguna, pasando de una cosa a otra, a la velocidad del rayo, como intentando huir de mi mismo, buscando una escapatoria, deseando encontrar una puerta al futuro que me evite las próximas 24 horas. El miedo, si queremos nombrarlo así, esta llamando a la puerta, y yo, como un niño que cree que en su armario hay monstruos, solo deseo taparme con la sabana, cerrar los ojos y pedir que nadie le deje entrar…
Es solo fútbol me digo, pero entonces, ¿Por qué no me escucho?
Comentarios
Pero sí, me identifico un poco contigo. No veo el momento de que llegue el choque, apenas quedan 23h interminables y estoy seguro que salvo sorpresa (o sea, que machaquemos pronto) voy a sufrir muchísimo pese a ser una final mundialista.
Un abrazo!
Saludos desde Argentina.