Orgullo
Julián Álvarez festeja ante una afición colchonera extasiada. |
Al descanso de los partidos de Champions League de anoche el panorama para los dos conjuntos españoles no era nada halagüeño. Ambos perdían, con malas perspectivas para el segundo tiempo, pues tenían que darle la vuelta a sendos partidos en los que sus rivales tenían todas las de ganar. Pero si por algo amamos el fútbol es por su capacidad de sorprendernos con desarrollos increíbles, incluso en los escenarios en que los técnicos intentan acotar todo al máximo para evitar contratiempos.
Comencemos por el Metropolitano. Allí el primer acto fue al completo para el Bayer Leverkusen, muy superior a un Atlético que se quedó con uno menos sobre la media hora de juego, tras la expulsión de Pablo Barrios. Antes, un gol anulado, varias llegadas peligrosas, alguna que otra intervención de Oblak...y justo cuando parecía que se enfilaban los vestuarios, Piero Hincapié adelantó al conjunto teutón, que encontraba premio a su insistencia.
Debió haber conjura en el vestuario rojiblanco, porque el Atlético salió con otro espíritu tras el descanso. El mismo lo encarnó a la perfección Julián Álvarez, nacido para las grandes noches. Él solo se peleó con la zaga del Bayer para imponerse e igualar el encuentro en los primeros compases del segundo tiempo. Se alteró el plan de los de Xabi Alonso, que no solo no lograban batir a un rival en inferioridad numérica, sino que perdían también a Hincapié a los 76' de partido, marchándose expulsado el ecuatoriano. Con las fuerzas igualadas el Atlético olió la sangre, llevando de nuevo Julián Álvarez al éxtasis a la parroquia local con un golazo para colocar el definitivo 2-1 en el minuto 90. Un gran ejercicio de resiliencia para sobreponerse a una situación muy difícil ante un rival que llegaba de 11 victorias consecutivas (Inter, BVB y Bayern se contaban entre sus víctimas).
LOCURA EN DA LUZ
Por su parte, en Lisboa no pintaban las cosas mucho mejor para el Barça. Los pupilos de Hansi Flick caían 3-1, tras un hattrick de Vangelis Pavlidis (2º jugador griego en lograrlo en Champions), con la colaboración de un desacertado Szczęsny. El Benfica jugaba ante su público, con dos goles de renta, con la bala de Di María en la recámara... y se estaba aprovechando del mal partido culé. Hasta que el surrealismo se apropió del choque.
Un mal pase de Trubin golpeó en la testa de Raphinha, que desde unos 30 metros "cabeceó" un esperanzador 3-2. Pocos minutos después, un ataque fulgurante de las Águilas acabó con gol en propia meta de Araújo. Ahí parecía que iba a morir el encuentro, si bien todavía quedaba tela por cortar. Lewandowski volvió a acercar a los azulgranas al transformar su segundo penalti de la noche, para después establecer el empate Eric García tras una jugada a balón parado.
El colofón llegó en el 90+6. El Benfica se volcó para recuperar lo que había dejado escapar. Pidieron pena máxima en una jugada cuya contra aprovechó Raphinha para culminar en el definitivo 4-5. Éxtasis blaugrana, en contraste con la decepción de un Benfica atónito. Hoy el hincha culé perdona los pecados cometidos, quedándose con el resultado de una noche histórica de su equipo, que todavía tiene opciones de acabar líder la fase de liga si es capaz de vencer su encuentro final ante la Atalanta, y cae el Liverpool en su compromiso.
Raphinha, tras anotar el 4-5 definitivo. |
Sea como fuere, el desarrollo y resultado final de ambos encuentros suponen motivo de orgullo para dos aficiones que pasaron de la preocupación a la alegría desatada ante la gran prueba superada por Atlético y Barça. Ojalá que no sea la última este curso en Europa.
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