Espíritu de equipo
Que el mundo del fútbol suele asociarse casi exclusivamente con el glamour, los premios o los flashes por parte de aquellos menos cercanos a él, no es ningún fenómeno novedoso. Incluso desde gran parte de los medios podría decirse que se favorece esa percepción al centrarse gran parte de su información en los clubes más poderosos. En el caso español, resulta innecesario decir cuales son los clubes sobre los que existe esa sobreinformación y de qué medios (televisivos, escritos, radiofónicos y online) proviene.
También resulta innecesario, considero pensando en las inquietudes de quienes siguen leyendo este artículo, explicitar que toda esa imagen ("farándula" según en qué ocasiones) es solo la guinda del gigantesco pastel que es el fútbol asociación, y por ejemplo solo un puñado de jugadores (no más de 20 ,probablemente, en todo el mundo) podrían subsistir con los honorarios percibidos por una sola de sus campañas al contrario de la creencia popular. La cruda realidad es que bajo esa guinda embustera se asentan millones de historias de clubes y jugadores humildes. Centrándonos en los clubes, podría decirse que, sin embargo, existe un fenómeno común a todos los niveles: la particular simbiosis entre lo que es la estructura en sí (los trabajadores, dirigentes, etc...) y aquellos que le dan sentido a lo que hacen los primeros: La afición del equipo, quienes sin obtener mayor beneficio que la alegría de ver a su equipo ganar cuando ello ocurre, o de sufrir en más de una ocasión, también necesitan de los primeros, del establishment de la institución, para que ese "objeto de deseo", ese club de sus amores y sus ardores, pueda seguir funcionando.
Con el paso del tiempo, hemos ido viendo evolucionar el modo en que los clubes funcionan. Muchos de los presentes recordaremos la conversión de los clubes españoles en Sociedades Anónimas Deportivas, por ejemplo, algo que afectó en mayor o menor medida según las filias o fobias de cada aficionado. Personalmente, este proceso lo observé de manera más ajena que otra cosa pero, aún hoy, al pensar en el término Sociedad Anónima Deportiva pienso cuasi automáticamente en el Albacete.¿Por qué? pues por algo tan elemental como que en una de las colecciones de cromos que hice durante mi infancia, el Albacete era el primero del álbum en venir señalado con ese nombre. Lo importante de esto no es la anécdota -que cualquier psicólogo podría atribuir al efecto primacía en el recuerdo- sino el reflejar cómo, aunque no nos demos cuenta, aunque sea de manera casi subliminal, ciertos cambios que en su día se nos pasan por alto, al final calan en nuestra mente.
Hoy día estamos asistiendo a varios fenómenos que quizá no son más que la evolución de aquel. Nos centraremos en dos de ellos. Uno, absolutamente publicitado parece enfatizar en lo positivo de la circunstancia; otro, al que en realidad hace referencia el título, habla de consecuencias menos deseables, aunque con una historia humana, y más poderosa quizá, tras él.
En primer lugar, estamos siendo testigos de cómo el número de clubes a los que se está inyectando dinero desde nuevos compradores va incrementándose a un ritmo espectacular. Si hace ocho años el Chelsea fue el que puso esta circunstancia de relieve en el mapa de manera global tras la compra de Roman Abramovic, hoy encontramos ejemplos por doquier. En el último mes, solo en España, Racing de Santander y Zaragoza han sido noticia por ello, sin ir más lejos. Si la inversión lleva a ambos clubes a buen puerto (o al menos a un estatus deportivo y económico superior al actual) solo lo dirá el tiempo. Al principio, logicamente, todo son buenas intenciones, suenan grandes nombres y proyectos para los equipos. Y este factor en si no es necesariamente negativo, pero tampoco es garantía en absoluto de la consecución de objetivo alguno, no faltan tampoco ejemplos de equipos que se han visto abandonados a su suerte tras ver (más bien comprobar en el bolsillo propio) los dueños lo poco rentable que puede llegar a ser el fútbol.
Pero, es posible que el fenómeno más apasionante de todo este maremagnum de inversores se está escapando de nuestro campo de visión, cegados de nuevo por el brillo de los flashes, igual que le ocurre a los menos aficionados al deporte. La verdadera revolución, podría ser, en realidad otra. Una suerte de contrarrevolución silenciosa. Está apareciendo un nuevo modelo de club en el que aficionados, socios o no, de determinados clubes deciden, hartos del mercantilismo institucional, o simplemente de una gestión interesada, que hay que cambiar las cosas, si hace falta, empezando desde abajo. Muchos conocemos la historia del United of Manchester, club fundado hace ya seis años tras la llegada de Malcolm Glazer a los Red Devils, y que en Informe Robinson nos acercaron de manera espectacular.
