El día en que murió el fútbol
El viento arremolinado ha traído consigo algunos papeles, que sobrevuelan una vieja estructura de cemento destartalada. Gris, con un aspecto casi lúgubre, aquella inmensa masa color piedra yace en silencio, agrietándose poco a poco en el pensamiento de sus días otrora bulliciosos. Nadie se acerca. Ya no hay calor ni sentimientos desde que todo se volvió extraño.
A lo lejos brotan las figuras de unos niños, correteando por las estrechas callejuelas, tan estáticas como la misma mole de cemento, aunque con un dejo de vida en sus apagados colores de domingo. Se divierten deambulando entre juegos, y al acercarse al triste gigante de hormigón recuerdan el relato de sus hermanos mayores: En tiempos lejanos, ese cuerpo sombrío solía ser un templo de congregación popular. Muchos años atrás, miles de personas tenían cita allí fin de semana de por medio. Gritaban, cantaban y se abrazaban con desconocidos. Los niños escuchan atentamente, imaginan cada palabra, pero no creen. Al cabo de unos minutos desatan su risa. Y quién no habría de hacerlo ante historias tan inverosímiles.
La ciudad nunca fue la misma luego de aquella caprichosa jornada invernal, en la que los vaivenes del destino finalmente sentaron su posición ante el más extravagante de los rituales de la sociedad. Sería por siempre esquiva la suerte, y ya no habría vuelta atrás. Los memoriosos y los historiadores se apegan a las teorías racionales, buscando argumentación para aquel desenlace en las inescrupulosas acciones de unos pocos. Casi nadie los escucha. Y es que en realidad a nadie le importa lo sucedido.
Las imágenes sobre la sentencia son exiguas, difusas, y seguramente hayan sido tergiversadas por algún cuentista creativo, esos que añaden su huella imperceptible al pronunciar sus relatos. Con acuarelas se pintó el día final, y la retina de los curiosos se fue apoderando de las figuras más emblemáticas: Un pequeño hombrecito arrojando a la basura un imponente trapo bicolor, dos amas de casa abriendo sus brazos con la vista al cielo en señal de alivia, una radio y un gorrito con inscripciones ilegibles descansando sobre el pavimento. Todo era parte de esos desquiciados tiempos pretéritos.
Algunos analistas sostienen que la sociedad se vio beneficiada por el abrupto golpe. Sus posturas se erigen sobre la unión de la familia en domingo y la recuperación de los pasatiempos olvidados. A pocos les importa lo que ocurriera en épocas ya prescriptas. Y nadie los escucha. Los historiadores rebeldes llenan sus carretas de tragedia, valiéndose de la consternación a la cual fueron sometidos los antiguos para resaltar el carácter infeliz de la historia. Tampoco se los escucha.
Al pie de la masa de hormigón en ruinas, un anciano de aspecto desprolijo saca de su bolsillo una insignia bordada sobre tela, arrugada y con sus bordes deshilachados. Mira fijamente los colores, y su vista se nubla al recordar lo que ese emblema representaba para su bisabuelo. Apunta hacia los cimientos con su pipa, pero no emite ningún sonido, y se aleja lentamente de los niños que lo observan. Tal vez no quiera emitir juicio. O quizás ya sepa que el mundo moderno nunca lo va a comprender.
A lo lejos brotan las figuras de unos niños, correteando por las estrechas callejuelas, tan estáticas como la misma mole de cemento, aunque con un dejo de vida en sus apagados colores de domingo. Se divierten deambulando entre juegos, y al acercarse al triste gigante de hormigón recuerdan el relato de sus hermanos mayores: En tiempos lejanos, ese cuerpo sombrío solía ser un templo de congregación popular. Muchos años atrás, miles de personas tenían cita allí fin de semana de por medio. Gritaban, cantaban y se abrazaban con desconocidos. Los niños escuchan atentamente, imaginan cada palabra, pero no creen. Al cabo de unos minutos desatan su risa. Y quién no habría de hacerlo ante historias tan inverosímiles.
La ciudad nunca fue la misma luego de aquella caprichosa jornada invernal, en la que los vaivenes del destino finalmente sentaron su posición ante el más extravagante de los rituales de la sociedad. Sería por siempre esquiva la suerte, y ya no habría vuelta atrás. Los memoriosos y los historiadores se apegan a las teorías racionales, buscando argumentación para aquel desenlace en las inescrupulosas acciones de unos pocos. Casi nadie los escucha. Y es que en realidad a nadie le importa lo sucedido.
