El mundial y la amistad
Este artículo lleva cociéndose un largo periodo, y es al tiempo la respuesta a una petición y un homenaje. Quería recordar aquí a quienes me acompañaron en la conquista del mundial (porque si, en cierta forma siento que yo también lo gané, aunque solo sea por lo que sufrí), y hablar de aquellos momentos que compartimos. Se que no voy a ser capaz de hacerlo de forma que guste a todos ellos, pero al menos, intentale hacerlo a mi modo, de forma honrada (y si, algo pedante, o al menos cursi, uno no puede evitar caer en el sentimentalismo, que le vamos a hacer).
Un mes ha pasado, y aun en ocasiones sigo creyendo que todo fue un sueño. He visto muchas veces repetido el gol de Iniesta, casi podría decir cuantos toques se dan, que sucede, fotograma a fotograma, durante ese medio minuto que dura la jugada decisiva. Y a pesar de todo, sigue sin parecerme real. España, campeona del mundo de Fútbol…me es imposible asimilar por completo que ambos términos estén en la misma frase, y no sea un error.
Echo la vista atrás, a todo lo vivido entre el 16 de Junio y el 11 de Julio, entre el pitido inicial del España- Suiza y el final del Holanda-España, ambos sonidos procedentes de los mismos labios, los de un Howard Webb que aun debe estar sacando tarjetas en sus pesadillas. Y los recuerdos me parecen difusos, menos claros de lo que me imaginaba.
Todo comenzó con Suiza. Tierra de relojes, bancos, chocolate…y por supuesto, catenaccio.
No vi el partido completo. Solo en casa, la primera parte me la pase escuchándolo por la radio, inquieto. Dominio si, pero seguía el cero a cero. Los fantasmas empezaban a aparecer.
Decidí bajar a ver por la tele la segunda mitad. Y la cosa empeoró, el gol de Suiza, la inoperancia del ataque español…me fui, esperando que lograran al menos un gol, mientras yo sufría en silencio y a ciegas. Pero el marcador no se movió, y el mundial comenzaba de la peor forma posible. No diría que era inimaginable, porque la afición española en general (y yo en particular) tiene imaginación de sobra para ponerse en lo peor, pero si que fue doloroso.
Daban ganas de abandonar, de ignorar el mundial, de hacer como si no importara. Y seguramente así lo hubiera hecho en otros tiempos…
Pero no sucedió. Unos días antes del segundo partido contra Honduras, unos cuantos amigos nos citamos para ver el choque.
Antes de seguir, quiero que se entienda una cosa. Soy del Sevilla, pero no he vivido ninguno de sus éxitos en “directo”. No vi ninguna de sus finales, ni creo que vea ninguna de las que puedan llegar. Así que asistir a un partido en el que un equipo que siento como mio se juegue algo es casi un ejercicio de masoquismo…y hacerlo seis veces seguidas, debe convertirme en una especie de pervertido amante del sufrimiento…
21 de Junio, en casa de Luís.
Describamos el escenario, porque a partir de entonces, la historia, la nuestra y la de la selección, al menos en nuestras mentes, transcurre entre las paredes de ese apartamento.
Si dijera que es un típico piso de soltero acomodado, tal vez podría dar lugar a falsas impresiones, dado las connotaciones que a veces ofrece las palabras “piso de soltero”. No, no se trata de uno de esos antros llenos de cascos de cerveza, pósters de mujeres desnudas por las paredes y cucarachas caminando entre las cajas de pizzas vacías. Más bien, todo lo contrario. Esta casi demasiado limpio, en ocasiones dan ganas de entrar con guantes en manos y pies, para no contaminar con nuestra sucia presencia la inmaculada atmósfera del lugar. Y la decoración hace juego al continente, espacios amplios que evitan oprimir, cálidas paredes, suaves cojines en donde hundirte… Es ese tipo de apartamento que haría que una mujer admirara profundamente al propietario del mismo por su buen gusto...para en cuanto pudiera atraparlo en sus redes cambiarlo por completo, en busca de dar un toque femenino, de que al entrar alguien allí no pensara en “El”, sino en “Ellos”. Y yo al menos lo entendería, se nota en exceso la personalidad de su ocupante, es, si un piso puede asumir este calificativo, demasiado personal.
