Duelos históricos: Widzew Łódź – Rapid Viena (Copa de Europa 82-83)
Zdzilslaw Rozborski al mando |
Hoy es uno de esos días de verano en los que hay tantos estímulos que uno no sabe a qué atenerse. Están los Juegos Olímpicos, donde el fútbol se juega a lo largo de toda la jornada, aunque el resto de deportes son también muy atractivos. Hubo Copa Sudamericana anoche y habrá previa de Champions esta tarde. Sin embargo, la pereza me invade mientras asisto entre apagado y atónito al triste futuro próximo de mi Málaga, que debería ser el más ilusionante de siempre ante la previa de Champions pero que languidece ante el pasotismo del jeque Al-Thani y la posible fuga de estrellas. Es por ello que estoy un poco melancólico, y he decidido echar la vista atrás para sumergirme en una de las eliminatorias europeas que más me han gustado de siempre, la que enfrentó al Widzew Łódź polaco y el Rapid de Viena austríaco.
Nos remontamos al invierno de 1982. Aquella era una Copa de Europa cojonuda, de las de verdad. Solo para campeones con muchos equipos tan fielmente representativos de sus países que muchos conformaban la base de sus combinados nacionales. Sus respectivas selecciones venían de su mejor época histórica, con Polonia alcanzando por segunda vez el tercer puesto en un Mundial y Austria dando guerra aunque sin alcanzar el enorme nivel de los eslavos. Por ahí andaban la mejor Real Sociedad de siempre, el Hamburgo de Keegan (a la postre campeón), la Juve de Platini, Boniek y Rossi, el Aston Villa defendiendo la corona en la que sucedió al Liverpool, que también estaba… en definitiva, un torneo apasionante de cruces directos sin liguillas ni concesión alguna, como debería ser.
En esa fiesta de titanes se colaron nuestros protagonistas regalándonos un doble envite apasionante con una resolución de época. Eran los octavos de final, a los que habían llegado tras superar ampliamente a rivales sencillos como el Hibernians maltés o el Avenir Beggen luxemburgués. El Rapid, que había repatriado a Hans Krankl un año antes, contaba además en sus filas con todo un ilustre como Anton Panenka, llegado ambos a la par a Viena. Por su parte, el Widzew, que había ganado la segunda liga de su historia, dejó marchar unos meses antes a Zbigniew Boniek, que tras el excelente Mundial en tierras españolas tomó rumbo a la Juventus de Turín.
El 20 de Octubre de aquel año el Hanappi-Stadion vienés fue el escenario de un buen partido de ida en el que el Rapid venció por la mínima tras remontar el tanto de Tiokisnki con las dianas de Keglevits y Kienast ante un Henryk Bolesta casi imbatible bajo palos. Aquel choque resultó ligeramente engañoso, ya que el Widzew se mostró más defensivo (y agresivo) de lo habitual, apostando por la contra para hacer daño a un rival que supo contrarrestar las dificultades para arrancar un resultado positivo antes de la vuelta.
El segundo duelo fue otra historia, todo un canto al fútbol ofensivo que ya forma parte de las eliminatorias más bonitas que ha deparado jamás el fútbol europeo. Apenas habían pasado un par de semanas respecto a la batalla de la ida, por lo que ese 3 de Noviembre de 1982 habían muchas cuentas pendientes por resolver sobre el césped del Stadion Widzewa, a reventar para la ocasión pese a las importantes bajas de Smolarek y Tiokinski del lado local.
Desde el primer momento los locales se volcaron en busca de la remontada. A base de apretar el centrocampista Pawel Wozniak empaló una volea imparable desde la frontal para abrir la lata al cuarto de hora. Luego, el propio Wozniak anotó el segundo al cabecear un balón que él mismo había estrellado previamente en el larguero. Antes de la media hora, el portero visitante Herbert Feurer no acierta a blocar un lanzamiento lejano, dejando el balón a pies del capitán Rozborski, que pone el 3-0 para un Widzew Łódź que ahora si muestra su verdadero potencial.
Instantes más tarde un claro penalti de Grebosz sobre Krankl daba la posibilidad al Rapid de reducir la diferencia. Once metros separaban a Jozef Mlynarczyk de Antonin Panenka, que engañó al cancerbero polaco batiéndolo suavemente por el centro de la portería. Los intentos de unos y otros no surtirían efecto, marchándose ambos equipos al descanso con 3-1 para el Widzew.
Pero tras el mismo un ataque de orgullo austríaco consiguió silenciar a la hinchada polaca. Una gran jugada por el carril central acaba en los pies de Leopold Lainer, que elevó un 3-2 al marcador que clasificaba en esos momentos al Rapid. No obstante, la locura de goles no iba a cesar. Apenas sobrepasada la hora de juego una buena combinación por el ala izquierda del ataque local finalizaba en los pies de Krzystof Surlit, que la mandaba a la red de un fuerte derechazo. De nuevo contra las cuerdas, el Rapid buscó un nuevo tanto, volcándose con todo sobre su adversario.
Pero cometieron un error fatal. Un fallo en la conducción de Bernd Krauss permite un robo de balón, que acaba en los pies del joven Wieslaw Wraga, cuya veloz carrera nadie fue capaz de interceptar, batiendo a Feurer tras recortarle para lograr el quinto de su equipo y llevar el delirio a una grada que vibraba fervientemente con los suyos. Aunque ni así las tuvieron todas consigo, ya que poco después un tanto en propia meta de Grebosz (culminando su noche negra) volvía a apretar el marcador, dejándolo en 5-3 a menos de diez minutos de la conclusión que se le hicieron eternos a la afición local.
Finalmente el danés Henning Lund-Sørensen decretó el final para júbilo de un plantel que había regalado a los suyos una actuación inolvidable. Enfrente, el Rapid se despedía como digno contrincante de la máxima competición continental, aunque aquel equipo volvería a demostrar los años venideros su categoría al alcanzar la final de la Recopa tres años más tarde, cayendo ante el Everton.
Por su parte, el Widzew Łódź seguiría dando guerra, sorprendiendo al eliminar al Liverpool en la siguiente ronda, aunque acabarían hincando la rodilla en semifinales ante la Juventus, donde si bien Boniek no marcó en ninguno de los duelos sí que tuvo una actuación decisiva. Ya se sabe que no hay peor cuña que la de la misma madera.
Comentarios
Ah, y gracias, me alegra que haya quien lo lea y comente. Un abrazo!