Las imágenes sobre la sentencia son exiguas, difusas, y seguramente hayan sido tergiversadas por algún cuentista creativo, esos que añaden su huella imperceptible al pronunciar sus relatos. Con acuarelas se pintó el día final, y la retina de los curiosos se fue apoderando de las figuras más emblemáticas: Un pequeño hombrecito arrojando a la basura un imponente trapo bicolor, dos amas de casa abriendo sus brazos con la vista al cielo en señal de alivia, una radio y un gorrito con inscripciones ilegibles descansando sobre el pavimento. Todo era parte de esos desquiciados tiempos pretéritos.
Algunos analistas sostienen que la sociedad se vio beneficiada por el abrupto golpe. Sus posturas se erigen sobre la unión de la familia en domingo y la recuperación de los pasatiempos olvidados. A pocos les importa lo que ocurriera en épocas ya prescriptas. Y nadie los escucha. Los historiadores rebeldes llenan sus carretas de tragedia, valiéndose de la consternación a la cual fueron sometidos los antiguos para resaltar el carácter infeliz de la historia. Tampoco se los escucha.
Al pie de la masa de hormigón en ruinas, un anciano de aspecto desprolijo saca de su bolsillo una insignia bordada sobre tela, arrugada y con sus bordes deshilachados. Mira fijamente los colores, y su vista se nubla al recordar lo que ese emblema representaba para su bisabuelo. Apunta hacia los cimientos con su pipa, pero no emite ningún sonido, y se aleja lentamente de los niños que lo observan. Tal vez no quiera emitir juicio. O quizás ya sepa que el mundo moderno nunca lo va a comprender.
Comentarios
"Si River no hubiera descendido, esto no habría ocurrido"
"Hay que asegurarse que los clubes grandes estén en Primera"
"Sin televisión, no hay fútbol. La televisión paga y tiene voz"
http://www.ole.com.ar/futbol-primera/Asegurar_0_524347773.html
http://www.canchallena.com/1392577-cherquis-bialo-si-river-no-descendia-esto-no-se-hubiera-decidido
Una asociación corrupta y un gobierno nacional espantoso: Esta combinación hizo que el fútbol se terminara para muchos de nosotros.
Esta remodelación se ubica en las antípodas.
Cada vez me costaba más ver un encuentro completo. Durante años no lo he hecho con partidos que no sean de Quilmes. Hoy tengo la excusa perfecta para retirarlo por completo. Una lástima que sea de esta manera
¿Por que no directamente crean una ley por la cual no puedan descender los equipos que quieran ellos? ya que estamos, es más sencillo.
Que verguenza, esas declaraciones son para que la FIFA hiciera desaparecer a la federación, pero...
Y lo peor, como queda tocado River, ahora siempre sera ese equipo por el cual cambiaron el formato para que ascendiera, haga lo que haga, esa ignominia de ser un equipo favorecido, mucho más indigno que un descenso, ya no se la podra quitar.
Que triste todo :-(
Desde mi opinión, sería mucho más sencillo comenzar a regarle los títulos a los clubes grandes, o que directamente compitan en un torneo aparte.
Algunos otros datos de "color" sobre este mamarracho:
* El torneo se jugaría en 5 zonas de 8 equipos. Las 5 zonas estarían encabezadas POR DECRETO por los 5 que la AFA considera grandes:
¿Acaso Vélez, Estudiantes y Lanús no merecen ser cabezas de serie, mucho más que Boca, Independiente, San Lorenzo y Racing?
* 16 equipos del Nacional B ascenderían a Primera. Quilmes arranca el NB arrastrando el promedio de la campaña que ascendió.
Ergo: Quilmes se asegura un lugar en el nuevo torneo con sólo sumar unos 15 puntos en 38 partidos. Una locura.
* Dos equipos ascenderán directamente de tercera a primera. Otra locura y van.
* Quilmes, Huracán y Gimnasia descendieron, habiendo gastado enormes sumas de dinero en su infructuosa lucha por permanecer en la elite.
De haber sabido de este esperpento, ¿No les habría convenido guardarse todo el dinero de la televisión y presentar un combinado de juveniles?
* Unión volvió a Primera luego de muchísimos años, ¿Para qué? Si esperaba unos meses podría haberlo hecho sin desembolsar un peso.
Se terminó, señores. No va más!