Aprovechemos de paso para dar entrada en el articulo a nuestro anfitrión, el primero de los personajes en aparecer en escena. Dotado de una Mente matemática que le hace parecer en ocasiones demasiado cuadriculado (de acuerdo, es directamente un maniático en determinados aspectos, para que engañarnos), el “bonico y misterioso” del grupo es de esos tipos que casi tienen que ir apartando a las chicas como si de una estrella del rock (en su caso del Post grunge decadente) se tratara. Que si, que no es un mito, ese tipo de personas existen, yo puedo dar fe de ello. Que le vamos a hacer, unos nacen con estrella y otros estrellados. Total, en realidad no le hace falta que nadie describa sus méritos, en esos temas no tiene abuela…Si hiciéramos una metáfora futbolística, seria el Cristiano Ronaldo del equipo.
Avancemos en la crónica. Cuatro fuimos los espectadores en ese segundo acto del mundial español. Luis, Pepe, Antoñito y yo. Mentiría si dijera que sufrimos demasiado. La superioridad fue tan absoluta, que las preocupaciones se deslizaron desde el si íbamos a ganar a como estábamos haciéndolo. Si, aquí es cuando entra en escena el doble pivote, algo casi merecedor de la excomunión (y lo de casi no es por falta de ganas, sino por su ateismo militante que le haría ver dicha condena como algo demasiado leve) para del Bosque, en opinión de Pepin. Para el sobraba alguien en el medio centro, y dado su barcelonismo el damnificado debía ser Xabi Alonso. Dado lo mucho que en general en el grupo se disfruta rebatiendo a Pepe (pertinaz en la defensa de sus principios en sus palabras, dogmático cabezón en las de algunos de sus contertulios, “enrocao” en la de otros) y lo mucho que el se obceca en sus convicciones (por si acaso no le mencionéis a Leonardo Dicaprio), era inevitable que el tema fuera recurrente a lo largo de lo que quedaba del mundial. Al menos en esta ocasión sirvió para hacer más atractivo el transcurso del encuentro. Pepe, en lenguaje futbolístico, seria como Menotti o Cappa, un purista amante del virtuosismo, pero que cree que solo hay un estilo valido para triunfar, que es el suyo. Y si no se gana así, no merece la pena.
25 de Junio. España-Chile. En juego el pase de fase. Solo tres pudimos acudir al evento. Además de Luis y yo, Antoñito, el Marques. Singular mancebo dotado de una contagiosa expresividad y una verborrea definitivamente atrapante (eso si, que nadie le pida que recite lo de “si tu quisieras y de mi dependiera”…), es el único del grupo “atrapado” en las garras de uno de esos temidos individuos del sexo opuesto llamados Novias. Si dejamos de lado que la suya es simpática y muy atractiva, esta claro que todos debemos compadecerle. Su aversión por toda carne de “pluma” (y el conejo esta incluido entre ellas, no me preguntéis por que) y un cierto aire señorial son algunas de los otros rasgos destacables de alguien que en un equipo de fútbol ejercería un papel similar a Capdevila. Y no por sus carreras por la banda, sino por sus bailes con cubatas.
Del partido, poco que decir. Aunque Chile comenzó el choque de forma impecable (salvo por su excesiva dureza), los goles de Iniesta y Villa tranquilizaron el encuentro. La segunda mitad, soporífera (y, a mi parecer, vergonzosa en su ultimo cuarto), fue el momento mas bajo en nuestro seguimiento del mundial. Habíamos cumplido, tocaban los octavos.
Martes 29. En esta ocasión, a los tres que repetíamos del anterior encuentro se unía un nuevo contertulio, Sito. Que decir de Sito…sin que nos denuncie por injurias. Sofisticado (para algunos casi Snob, aunque eso sea mas pose que realidad), si estuviera sobre un terreno de juego seria una especie de Guti, genial en ocasiones, pero de escasa movilidad el resto del tiempo. Pero, para ser sinceros, el sitio de Sito seria fuera del campo. Y no, no me refiero sentado en el banco de los suplentes, no, su puesto seria el de entrenador, tiene alma de manager. Dotado de un espíritu tenazmente positivo, es un motivador nato. Eso si, para que os hagáis una idea de sus características, seria una especie de cruce entre Lillo y Valdano. En los viajes, si el pusiera la música, seria más sencillo escuchar a Astrud, los Planetas o algún perdido grupo Indie noruego que cualquier hit de los 40.
