Steaua, Estrella Roja y la arruga bella

“Las Copas de Europa lucen en ambas vitrinas antiguas pero preciosas a ojos de las generaciones que las disfrutaron y aquellas que sueñan con emular a aquellos héroes de tiempos cada vez más pretéritos…”

Si, lo sé (?), igual se me fue la mano con el símil que titula la entrada. Sin embargo no deja de ser cierto que para aquellos que amamos el deporte en general y el fútbol en particular cada vez miramos con más zozobra el futuro, especialmente si echamos la vista atrás para recordar épocas no tan lejanas en el tiempo pero que parecen absolutamente irrepetibles en los años venideros dada la vorágine en la que ha entrado nuestra disciplina, más aún si nos referimos al ámbito europeo como es el caso.

Si bien hoy reinan, avasallan, aplastan o ningunean (como gusten llamarlo) aquellos poderosos que tienen el dinero por castigo, antaño el abanico de posibilidades era mucho más amplio, no solo en el panorama nacional sino también en el internacional. Desde mediados de los ochenta hasta el mismo periodo en la década siguiente gozamos de sorpresas tan grandes como agradables en las competiciones del Viejo Continente, especialmente en la Copa de Europa.

De este modo, aprovechando que estamos en 2011 me gustaría conmemorar un par de efemérides de esos tiempos tan añorados como irrepetibles: las copas de Europa logradas por Steaua de Bucarest (1986) y Estrellla Roja de Belgrado (1991) ahora que los aniversarios de tales hazañas alcanzan números redondos. No solo fueron los primeros equipos del Este continental en lograrlo, sino hasta la fecha los únicos, algo que parece que por desgracia permanecerá así por los tiempos de los tiempos.

Aquellas eran Copas de Europa en serio, con choques a muerte en campos inhóspitos no como la mariconada de ahora cuando visitar a nuestros protagonistas u otro como Anderlecht o Göteborg eran auténticos calvarios para los grandes por más laureles que acumulasen. También, aunque huelga decirlo, era un fútbol infinitamente más igualado al no existir la abismal descompensación económica actual que ha propiciado el dinero de magnates, jeques, las televisiones y también el merchandising. Era, en definitiva, un fútbol mucho más romántico, con melenas al viento, bigotes por doquier y pantalones ajustados.

Tanto han cambiado las cosas que ahora los antaño temibles históricos mencionados antes casi deben rogar para que les dejen participar en las eliminatorias previas de acceso a la mal llamada Champions League. Pero como este es espacio para la nostalgia, echemos la vista atrás…

Steaua de Bucarest 1986

Honestamente, da lástima ver el cuadro de dieciseisavos de final con los 31 equipos presentes en esta edición 85-86 de la Copa de Europa (las por entonces 30 federaciones asociadas a la UEFA más el campeón). Un Honved Budapest hoy a años luz de sus mejores épocas, el Aberdeen que había hecho campeón Alex Ferguson, el Hellas Verona … y también nuestro protagonista, que dio cuenta del Velje danés por un global de 5-2.

Luego sería el mencionado Honved quien cedería pese a vencer 1-0 en la ida, cayendo por un contundente 4-1 en Bucarest. Otros duelos interesantes de octavos fueron Barça-Oporto, Juve-Hellas Verona o el choque germánico-austríaco entre Bayern y Austria Viena que se llevaron los bávaros.

Los cuartos de final enfrentaron al Steaua con el sorprendente Kuusysi finés (club del cual es heredero el FC Lahti), al cual únicamente vencieron en cancha ajena con un solitario tanto de Víctor Piturca cuando morían partido y eliminatoria. El IFK Göteborg se cargó a los escoceses por el valor doble de los goles fuera, así como el Anderlecht al gigante alemán. En el enfrentamiento estrella, el Barça superó a la Juve, vigente campeona, con un ajustado global de 2-1.

Ya en semis tomaron ventaja belgas sobre rumanos (1-0) y suecos sobre españoles (3-0). Era la primera vez que Anderlecht o Steaua se iban a plantar en una final, honor que correspondió a los entonces entrenados por Emerich Jenei tras imponerse 3-0 en la revancha. Igual resultado lograrían los culés gracias a una inspirada actuación del Pichi Alonso, que con su hat-trick igualó una contienda resuelta a favor del conjunto catalán en los penales.

Total, que la final se disputaría en el Sánchez Pizjuán sevillano en un ambiente propicio para que un Barcelona muy favorito levantase por fin su primera copa ante un rival teóricamente asequible. Pero como el fútbol es caprichoso, los rumanos salieron a aguantar, los culés no tuvieron su noche y los planetas se alinearon para alzar a los cielos por toda la eternidad la figura del arquero Helmut Duckadam, que detuvo los 4 penales que le lanzaron tras de 120’ de juego soporífero:



Era la primera y última para el plantel rumano, que hasta el final de la década protagonizó nuevamente un par de buenas actuaciones llegando a semifinales dos años más tarde y a la final en 1989, siendo ajusticiado por el Milan de los holandeses (4-0). Por cierto, la Supercopa Europea se la llevaron ante el Dinamo de Kiev (verdugo del Atleti en la Recopa) con un gol de un joven Hagi que recién llegaba al campeón europeo el verano anterior.

Estrella Roja 1991

Un año antes del cambio de formato hacia la “Champions League” se dio la última gran sorpresa de la competición, si bien esta no alcanzó la magnitud de la anterior debido al talento que atesoraban los aún yugoslavos y a que si bien el Olympique marsellés era un gran equipo no tenía el historial de éxitos del Barça en el Viejo Continente.

