Un Mundial sin la Azzurra

Mi primer recuerdo de la Italia futbolística data de Julio de 1994. Por entonces apenas tenía 10 años, pero ahí vertí por primera vez lo que los argentinos llaman coloquialmente puteadas, con mucha rabia ante la ensangrentada camiseta de Luis Enrique, que se quejaba del desleal codazo de Mauro Tassotti que Sandor Puhl no sancionó. Luego como premio la FIFA le concedió el honor de pitar la final, en la que la Brasil de Bebeto, Romário, Mauro Silva, Branco y compañía se impusieron en la tanda de penaltis, la de los recordados fallos de Franco Baresi y Roberto Baggio.

Aquella caída fue dura. Yo jugaba al fútbol de toda la vida, aunque rara vez veía algún partido por la tele. Eso sí, USA'94 me enganchó, recordando con especial cariño lo mismo que todo el mundo: a Roger Milla, a Salenko goleando para nada, las gestas de Rumanía y Bulgaria, las trenzas de Henrik Larsson... y el inquebrantable poderío italiano, que daba igual cómo jugase que normalmente iba a acabar imponiéndose.

Para aquellos que no nacimos en los años 40 o inicios de los 50, Italia siempre ha jugado los Mundiales. Aquel es el anterior precedente de una ausencia suya, ya cuando comenzaban a ser un poco más serias las fases de clasificación. Por tanto para casi todo hincha que se precie, ellos nunca han faltado a una gran cita global.

Han protagonizado caídas estrepitosas, como aquella ante Corea del Norte en Inglaterra'66, el atraco que sufrieron ante Corea del Sur en 2002, o más recientemente la caída en la primera fase de Sudáfrica 2010 en un grupo con Nueva Zelanda, Paraguay y Eslovaquia sin ganar un solo encuentro, contrastando con sus 4 títulos (pese al enorme asterisco que debe constar en el primero) y sus múltiples gestas, como la victoria sobre Alemania en el Mundial teutón de 2006 en la prórroga, o la eliminación de la última Brasil del 'Jogo Bonito' en 1982 para posteriormente alzar el cetro en ambas ocasiones.


Será extraño no verles marcar con un rebote peleado por el Vieri o Rossi de turno, o sin la habitual maravilla que Baggio o Totti nos habrían dejado. También, sin su elegancia a la hora de vestir, su precioso himno, sin un Maldini o un Toldo dando indicaciones. No será la gran despedida internacional de Buffon (si es que se retira), ni tampoco el escaparate que las condiciones de Insigne, Bonucci o Jorginho merecen. Su ausencia será notoria en el césped y en las gradas, en cada conversación sobre los favoritos, el resumen de la jornada, el encuentro esperado ante otro aspirante, pues tienen la capacidad desde tiempos pretéritos de convertir cualquier partido en un carrusel de emociones.

Se da la casualidad además que mi esposa es italiana, y mis suegros viven muy cerca, así que es bastante habitual que vea fútbol con el padre de mi señora, casi siempre La Liga, la Serie A, la Champions y las selecciones. Supongo que podéis imaginaros con qué ánimo encarará ese hombre el Mundial a sus 60 años, habiendo sido futbolista y entrenador durante décadas en su tierra natal, siendo un amante como pocos del balón.

Por eso Italia, que ganaste sin paliativos a España hace apenas dos años en la Eurocopa de Francia, y también nos eliminaste en aquella lejana tarde estadounidense de 1994, aunque en esta ocasión no pelearás por la anhelada Copa, en el corazón de todo hincha que se precie siempre serás una de las favoritas. 

Os esperamos para batirnos de nuevo en 2020, Fratelli d'Italia.


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