La cara de la derrota

Nosotros ya habíamos ganado el campeonato anteriormente. Y muchas veces para lo pequeños que éramos, pero aquella ocasión sin duda era especial. Estábamos en sexto grado, y eso significaba que aquella sería nuestra última participación con el equipo de la clase en el torneo escolar ya que los cursos de séptimo y octavo de EGB de aquella época, fíjense si ha llovido, no participaban en esa competición que organizaba un señor llamado Mariano, al que todavía no le han hecho la estatua que merece.

Nuestro equipo era más que aseadito. Teníamos un superclase, varios jugadores de primer nivel y varios que hacíamos lo que podíamos. Yo era de estos últimos. Nunca fui eso que dicen "bueno". Al menos no el sentido en el que muchos padres o entrenadores o flipados varios solían decirlo en aquel momento: basicamente el bueno era el que regateaba y/o metía goles. Cuántos Beckenbauers, Makeleles o Xabis Alonsos no se habrán perdido en nuestro país por eso, virgen santa. Tampoco crecí traumatizado por ello, debo decir. Yo era feliz quedándome el más rezagado mientras mis compañeros trataban de buscar el gol, además de vez en cuando se alineaban los planetas, alguno se daba media vuelta y se la pasaba a Pelines para que este la enchufara, fuera a la carretera o a la escuadra, pero para que la enchufara. Sirva de ejemplo que cuando hubo que elegir número yo me pedí el 6, por Fernando Hierro (que entonces llevaba ese número en el Madrid)...y por Bob Denver, el defensa central del New Team, creo que el único jugador del equipo de Oliver que alguna vez se llevó tarjeta (sucedió tras un choque con Mark Lenders).

Pero nuestro equipo es que además estaba muy bien organizado. Teníamos un entrenador, que era mi padre (que en los partidos básicamente se encargaba de ordenar los cambios) entrenamientos a la salida del cole un par de veces a la semana, e incluso fuimos de los primeros, si no los primeros, en incorporar a las camisetas publicidad, gracias a una carnicería y una frutería, que a cambio nos compraron unas equipaciones nuevas. Y así conseguimos una camiseta Luanvi como la que utilizaba la selección de Irlanda, con rayas finísimas blancas, y pantalón blanco.

Aquella temporada el número de equipos era impar ya que se había incorporado a la competición el único colegio privado que había en nuestro pueblo por aquella época, asi que cada semana descansaba un equipo. Y nosotros tuvimos la "suerte" que nos tocó descansar la penúltima jornada, con lo cual pudimos jugar la competición casi sin interrupciones hasta el final y siendo líderes desde la primera jornada. Fuimos ganando todos los partidos, incluyendo un 25-0 a los del colegio privado. Yo no se si era debido a ese "bloqueo internacional" que habían sufrido, pero realmente había una diferencia brutal. Recuerdo que ese día marqué entre dos y cuatro goles. Lástima que Youtube no estaba ni imaginado.

Dentro del equipo el ambiente era muy bueno, mi padre llevaba los cambios a rajatabla le tocara quitarse a uno de los "buenos" o a uno de los "no buenos". Y todo iba como la seda hasta que un día uno de los compañeros dijo que no se quitaba y mi padre le dijo que si se pensaba por encima que los demás, se fuera del equipo a la de ya. Y el otro contestó saliéndose del campo tirando la camiseta. Ya no volvió a jugar, eran igual de cabezones el uno y el otro.
Yo como hijo del entrenador me vi en una situación comprometida, porque aquello trajo una pequeña revolución a la clase, que no dejaba de ser la caseta imaginaria en la que nos cambiábamos entre semana. Pero como los resultados siguieron llegando (siempre los resultados) acabamos por no echarle de menos en el campo, y eso que era de los "buenos", aunque yo, que me llevaba muy bien con él antes del incidente sí noté distanciamiento. Supongo que yo hubiera reaccionado igual.

Llegamos a nuestra jornada de libranza con ventaja de puntos en el marcador, con nuestro perseguidor a una victoria de distancia, y claro, comenzamos a verle la utilidad a las matemáticas. Básicamente había tres opciones. Si ellos ganaban esa jornada que nosotros descansábamos, nos jugaríamos el título en la última jornada, si empataban nos valdría con no perder el último día, y si perdían (ya que teníamos un goal average brutal) ya éramos campeones. Fuimos a verles, y como era de esperar, ganaron.

Asi que aquello sería la primera final de nuestras vidas. En nuestro último partido juntos como el equipo del cole. Parece de película hollywoodiense, pero os juro que fue así.

Aquella semana la llegada del sábado fue como una pequeña obsesión, y se lo dijimos a las niñas de la clase, a los padres, hasta a nuestra tutora, Mamen, una chica cordobesa que además era nuestra seño de Educación Física (luego me enteré que fue su primer trabajo como profesora) y que nos tenía enamorados a todos los chicos de clase. Si era verdad que el primer gol lo marcaba la afición, empezaríamos ganando.