¿Qué decir del partido? Que la superioridad de la selección española nos fue animando poco a poco, y que el gol de Villa nos pareció algo casi inevitable, un acto de justicia. Nos aguardaban los cuartos, ante un rival que por nombre parecía más sencillo que el conjunto luso…aunque fiar, nos fiábamos muy poco, y menos con los antecedentes hispanos.
Sábado 3 de Julio. España-Paraguay. Cinco somos los participantes en la cita. Luis, Antonio, Pepe , yo y Felipe. Felipe. Gran persona (en lo alto y en lo humano, capaz de recorrerse 50 kilómetros subiendo montes en un día y luego salir de fiesta y resistir más que cualquiera de los demás), es sin embargo un quemasangre de fama mundial. Asistir a un partido de fútbol con el al lado es un continuo runrún de criticas, comentarios derrotistas y nervios en tensión. Lejos de incomodarle su fama, la cultiva con deleite, vive su papel, “mejorándolo” (haciendo un símil balompédico, su puesto en el campo debería ser el de uno de esos defensas pesados a los que encargan hacer un marcaje al hombre, amargando la vida de su oponente). Y si recordáis el choque ante los guaranies, os imaginareis que fue de lo más propicio para que se gustara en su actuación. Y es que al lado de “plácido”, en comparación, enfrentamiento contra nuestros vecinos peninsulares, el de Paraguay fue un partido a cara de perro. Jugando mal, con un rival que supo manejar sus cartas a la perfección, nosotros sufrimos, como mínimo, tanto como nuestra selección, siempre con ese horizonte final de la historia trágica que nos precedía en esta ronda de telón de fondo.
Cuando nos pitaron el penalti en contra tocamos fondo. Parecíamos condenado a repetir el drama…con la parada de Casillas se rompió la maldición, y la esperanza regresó triunfante. Si, el penal que nos obligaron a repetir nos dolió (y mas cuando estábamos ya celebrando el gol), pero tras superar el momento crítico nos habíamos venido arriba. Villa, de nuevo, se encargó de rubricar nuestro destino.
Habíamos llegado a semifinales, nos sentíamos en una nube. Sin embargo, frente a nosotros nos aguardaba la enorme Alemania, que venia de finiquitar las aspiraciones de ingleses y argentinos. Visto el sufrimiento ante Paraguay, llegamos al encuentro algo asustados, al menos en mi caso, sin ver nada claras nuestras posibilidades. En esta ocasión solo faltaba Felipe, pero no del todo, porque el teléfono nos unió con el a lo largo del encuentro.
Y sin embargo, en lugar de asistir a un baño germano, o a una lucha a muerte, pudimos contemplar el mejor partido de la selección española, a una demostración de clase y superioridad inesperada. Jugamos de un modo tan hermoso, que el gol, aunque tardaba, solo parecía cuestión de tiempo, si el fútbol era justo, lo teníamos que meter…y lo hicimos, aunque de una forma sorprendente. Ese cabezazo de Puyol desato las celebraciones y nos unió en un abrazo colectivo, tan largo como sentido.
Lo habíamos hecho, rompíamos la última de las barreras, llegábamos a donde nunca antes se nos vio. Ahora la sensación era mayoritariamente de euforia, si habíamos derrotados a los poderosos alemanes, Holanda, que había practicado un juego mucho menos brillante, podía ser vencido…y sin embargo, yo, como siempre, temía. Lo cual es por otro lado normal, aunque jugáramos contra Luxemburgo yo tendría respeto (o más bien aprensión). A medida que se acercaba la final, esta inquietud se iba convirtiendo en miedo, en pánico a perder una oportunidad que tal vez jamás se volviera a presentar…
Ese domingo, Luis, Pepe, Felipe y yo quedamos para comer, en un restaurante de la bahía de Mazarrón. Allí, degustando una carne a la piedra, charlando de cine (Una de nuestras pasiones compartidas…aunque no compartamos los mismos gustos), yo al menos lograba olvidar por unas horas lo que se avecinaba. Después, un par de horas de baño en la playa, se convertían en el preludio del que iba a convertirse, seguramente, en el partido más importante de nuestras vidas.