Eran los Cigani un plantel en el que podíamos encontrar a nombres tan destacados como Jugović, Robert Prosinečki (hoy entrenador del equipo ‘pese’ a ser croata), Sinisa Mihajlović, Darko Pančev, Dejan Savićević o Darko Pancev, un auténtico combinado destinado a alcanzar la gloria la gloria no solo para los rojiblancos de Belgrado sino para la una magnífica Yugoslavia campeona mundial juvenil en 1987 en la que aparte de los mencionados también estaban estrellas como Mijatovic, Suker o Boban, aunque su triste final ya lo conocemos todos.

En dieciseisavos de aquella edición les esperaba el Grasshopper suizo, al que no pudieron vencer en Belgrado pero lograron aplastar en Zürich por 1-4. Ya en octavos pasaron por la piedra al Glasgow Rangers, con un 3-0 de local que no peligró en la vuelta. Lo mismo sufriría el Dynamo de Dresden de Alemania Oriental, cuyos hinchas al ver que caían por 1-2 en la vuelta crearon unos altercados que suspendieron el choque, dando la UEFA por vencedor final por 0-3 a los aún yugoslavos.

En semifinales esperaba un durísimo Bayern Münich en el que emergía el joven Effenberg y aún quedaban dinosaurios con carne de piedra como Augenthaler. A la vital victoria en la capital bavara por 1-2, con Pančev y Savićević remontando el tanto inicial de Wohlfarth, le seguiría el drama del Pequeño Maracaná, donde los alemanes habían igualado el global… hasta que en el último minuto un desafortunado tanto en propia de Augenthaler selló el billete para la final.

Al sur de Italia, en el precioso marco del San Nicola de Bari, se citaron dos escuadras con la historia para alcanzar la eternidad por primera vez. Eran nuestros protagonistas contra el Olympique de Marsella. Los marselleses llegaron a la final con una trayectoria memorable entre cuyas víctimas lustrosas se encontraba el Milan, o el Spartak moscovita (que a su vez había dado un bombazo echando al Real Madrid en cuartos en el mismísimo Bernabéu). El gran Jean Pierre Papin capitaneaba a los Amorós, Chris Waddle, Abedi Pelé o Basile Boli, aunque esta no sería su noche, siendo que aquella generación se proclamaría vencedora dos años más tardes ya sin el mariscal Papin.

El partido transcurrió sin goles durante 120’ minutos de juego que nadie pudo desequilibrar, llevándose el Estrella Roja el título gracias a la sangre fría de los suyos desde los 11 metros, pero ¿porqué mejor no verlo con nuestros propios ojos?



Por último propongo un homenaje hacia alguien convertido en leyenda, ya que si queremos personalizar la gesta nadie mejor que el rumano (aunque de origen serbio) Miodrag Belodedici, campeón con ambas escuadras, con una vida de película y la única “mancha” en su carrera del penal errado ante Suecia en el Mundial del 94 en cuartos, decisivo para la eliminación de los suyos. Entró en la leyenda de los más grandes de Rumanía y Serbia siendo el baluarte que guardaba el equilibrio de ambos, lo justo y necesario para grabar con letras de oro su nombre en la historia de ambas entidades.

Espero que os haya gustado la historia, pero aún más deseo que algún día no muy lejano alguien tome el relevo para hablar de un Rapid de Viena o un Panathinaikos campeón. ¿Misión imposible? Por ahora sí.

7 comentarios:

web dijo...

Oh, que gran artículo Domin. Hace poco vi no se donde un reportaje sobre el Steaua en el que hacían mención a la Copa de Europa que nos describes, pero ni mucho menos tan detallado como este. Me ha encantado.

Gran lección de memoria futbolera!

Estoja dijo...

Gran artículo Domin.

¡Y a mí se me pasó el otro día pasarme por la sala de trofeos del Estrella Roja!

:-(

Garrincha dijo...

@ Estoja
Pero no está nada mal el trofeo que te traes de allá eh? ;) Por cierto, imagino que el ambiente era tremendo, ¿no? ¡Que envidia!

@Juampex
Gracias!! Lo tenía casi entero desde enero pero medio olvidado, además con poco tiempo últimamente nunca lo remataba pero esta mañana (ayer acabé de trabajar) le di el toque final :)

Saludos!!

Estoja dijo...

@Garrincha,
El ambiente impresionante. Pero fue un derby raro porque los ultras del Estrella Roja no fueron al estadio, en principio por ser Semana Santa. Así que no había muchos aficionados del Estrella Roja. Pero impresionantes los aficionados del Partizan.
Espero tener un artículo pronto del partido :-)

Ariel dijo...

Domin, qué buen artículo!

Ese equipo del Estrella Roja era tremendo, y seguramente generó una revolución en un país tan pasional como ese.

Mihajlovic, Prosinecki, Jugovic, Savicevic y el propio Belodedici. No por nada todos hicieron grandes carreras en grandes ligas de Europa luego de ese éxito.

De Belodedici recuerdo haberlo visto por primera vez cuando coleccionaba las figuritas de USA 94. Me llamaba la atención su nombre, que no me sonaba rumano, aún a mis 8 años de edad.

juegos de ben 10 dijo...

Muy de acuerdo con @estoja

mensajes claro dijo...

Gran artículo Domin.