EuroCelta: 1 - Stuttgart; PAOK
EuroCelta: 1 - Stuttgart; PAOK
Antes de empezar, por favor, recuerden que venimos de esta primera entrega. Léanla si no la han leído ya, pónganse sus mejores galas para voltar a Europa, como yo misma he hecho, y acompáñenme.
{Stuttgart}
La magia de una previa de partido europeo fuera de casa no se puede igualar. Quizá os pueda dar por pensar que soy otra romántica cayendo en una de sus contradicciones; ¿no alabamos acaso el fútbol popular, el fútbol del barro, del barrio, de las primeras rondas de Copa en campos municipales contra equipos de Tercera? Yo vengo a argumentar que sí, que ese es el fútbol que nos gusta, y que no es incompatible con mi primera afirmación. Porque lo que nos gusta de ese fútbol es que es nuestro. Y ¿qué puede haber más bonito que llevar lo nuestro por bandera y saber que seguirá siendo nuestro aunque estemos lo más lejos que podamos estar? ¿Acaso hay algo más humano que el orgullo de colgar tu bandera en un Biergarten alemán?
La respuesta es: no. Hincharse a cerveza y salchichas con tus colegas y vecinos en un Biergarten de Stuttgart y cantar “Oliveira dos cen anos” en el Mercedes-Benz Arena era hoy diez veces más importante que el resultado del partido. Aunque, con cada salchicha acompañada de una cerveza y cada cerveza acompañada de otra cerveza, quizá lo único que deberíamos haber cantado, por coherencia, sería “hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”.
A los alemanes el resultado no les daba igual; tan claro lo tenían que decidieron dejárnoslo por escrito antes de empezar: Wir hol’n dieses Mal den Europapokal! (¡Esta vez ganaremos la Copa de Europa!). Por ahora no hemos sido capaces de impedírselo, y quién soy yo para decirles nada o quitarles la ilusión.
Cuando pensamos en qué hacen bien los alemanes (1, 2, 3, responda otra vez), pensamos en coches, minería o comenzar guerras mundiales. Sin embargo, lo que hacen realmente bien es el fútbol. No porque nos arrollaran durante todo el partido, ni porque hayan ganado 4 Mundiales y 3 Eurocopas, ni porque 3 equipos alemanes hayan ganado 8 veces la Champions League o, lo que es más importante, 5 equipos alemanes hayan ganado 6 veces la Europa League.
Los alemanes han entendido lo que es el fútbol: ver a tu equipo en tu estadio (o en el estadio rival, lo mismo da, como demostraron los fanáticos del Eintracht que invadieron Barcelona). La Bundesliga es, con diferencia, la liga donde más gente acude a los campos, con una ocupación de un 95,9% (temporada 2024-25). La media en España es de un 81,98% (con un orgulloso 90,9% para Balaídos). Está claro que tenemos mucho que aprender. Sin embargo, qué bonito es que estas cifras no dejen de subir.
En un espectacular giro de los acontecimientos, el nuevo alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani, ha resultado ser uno de los nuestros: fanático del fútbol, tuitero en los años buenos, aficionado del Arsenal y de Héctor Bellerín (feel you, bro), accionista del Oviedo y firme defensor de que el fútbol debe ser de y para la gente. No lo esperaba yo en este bando, pero bienvenido sea. Creo que también le gustaría este blog y que estaría de acuerdo con el fondo, por si algún conocido quiere mandárselo. Él mismo podría escribir una entrada, viendo su cajón de los recuerdos (ver abajo). Mándenle también un saludo de mi parte.
No sé si os lo he dicho ya, pero en Alemania se puede beber cerveza en los estadios. Cerveza de verdad; no cerveza sin alcohol. Aunque puedo llegar a respetar la 0,0 (con reticencias)... que no la llamen cerveza. Es zumo de cebada. La consecuencia más directa de la política alemana respecto a la cerveza en los estadios fue que nuestro consumo de cerveza y salchichas se vio irremediablemente multiplicado. La consecuencia indirecta fue que, no me avergüenza admitirlo, teníais razón: el resultado pasó a darnos un poco igual.
Mercedes-Benz Arena
Jornada 1 - Europa League
25/09/2025
Aunque el Celta se llevase 0 puntos, del Mercedes-Benz Arena yo me fui con una medalla: es el estadio número 100 en el que he visto un partido de fútbol. Si sois un poco perspicaces, habréis notado que me gusta acudir a partidos de fútbol. Si a alguien le resulta todavía desconocido, el groundhopping es la afición de ver fútbol en directo por el mundo adelante. Suele ir acompañada por cierta curiosidad por todo lo que rodea a este nuestro deporte: geografía, cultura, historia, sociedad.