Media hora antes del comienzo comenzábamos a reunirnos. Los cuatro del almuerzo, más Sito. Solo faltaba Antoñito, “secuestrado” por sus deberes maritales. He ido describiendo a lo largo del artículo al resto de protagonistas…pero si, falto yo. Soy el raro del grupo (que tan pronto estoy espitoso como al momento siguiente me sumerjo en una especie de mutismo contemplativo), el novato del mismo (los demás se conocen entre si desde hace mucho tiempo, yo soy un agregado mas reciente, de hace un año apenas), una especie de fichaje de ultima hora dentro de un bloque consolidado, que aun se tiene que hacer un hueco entre los veteranos. En ocasiones me sorprendo de que me hayan aceptado con tan buena disposición, pero en el fondo se que aunque sean una panda de impresentables, no son malos chicos.
Creo que carece de sentido hablar del partido, del sufrimiento por lo igualado del marcador y la indignación casi continua por los excesos naranjas. Yo, que ya había perdido el apetito, casi también perdí el habla. Alguno de mis amigos, no recuerdo quien, citó en broma a Neruda en: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”. Estaba padeciendo como un perro, no era capaz de reaccionar, permanecí casi todo el tiempo sentado en el suelo, perdido en mis pensamientos, casi siempre pesimistas. Terminaba el partido, llegaba la prorroga, y en el horizonte se atisbaban unos penaltis que aguardaba con horror. A Felipe también se le notaba el nerviosismo, pero mientras yo lo expresaba cerrándome sobre mi mismo, el lo hacia moviéndose a lo largo y ancho de la habitación.
Y llego el minuto 116, y pasamos, como en el marcador, del cero al infinito. No me veo capaz de describir los instantes que siguieron al gol. No esta en mi mano transmitir las sensaciones de alegría compartida, de liberación, de amistad y camaradería, el sabernos al borde de hacer historia, de terminar por fin con décadas de mediocridad, y lo mejor, de estar compartiendo todo estos sentimientos con gente como tu. Solo se que nunca un abrazo fue tan sentido, que esos saltos que pegamos uniendo nuestros brazos nunca serán olvidados. Y si, se que soy un estupido sentimental, pero que le vamos a hacer. Nunca había vivido un campeonato de esta forma, y sin duda, se disfruta el doble que en soledad. Tenia ganas, muchas ganas de dedicarle un artículo a aquellos con los que viví esos días, se lo merecían. Se que no les hice justicia, pero al menos, lo intenté.
Y para terminar, creo que lo mejor es despedirme citando algo que escribí por entonces…
" Y en el salón de un piso de Cartagena, cinco tipos duros saltaban como monos gritando gol y se abrazaban sin rubor”.
Ojala algún día podamos volver a hacerlo, aunque ya nunca será igual…
Y vale, se que no os gusta Amaral, pero como una de las primeras veces en la que nos reunimos fue en un concierto suyo…pues pega, lo siento :-P.
Un mes ha pasado, y aun en ocasiones sigo creyendo que todo fue un sueño. He visto muchas veces repetido el gol de Iniesta, casi podría decir cuantos toques se dan, que sucede, fotograma a fotograma, durante ese medio minuto que dura la jugada decisiva. Y a pesar de todo, sigue sin parecerme real. España, campeona del mundo de Fútbol…me es imposible asimilar por completo que ambos términos estén en la misma frase, y no sea un error.
Echo la vista atrás, a todo lo vivido entre el 16 de Junio y el 11 de Julio, entre el pitido inicial del España- Suiza y el final del Holanda-España, ambos sonidos procedentes de los mismos labios, los de un Howard Webb que aun debe estar sacando tarjetas en sus pesadillas. Y los recuerdos me parecen difusos, menos claros de lo que me imaginaba.
Todo comenzó con Suiza. Tierra de relojes, bancos, chocolate…y por supuesto, catenaccio.
No vi el partido completo. Solo en casa, la primera parte me la pase escuchándolo por la radio, inquieto. Dominio si, pero seguía el cero a cero. Los fantasmas empezaban a aparecer.
Decidí bajar a ver por la tele la segunda mitad. Y la cosa empeoró, el gol de Suiza, la inoperancia del ataque español…me fui, esperando que lograran al menos un gol, mientras yo sufría en silencio y a ciegas. Pero el marcador no se movió, y el mundial comenzaba de la peor forma posible. No diría que era inimaginable, porque la afición española en general (y yo en particular) tiene imaginación de sobra para ponerse en lo peor, pero si que fue doloroso.
Daban ganas de abandonar, de ignorar el mundial, de hacer como si no importara. Y seguramente así lo hubiera hecho en otros tiempos…
Pero no sucedió. Unos días antes del segundo partido contra Honduras, unos cuantos amigos nos citamos para ver el choque.