Muchos dirán que aquí somos muy cómodos para llegar a tener una iniciativa como esa. Yo mismo pensaba eso hasta hace bien poco. Sin embargo, mucho más cerca, tenemos un ejemplo desconocido por muchos, que no sale en los medios pero con igual valor romántico, idealista, y de amor a unos colores. Se trata del Atlético Club de Socios, club surgido por motivos similares al ejemplo mancuniano aunque sin un punto de partida tan claro como la llegada de un grupo inversor que adquiere el club. Quien más, quien menos, conoce la evolución de la historia del Atlético de Madrid desde la llegada de la familia Gil a los despachos del club colchonero, con sus pros, sus contras, sus éxitos, fracasos títulos, ,etc…no creo que un servidor sea la persona más indicada para realizar un análisis sociológico de la realidad atlética, pero no parece precipitado afirmar que, de los dos entes en que separábamos un club al principio del texto, uno de ellos, o al menos un amplio sector dentro de la afición, es crítico con ese organigrama institucional. Y deciden dar un paso al frente. Obviamente resultaría, hoy día, un sinsentido comparar el poderío de una institución frente a la otra, incluso habrá quien diga que ese proyecto es poco más que una mosca sobre el lomo de un oso.
Pero ambos casos, y seguro que existen más, nos plantean una serie de cuestiones a tener en cuenta. Sin ir más lejos, habrá quien diga que este tipo de iniciativas tendrán lugar ante las adversidades deportivas ya que son circunstancias en las que se hace más visible lo erróneo de una gestión. No parece el caso de ninguno de estos dos ejemplos, incluso sería un sinsentido señalar eso en el caso de los británicos, puesto que los Red Devils ha tenido brillantes campañas tanto antes como tras la llegada de los Glazer, alzando incluso la UEFA Champions League. Otras variables que cabría plantearse son si afectaría a la hora de dar ese paso, esa refundación, la estabilidad tanto deportiva, social o económica del club que se trate (imaginemos el caso de un equipo humilde a punto de desaparecer, frente a dos gigantes como United y Atlético), si realmente amplios sectores de la afición estarían dispuestos a iniciar todo desde cero, o las que cada uno quiera plantear.
Todas ellas pueden llevarnos a una ¿Es posible que de la vuelta el péndulo que se inició con las Sociedades Anónimas Deportivas?
Por si no habeis visto el espectacular reportaje, al que aludimos en este post, dedicado en Informe Robinson al United of Manchester FC, podéis hacerlo desde aqui:
Parte 1:
Parte 2:
También resulta innecesario, considero pensando en las inquietudes de quienes siguen leyendo este artículo, explicitar que toda esa imagen ("farándula" según en qué ocasiones) es solo la guinda del gigantesco pastel que es el fútbol asociación, y por ejemplo solo un puñado de jugadores (no más de 20 ,probablemente, en todo el mundo) podrían subsistir con los honorarios percibidos por una sola de sus campañas al contrario de la creencia popular. La cruda realidad es que bajo esa guinda embustera se asentan millones de historias de clubes y jugadores humildes. Centrándonos en los clubes, podría decirse que, sin embargo, existe un fenómeno común a todos los niveles: la particular simbiosis entre lo que es la estructura en sí (los trabajadores, dirigentes, etc...) y aquellos que le dan sentido a lo que hacen los primeros: La afición del equipo, quienes sin obtener mayor beneficio que la alegría de ver a su equipo ganar cuando ello ocurre, o de sufrir en más de una ocasión, también necesitan de los primeros, del establishment de la institución, para que ese "objeto de deseo", ese club de sus amores y sus ardores, pueda seguir funcionando.
Con el paso del tiempo, hemos ido viendo evolucionar el modo en que los clubes funcionan. Muchos de los presentes recordaremos la conversión de los clubes españoles en Sociedades Anónimas Deportivas, por ejemplo, algo que afectó en mayor o menor medida según las filias o fobias de cada aficionado. Personalmente, este proceso lo observé de manera más ajena que otra cosa pero, aún hoy, al pensar en el término Sociedad Anónima Deportiva pienso cuasi automáticamente en el Albacete.¿Por qué? pues por algo tan elemental como que en una de las colecciones de cromos que hice durante mi infancia, el Albacete era el primero del álbum en venir señalado con ese nombre. Lo importante de esto no es la anécdota -que cualquier psicólogo podría atribuir al efecto primacía en el recuerdo- sino el reflejar cómo, aunque no nos demos cuenta, aunque sea de manera casi subliminal, ciertos cambios que en su día se nos pasan por alto, al final calan en nuestra mente.
Hoy día estamos asistiendo a varios fenómenos que quizá no son más que la evolución de aquel. Nos centraremos en dos de ellos. Uno, absolutamente publicitado parece enfatizar en lo positivo de la circunstancia; otro, al que en realidad hace referencia el título, habla de consecuencias menos deseables, aunque con una historia humana, y más poderosa quizá, tras él.
