Nacionalismo, fútbol y turbo-folk
Cuando se sentó en el banquillo del Calderón aquella noche de septiembre de 1998 los medios deportivos recogieron la noticia con una mezcla de frivolidad y una pequeña pátina de preocupación. El revuelo tenía justificación: uñas largas y cinceladas en horas de sesiones, labios babuínicos, pechos siliconados en escotes generosos... La figura de Ceca, como se suele conocer a Svetlana Raznatovic, no era precisamente algo habitual en el césped del estadio rojiblanco, más acostumbrado por aquella época a disfrutar de la visión de la calva de Sacchi. Los chascarrillos de Jesús Gil, defensor del baño en jacuzzi en compañía, sobre la cantante hicieron aumentar el tono festivo de la visita, pero lo cierto es que Ceca tenía y tiene un lado tenebroso que casaba mal con toda esa fanfarria.
Para empezar era la presidenta (y en calidad de delegada de campo, ocupaba un puesto en el banquillo del Calderón) del Obilic , equipo de Belgrado que había ganado sorprendentemente la liga yugoslava la temporada anterior. No hay que escarbar demasiado, sin embargo, para conocer la ideología política del equipo. El club toma su nombre y su escudo de Milos Obilic, figura guerrera serbia que se mueve entre el mito y la realidad y que fue el encargado de asesinar al sultán Murad I en la llamada Batalla del campo de los mirlos o Batalla de Kosovo de 1389. Dicha batalla, que acabó con derrota serbia y que supuso la conversión de estos en vasallos del imperio otomano ha pasado al imaginario del nacionalismo serbio casi como un hecho fundante y justificador de la presencia en Kosovo.
Pero el Obilic estaba vinculado con el nacionalismo serbio más recalcitrante (y el nacionalismo serbio es quizás el más recalcitrante de los nacionalismos) no sólo de manera simbólica. El verdadero hombre fuerte del club, más allá de su voluptuosa presidenta, era el marido de esta, Zelvjo Raznatovic, más conocido por su nombre de guerra, Arkan. Y con lo de nombre de guerra hablamos literalmente: Arkan fue acusado por crímenes de guerra (por si fuera suficientemente crimen la guerra en sí) durante el conflicto en Yugoslavia. Arkan, reuniendo entre otros elementos a aficionados del Estrella Roja, creó un grupo de paramilitares, que se hizo famoso en algunas zonas de combate por su violencia. El matrimonio entre el señor de la guerra y la cantante de turbo-folk, género en el que se mezclaba folklore balcánico, letras patrióticas, pop y mujeres con poca ropa, parecía obra del destino: era en sí mismo la mejor imagen y tarjeta de presentación del nacionalismo serbio.
Una vez firmados los acuerdos de Dayton, Arkan decidió hacerse cargo, en junio de 1996, del Obilic, un pequeño equipo de Belgrado. Y el triunfo fue súbito: en la primera campaña del club en la primera división de la ex Yugoslavia, la 97/98 consiguió hacerse con el título. También es cierto que quizás no eran adalides del buen juego: hubo más de una denuncia de los rivales de jugar amenazados por unos aficionados más que belicosos.
Ya que el equipo debía jugar por Europa (pese a que la Uefa pensó en no admitir al equipo) y Arkan tenía algunos asuntos pendientes por la Interpol, Zelvjo dejó la presidencia en su esposa y así fue cómo se cruzaron los destinos de Ceca y el Atlético. Arkan sería asesinado pocos años después en enero de 2000, en un crimen todavía no aclarado, el equipo regresó a las cloacas del fútbol serbio tan rápido como salió de ellas y de Ceca poco más se volvió a saber por España, más allá de sus exitosos conciertos en el Pequeño Maracaná. Hasta hace unas semanas, cuando la fiscalía de Belgrado la acusó de desfalco y de apropiarse once (o cuatro, según las fuentes) millones de euros por los traspasos en el Obilic. No fue, sin duda, un club ejemplar.
Comentarios
Carlos
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Los Balcanes, buf, qué dos décadas. No recordaba al Obilic, pero algo sí había leído de él. Ahora, de este post rescato el turbo-folk: creo que es el género más bizarro sobre el que he leído jamás. Aunque me consuela saber que no consiste en una mezcla entre Turbonegro y The Decemberists.