Antes de seguir, quiero que se entienda una cosa. Soy del Sevilla, pero no he vivido ninguno de sus éxitos en “directo”. No vi ninguna de sus finales, ni creo que vea ninguna de las que puedan llegar. Así que asistir a un partido en el que un equipo que siento como mio se juegue algo es casi un ejercicio de masoquismo…y hacerlo seis veces seguidas, debe convertirme en una especie de pervertido amante del sufrimiento…
21 de Junio, en casa de Luís.
Describamos el escenario, porque a partir de entonces, la historia, la nuestra y la de la selección, al menos en nuestras mentes, transcurre entre las paredes de ese apartamento.
Si dijera que es un típico piso de soltero acomodado, tal vez podría dar lugar a falsas impresiones, dado las connotaciones que a veces ofrece las palabras “piso de soltero”. No, no se trata de uno de esos antros llenos de cascos de cerveza, pósters de mujeres desnudas por las paredes y cucarachas caminando entre las cajas de pizzas vacías. Más bien, todo lo contrario. Esta casi demasiado limpio, en ocasiones dan ganas de entrar con guantes en manos y pies, para no contaminar con nuestra sucia presencia la inmaculada atmósfera del lugar. Y la decoración hace juego al continente, espacios amplios que evitan oprimir, cálidas paredes, suaves cojines en donde hundirte… Es ese tipo de apartamento que haría que una mujer admirara profundamente al propietario del mismo por su buen gusto...para en cuanto pudiera atraparlo en sus redes cambiarlo por completo, en busca de dar un toque femenino, de que al entrar alguien allí no pensara en “El”, sino en “Ellos”. Y yo al menos lo entendería, se nota en exceso la personalidad de su ocupante, es, si un piso puede asumir este calificativo, demasiado personal.
Aprovechemos de paso para dar entrada en el articulo a nuestro anfitrión, el primero de los personajes en aparecer en escena. Dotado de una Mente matemática que le hace parecer en ocasiones demasiado cuadriculado (de acuerdo, es directamente un maniático en determinados aspectos, para que engañarnos), el “bonico y misterioso” del grupo es de esos tipos que casi tienen que ir apartando a las chicas como si de una estrella del rock (en su caso del Post grunge decadente) se tratara. Que si, que no es un mito, ese tipo de personas existen, yo puedo dar fe de ello. Que le vamos a hacer, unos nacen con estrella y otros estrellados. Total, en realidad no le hace falta que nadie describa sus méritos, en esos temas no tiene abuela…Si hiciéramos una metáfora futbolística, seria el Cristiano Ronaldo del equipo.
Avancemos en la crónica. Cuatro fuimos los espectadores en ese segundo acto del mundial español. Luis, Pepe, Antoñito y yo. Mentiría si dijera que sufrimos demasiado. La superioridad fue tan absoluta, que las preocupaciones se deslizaron desde el si íbamos a ganar a como estábamos haciéndolo. Si, aquí es cuando entra en escena el doble pivote, algo casi merecedor de la excomunión (y lo de casi no es por falta de ganas, sino por su ateismo militante que le haría ver dicha condena como algo demasiado leve) para del Bosque, en opinión de Pepin. Para el sobraba alguien en el medio centro, y dado su barcelonismo el damnificado debía ser Xabi Alonso. Dado lo mucho que en general en el grupo se disfruta rebatiendo a Pepe (pertinaz en la defensa de sus principios en sus palabras, dogmático cabezón en las de algunos de sus contertulios, “enrocao” en la de otros) y lo mucho que el se obceca en sus convicciones (por si acaso no le mencionéis a Leonardo Dicaprio), era inevitable que el tema fuera recurrente a lo largo de lo que quedaba del mundial. Al menos en esta ocasión sirvió para hacer más atractivo el transcurso del encuentro. Pepe, en lenguaje futbolístico, seria como Menotti o Cappa, un purista amante del virtuosismo, pero que cree que solo hay un estilo valido para triunfar, que es el suyo. Y si no se gana así, no merece la pena.