En primer lugar, estamos siendo testigos de cómo el número de clubes a los que se está inyectando dinero desde nuevos compradores va incrementándose a un ritmo espectacular. Si hace ocho años el Chelsea fue el que puso esta circunstancia de relieve en el mapa de manera global tras la compra de Roman Abramovic, hoy encontramos ejemplos por doquier. En el último mes, solo en España, Racing de Santander y Zaragoza han sido noticia por ello, sin ir más lejos. Si la inversión lleva a ambos clubes a buen puerto (o al menos a un estatus deportivo y económico superior al actual) solo lo dirá el tiempo. Al principio, logicamente, todo son buenas intenciones, suenan grandes nombres y proyectos para los equipos. Y este factor en si no es necesariamente negativo, pero tampoco es garantía en absoluto de la consecución de objetivo alguno, no faltan tampoco ejemplos de equipos que se han visto abandonados a su suerte tras ver (más bien comprobar en el bolsillo propio) los dueños lo poco rentable que puede llegar a ser el fútbol.
Pero, es posible que el fenómeno más apasionante de todo este maremagnum de inversores se está escapando de nuestro campo de visión, cegados de nuevo por el brillo de los flashes, igual que le ocurre a los menos aficionados al deporte. La verdadera revolución, podría ser, en realidad otra. Una suerte de contrarrevolución silenciosa. Está apareciendo un nuevo modelo de club en el que aficionados, socios o no, de determinados clubes deciden, hartos del mercantilismo institucional, o simplemente de una gestión interesada, que hay que cambiar las cosas, si hace falta, empezando desde abajo. Muchos conocemos la historia del United of Manchester, club fundado hace ya seis años tras la llegada de Malcolm Glazer a los Red Devils, y que en Informe Robinson nos acercaron de manera espectacular.
Muchos dirán que aquí somos muy cómodos para llegar a tener una iniciativa como esa. Yo mismo pensaba eso hasta hace bien poco. Sin embargo, mucho más cerca, tenemos un ejemplo desconocido por muchos, que no sale en los medios pero con igual valor romántico, idealista, y de amor a unos colores. Se trata del Atlético Club de Socios, club surgido por motivos similares al ejemplo mancuniano aunque sin un punto de partida tan claro como la llegada de un grupo inversor que adquiere el club. Quien más, quien menos, conoce la evolución de la historia del Atlético de Madrid desde la llegada de la familia Gil a los despachos del club colchonero, con sus pros, sus contras, sus éxitos, fracasos títulos, ,etc…no creo que un servidor sea la persona más indicada para realizar un análisis sociológico de la realidad atlética, pero no parece precipitado afirmar que, de los dos entes en que separábamos un club al principio del texto, uno de ellos, o al menos un amplio sector dentro de la afición, es crítico con ese organigrama institucional. Y deciden dar un paso al frente. Obviamente resultaría, hoy día, un sinsentido comparar el poderío de una institución frente a la otra, incluso habrá quien diga que ese proyecto es poco más que una mosca sobre el lomo de un oso.
Pero ambos casos, y seguro que existen más, nos plantean una serie de cuestiones a tener en cuenta. Sin ir más lejos, habrá quien diga que este tipo de iniciativas tendrán lugar ante las adversidades deportivas ya que son circunstancias en las que se hace más visible lo erróneo de una gestión. No parece el caso de ninguno de estos dos ejemplos, incluso sería un sinsentido señalar eso en el caso de los británicos, puesto que los Red Devils ha tenido brillantes campañas tanto antes como tras la llegada de los Glazer, alzando incluso la UEFA Champions League. Otras variables que cabría plantearse son si afectaría a la hora de dar ese paso, esa refundación, la estabilidad tanto deportiva, social o económica del club que se trate (imaginemos el caso de un equipo humilde a punto de desaparecer, frente a dos gigantes como United y Atlético), si realmente amplios sectores de la afición estarían dispuestos a iniciar todo desde cero, o las que cada uno quiera plantear.
Todas ellas pueden llevarnos a una ¿Es posible que de la vuelta el péndulo que se inició con las Sociedades Anónimas Deportivas?
Por si no habeis visto el espectacular reportaje, al que aludimos en este post, dedicado en Informe Robinson al United of Manchester FC, podéis hacerlo desde aqui:
Parte 1:
Parte 2:
Comentarios
Y sobre los no nuevos inversores, como el caso del Atlético, pues mal harían en olvidar que todo se mantiene (como he tratado de decir en el artículo) en gran parte gracias a la afición.
Y por parte de la afición, por supuesto, le doy gran valor a la decisión de refundar el equipo para que se mantengan los valores que representa para ellos. Es un esfuerzo más que considerable. Y un signo de cambio importante.
Un saludo.