Llegó el sábado, día del partido, con todos imaginándonos marcar el gol de la victoria de nuestro último título juntos. Y el día empezó torcido, con lluvia, para darle más dramatismo. Al llegar vimos las gradas repletas de gente, entre padres y madres de ambos equipos, niños de otros equipos que iban a ver aquella "final", las niñas de nuestra clase, nuestra seño...no faltaba nadie. Empezamos a sentir nervios de verdad, pese a ser tan pequeños, aquello iba a empezar ya. Tengo un recuerdo horrible respecto a las sensaciones de aquel partido.

Recuerdo que empezamos perdiendo, y que mi padre dejó de hacer los cambios según el tiempo y solo se realizaban cuando veía a alguien muy cansado, y cuando Jose -un compañero mío, también de los "no buenos"- y yo le preguntábamos que cuándo íbamos a salir, nos decía que nos quería frescos para la segunda mitad.

Con el encuentro muy igualado, nuestro portero salió con todo a tapar un mano a mano con el mejor del rival, y tuvo la mala fortuna de que aquello acabara en penalty y expulsión, la primera que veíamos en toda la liga. Nuestro entrenador tuvo que decidir en segundos quién se ponía, pues no teníamos portero suplente aquel día, y se lo encomendó a Miguel, uno de los muy buenos de nuestro equipo. Y a la hora de meter a alguien que sustituyera a Miguel en el campo, solo estábamos los dos de la banda, y vi en mi padre una mirada que nunca había visto, cuando pronunció las infaustas palabras:

- José, sal tu.

Y este que os escribe comprendió de inmediato cómo no iba a jugar ni un solo minuto de ese partido.

El penalty fue gol, y vimos como nuestro sueño se fue esfumando, con el poco tiempo que quedaba, Y quedamos subcampeones, más que dignos subcampeones, pero con la derrota más amarga que he sufrido jamás. Mordía la cremallera de la chaqueta del chándal de manera casi compulsiva, lloraba por dentro y por fuera, intentando no gimotear, pero yo no comprendía como aquello me podía estar pasando a mi.

No era solo perder, era una derrota por el flanco que menos me esperaba, era no poder ni participar porque de repente habían cambiado las normas del juego. Era no poder jugar el último minuto oficial con mis amigos del colegio. Era ser la cara de aquella derrota, nuestra última derrota.

Epílogo -

Hoy con treinta, casi treinta y uno, guardo un recuerdo feliz de aquello, me hace sonreir. Y comprendo que mi padre no podía permitirse que el otro chico no jugara. Aunque luego me dijera que yo era mejor que él. Menudo consuelo.

Por mi parte no tengo nada que reprocharle, además recuerdo que mi madre ya se lo dejó bastante claro aquel día, je.

Pero cómo lloré.

Aquel día me empecé a despegar poco a poco del fútbol (a través de la práctica de otros deportes, teniendo la cabeza en otras cosas ) para años después volver a encontrarnos, pero eso ya es otra historia...

5 comentarios:

jeyne dijo...

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Anónimo dijo...

Hola Juanpex. Para mí que tengo tu misma edad (hoy cumplo 31) este artículo me ha encantado ya que me ha hecho volver por unos instantes a mi querida infancia (no la cambiaría por nada en este mundo), pero por otro lado me ha llenado de pena ya que los niños de hoy en día (incluido el mío) no pueden disfrutar la suya como lo hicimos los de nuestra generación, ya que el poder al que estamos sometidos se está encargando de destruir en todos los sentidos todo lo que nos rodea, y encima con nosotros de complices.
Un saludo.
Javier

@GarrinchaCF dijo...

Magnífico Juampex.
Un día contaré alguna de mis dolorosas batallitas, pero entiendo que aún tenas esa espinita clavad... un abrazo!!!

jaimemow dijo...

Me ha encantado el post. Qué recuerdos.

Lo único que yo, aunque jugué en esa misma liga (aunque en otra época), nunca estuve en un equipo puntero y nunca hubo opciones de conseguir el título. La derrota era la costumbre entre nosotros, por lo que ese tipo de situaciones "a vida o muerte" las desconozco.

Por cierto, la camiseta es la bomba :)

xtaoth dijo...

Qué suerte tuviste, Juanpex! En mi colegio había tantos niños inscritos en fútbol que teníamos dos equipos, el 'A' y el 'B', cada uno en un grupo de competición diferente. El 'A' era el de los jugadores buenos y el 'B' era donde estaba yo, de reserva (¡d'oh!). Al final descubrieron que yo era un portero mejor que el que tenían en ese momento, pero aún así las goleadas que nos caían no eran normales X(

Que tiempos aquellos... ¡maldito seas por recordármelos! XD