25 de Junio. España-Chile. En juego el pase de fase. Solo tres pudimos acudir al evento. Además de Luis y yo, Antoñito, el Marques. Singular mancebo dotado de una contagiosa expresividad y una verborrea definitivamente atrapante (eso si, que nadie le pida que recite lo de “si tu quisieras y de mi dependiera”…), es el único del grupo “atrapado” en las garras de uno de esos temidos individuos del sexo opuesto llamados Novias. Si dejamos de lado que la suya es simpática y muy atractiva, esta claro que todos debemos compadecerle. Su aversión por toda carne de “pluma” (y el conejo esta incluido entre ellas, no me preguntéis por que) y un cierto aire señorial son algunas de los otros rasgos destacables de alguien que en un equipo de fútbol ejercería un papel similar a Capdevila. Y no por sus carreras por la banda, sino por sus bailes con cubatas.
Del partido, poco que decir. Aunque Chile comenzó el choque de forma impecable (salvo por su excesiva dureza), los goles de Iniesta y Villa tranquilizaron el encuentro. La segunda mitad, soporífera (y, a mi parecer, vergonzosa en su ultimo cuarto), fue el momento mas bajo en nuestro seguimiento del mundial. Habíamos cumplido, tocaban los octavos.
Martes 29. En esta ocasión, a los tres que repetíamos del anterior encuentro se unía un nuevo contertulio, Sito. Que decir de Sito…sin que nos denuncie por injurias. Sofisticado (para algunos casi Snob, aunque eso sea mas pose que realidad), si estuviera sobre un terreno de juego seria una especie de Guti, genial en ocasiones, pero de escasa movilidad el resto del tiempo. Pero, para ser sinceros, el sitio de Sito seria fuera del campo. Y no, no me refiero sentado en el banco de los suplentes, no, su puesto seria el de entrenador, tiene alma de manager. Dotado de un espíritu tenazmente positivo, es un motivador nato. Eso si, para que os hagáis una idea de sus características, seria una especie de cruce entre Lillo y Valdano. En los viajes, si el pusiera la música, seria más sencillo escuchar a Astrud, los Planetas o algún perdido grupo Indie noruego que cualquier hit de los 40.
¿Qué decir del partido? Que la superioridad de la selección española nos fue animando poco a poco, y que el gol de Villa nos pareció algo casi inevitable, un acto de justicia. Nos aguardaban los cuartos, ante un rival que por nombre parecía más sencillo que el conjunto luso…aunque fiar, nos fiábamos muy poco, y menos con los antecedentes hispanos.
Sábado 3 de Julio. España-Paraguay. Cinco somos los participantes en la cita. Luis, Antonio, Pepe , yo y Felipe. Felipe. Gran persona (en lo alto y en lo humano, capaz de recorrerse 50 kilómetros subiendo montes en un día y luego salir de fiesta y resistir más que cualquiera de los demás), es sin embargo un quemasangre de fama mundial. Asistir a un partido de fútbol con el al lado es un continuo runrún de criticas, comentarios derrotistas y nervios en tensión. Lejos de incomodarle su fama, la cultiva con deleite, vive su papel, “mejorándolo” (haciendo un símil balompédico, su puesto en el campo debería ser el de uno de esos defensas pesados a los que encargan hacer un marcaje al hombre, amargando la vida de su oponente). Y si recordáis el choque ante los guaranies, os imaginareis que fue de lo más propicio para que se gustara en su actuación. Y es que al lado de “plácido”, en comparación, enfrentamiento contra nuestros vecinos peninsulares, el de Paraguay fue un partido a cara de perro. Jugando mal, con un rival que supo manejar sus cartas a la perfección, nosotros sufrimos, como mínimo, tanto como nuestra selección, siempre con ese horizonte final de la historia trágica que nos precedía en esta ronda de telón de fondo.
Cuando nos pitaron el penalti en contra tocamos fondo. Parecíamos condenado a repetir el drama…con la parada de Casillas se rompió la maldición, y la esperanza regresó triunfante. Si, el penal que nos obligaron a repetir nos dolió (y mas cuando estábamos ya celebrando el gol), pero tras superar el momento crítico nos habíamos venido arriba. Villa, de nuevo, se encargó de rubricar nuestro destino.
Habíamos llegado a semifinales, nos sentíamos en una nube. Sin embargo, frente a nosotros nos aguardaba la enorme Alemania, que venia de finiquitar las aspiraciones de ingleses y argentinos. Visto el sufrimiento ante Paraguay, llegamos al encuentro algo asustados, al menos en mi caso, sin ver nada claras nuestras posibilidades. En esta ocasión solo faltaba Felipe, pero no del todo, porque el teléfono nos unió con el a lo largo del encuentro.
Y sin embargo, en lugar de asistir a un baño germano, o a una lucha a muerte, pudimos contemplar el mejor partido de la selección española, a una demostración de clase y superioridad inesperada. Jugamos de un modo tan hermoso, que el gol, aunque tardaba, solo parecía cuestión de tiempo, si el fútbol era justo, lo teníamos que meter…y lo hicimos, aunque de una forma sorprendente. Ese cabezazo de Puyol desato las celebraciones y nos unió en un abrazo colectivo, tan largo como sentido.
Lo habíamos hecho, rompíamos la última de las barreras, llegábamos a donde nunca antes se nos vio. Ahora la sensación era mayoritariamente de euforia, si habíamos derrotados a los poderosos alemanes, Holanda, que había practicado un juego mucho menos brillante, podía ser vencido…y sin embargo, yo, como siempre, temía. Lo cual es por otro lado normal, aunque jugáramos contra Luxemburgo yo tendría respeto (o más bien aprensión). A medida que se acercaba la final, esta inquietud se iba convirtiendo en miedo, en pánico a perder una oportunidad que tal vez jamás se volviera a presentar…
Ese domingo, Luis, Pepe, Felipe y yo quedamos para comer, en un restaurante de la bahía de Mazarrón. Allí, degustando una carne a la piedra, charlando de cine (Una de nuestras pasiones compartidas…aunque no compartamos los mismos gustos), yo al menos lograba olvidar por unas horas lo que se avecinaba. Después, un par de horas de baño en la playa, se convertían en el preludio del que iba a convertirse, seguramente, en el partido más importante de nuestras vidas.
Media hora antes del comienzo comenzábamos a reunirnos. Los cuatro del almuerzo, más Sito. Solo faltaba Antoñito, “secuestrado” por sus deberes maritales. He ido describiendo a lo largo del artículo al resto de protagonistas…pero si, falto yo. Soy el raro del grupo (que tan pronto estoy espitoso como al momento siguiente me sumerjo en una especie de mutismo contemplativo), el novato del mismo (los demás se conocen entre si desde hace mucho tiempo, yo soy un agregado mas reciente, de hace un año apenas), una especie de fichaje de ultima hora dentro de un bloque consolidado, que aun se tiene que hacer un hueco entre los veteranos. En ocasiones me sorprendo de que me hayan aceptado con tan buena disposición, pero en el fondo se que aunque sean una panda de impresentables, no son malos chicos.
Creo que carece de sentido hablar del partido, del sufrimiento por lo igualado del marcador y la indignación casi continua por los excesos naranjas. Yo, que ya había perdido el apetito, casi también perdí el habla. Alguno de mis amigos, no recuerdo quien, citó en broma a Neruda en: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”. Estaba padeciendo como un perro, no era capaz de reaccionar, permanecí casi todo el tiempo sentado en el suelo, perdido en mis pensamientos, casi siempre pesimistas. Terminaba el partido, llegaba la prorroga, y en el horizonte se atisbaban unos penaltis que aguardaba con horror. A Felipe también se le notaba el nerviosismo, pero mientras yo lo expresaba cerrándome sobre mi mismo, el lo hacia moviéndose a lo largo y ancho de la habitación.
Y llego el minuto 116, y pasamos, como en el marcador, del cero al infinito. No me veo capaz de describir los instantes que siguieron al gol. No esta en mi mano transmitir las sensaciones de alegría compartida, de liberación, de amistad y camaradería, el sabernos al borde de hacer historia, de terminar por fin con décadas de mediocridad, y lo mejor, de estar compartiendo todo estos sentimientos con gente como tu. Solo se que nunca un abrazo fue tan sentido, que esos saltos que pegamos uniendo nuestros brazos nunca serán olvidados. Y si, se que soy un estupido sentimental, pero que le vamos a hacer. Nunca había vivido un campeonato de esta forma, y sin duda, se disfruta el doble que en soledad. Tenia ganas, muchas ganas de dedicarle un artículo a aquellos con los que viví esos días, se lo merecían. Se que no les hice justicia, pero al menos, lo intenté.
Y para terminar, creo que lo mejor es despedirme citando algo que escribí por entonces…
" Y en el salón de un piso de Cartagena, cinco tipos duros saltaban como monos gritando gol y se abrazaban sin rubor”.
Ojala algún día podamos volver a hacerlo, aunque ya nunca será igual…
Y vale, se que no os gusta Amaral, pero como una de las primeras veces en la que nos reunimos fue en un concierto suyo…pues pega, lo siento :-P.
Comentarios
Es increible la cantidad de imágenes que nos quedan en la memoria de cómo hemos vivido esos partidos. Recuerdo como el primero yo tampoco pude verlo entero, aunque por cuestiones de trabajo. Solo pude ver la primera mitad y escuchar la segunda en el trabajo, y sentir cómo se me helaba la sangre con el gol de Suiza. Esa tarde, en la que iba con mi camiseta de la selección, más de uno y de dos me preguntaron que por qué no me quitaba la camiseta, con lo malos que "ERAN".Y decir que no eran, malos. Que en todo caso "eramos".
Después Honduras, en casa de mis padres con mi señora y nuestra futura criatura en su vientre. Mi padre diciéndo lo bueno que es Busquets y yo diciendo lo malo que es Torres. La alegría de los dos goles.
Después los partidos de Chile y Portugal con mis amigos en nuestro bar habitual (que por supuesto patrocina nuestro equipo de fútbol sala). En el primero, desgañitarme dando gritos a un televisor pidiendo movimiento y tiros desde la frontal en la segunda parte. En el segundo, ver como nuestras quinielas del cambio de Torres (unos pidiendo a Silva, otros a Pedro, yo a Fábregas) se iban al carajo por la aparición de un Llorente sublime ese día.
Los cuartos frente a Paraguay, de nuevo en compañía familiar. Ver a mi madre todo el encuentro dando vueltas por el salón por los nervios, la sonrisa resabiada de mi padre, la alegría de la parada de Casillas, el bajón del penalty fallado, la exaltación con el gol de Villa, tocarle la barriga a mi mujer y decirle al bebé desde fuera que estábamos en semifinales.
Semifinales de nuevo en el bar, con ambiente engalanado para la ocasión: banderas, camisetas rojas por doquier, gente de pie hasta la puerta, gente que no quiere mirar por los nervios. Pensar que como metamos un gol aquello va a parecer el pogo de un concierto de Pantera y sobre todo pensar lo bien que estábamos jugando, que no podíamos perdonar goles ese día. Y llegó el gol, y meterme entre mi mujer y la multitud de gente, para convertirme en una especie de muro de separación, de modo que nadie le diera un golpe accidental. Y la jugada en que Pedro no se la da a Torres que hubiera sido la sentencia. Y la alegría y las llamadas tras el pitido del árbitro, oir fuegos artificales y claxons de coches.
Y la final, en casa de mis padres. Quitándome la espinita de no haber visto la final de la Euro con ellos y pensando que estábamos ante el día que haríamos historia. Hasta con mi hermana, vía videoconferencia, ella a miles de kilómetros, en Los Ángeles, viéndolo online, y sufriendo doblemente: al oirnos a nosotros y luego al ver ella la jugada con su minuto de retardo.
El peor partido de mi vida. El día que más he sufrido viendo fútbol. Ver la patada de De Jong a Xabi Alonso y pensar que aquello no podía ser real, que eso no había pasado y ese hombre seguía en el césped.
Miedo de haber fallado las primeras oportunidades del partido, terror en el mano a mano de Robben con Casillas, rabia cuando Fábregas no se la dio a Villa frente al portero (creo que nunca insulté así a un futbolista, y Fábregas es una de mis pequeñas debilidades, conste).
Y el gol de Iniesta. Quedarme callado, mudo, con las manos en la boca de sorpresa y los ojos abiertos como platos. Sin casi reaccionar. Pedir que pasaran esos minutos cuando antes, aunque se hicieron eternos.
Y el pitido final del árbitro. Y taparme la cara y llorar. Sin poder hablar, mientras mis padres y mi mujer se abrazaban , y me abrazaban, oyendo la alegría de mi hermana a través del ordenador. Yo estaba quieto. Y llorando.
Y cuando vi a Casillas levantar la copa, volver a hablar al vientre de mi mujer, al bebé,y decirle:
SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO!
Inolvidable.
te animaria a que usaras el tuyo para escribir un post, lo tienes casi hecho, y lo merece :-)
Un saludo
http://www.librosaguilar.com/es/los-silencios-del-larguero-cuando-fuimos-campeones/
un saludo
Los partidos... importantes son todos :D