Antes de que me lo preguntéis: no, no recuerdo cuáles son esos 100 estadios de memoria. Mi aplicación favorita, Futbology (antes llamada “Groundhopper”, mucho mejor nombre, creo), es mi base de datos. Como buena nerd que soy, me alucina su capacidad para registrar estadios visitados, partidos vistos, países, goles, equipos, competiciones. En este caso, me ha hecho saber, amablemente, que ya he visitado 100 estadios y que he visto fútbol en 14 países diferentes.
100 es un número bastante alto pero, como todo, depende siempre de con qué o quién lo compares. El record lo ostenta ahora mismo en mi red una persona que ha visitado 1417 estadios en 74 países diferentes. Tengo otro amigo que ha visitado 212 estadios en 39 países. Por regla general, alemanes e ingleses son, con diferencia, los más activos en la comunidad. Da igual a qué partido vayas, siempre lo habrá registrado también algún alemán o algún inglés. No me voy a hacer trampas al solitario: tienen más facilidades para viajar por geografía y economía. Pero también una cultura de fútbol maravillosa y envidiable. A veces, y solo por esto, pienso que me mudaría un tiempo a Alemania. Let that sink in.
Estadísticas avanzadas:
Puntos: 0
Estadios totales visitados: 100
Países en los que he visto fútbol: 14
Cerveza en el estadio: SÍ
{Bonus track: Viena}
La primera vez que pisé Viena, cargaba con una maleta tamaño gigante y una mochila; me acababa de mudar a una ciudad que nunca había pisado antes. Nevaba y no había ni un bar abierto; no porque fuera muy tarde, sino porque el año anterior se había desatado una pandemia mundial. Desde aquel día he vivido muchas Vienas diferentes. He vivido una Viena pospandemia. He vivido la Viena de verdad, que solo descubres cuando vives en ella y eres parte de la ciudad. He vivido una Viena como turista, enseñándosela a mi familia y amigos. Antes de pisarla, también había vivido la Viena de Before Sunrise o la Viena que vive en las novelas de Stefan Zweig. Sin embargo, había una Viena que me faltaba por vivir plenamente.
En la Viena pospandemia, la ausencia de bares y restaurantes abiertas no me generó mucha angustia; era una ausencia salvable. Nos reuníamos en nuestras casas para cenar y beber vino vienés (Viena está rodeada de colinas llenas de vides – dando un paseo por las afueras, casi podría una decir que está en Galicia) y ocasionalmente utilizábamos la oficina como pub y discoteca. En cambio, ante la ausencia de fútbol en directo, nada se podía hacer. La pandemia, al robarnos el fútbol el directo, le robó a éste su alma; ver un partido por la televisión en un estadio vacío no parecía muy diferente a ver a mi hermano echándose un partido en el FIFA.
…
Vale, esto ha sido una dramatización. Además, pocos meses después de mi llegada, los campos reabrieron y, con mis amigos en casa muriéndose de envidia, pues la Liga todavía no admitía público, pude pisar por primera vez un campo austriaco (Austria, país número: 7) y acudir a un emocionante Austria Wien - Breiðablik de previa de Conference League (¡la primera Conference de la historia!). La experiencia, sin embargo, no me pareció completa; el ambiente tenía un aire extraño, todavía vivíamos con síndrome postraumático. Intenté arreglarlo acudiendo a un SK Rapid - Anorthosis de previa de Europa League. Tampoco funcionó. No me matéis; estaba feliz de volver a los campos, pero intentar condensar la experiencia en esas dos visitas se sintió como saludar con dos besos a la persona que te gusta.
La vida tuvo a bien concederme un apasionado reencuentro (casi truncado). Se dio la casualidad de que la misma semana que nos tocaba jugar contra el Stuttgart, yo tenía planeado un fin de semana en Viena, a la que nunca puedo dejar de volver. Se daba también la casualidad de que ese fin de semana era fin de semana de derbi vienés. Demasiado bonito para ser verdad. Tan rápido como llegó la ilusión al ver ese partido en el calendario, se marchó. Era, lógicamente, imposible conseguir entradas para el derbi de la ciudad. No se vendían entradas visitantes y las entradas locales estaban solo disponibles para abonados del Rapid.
Como habréis adivinado, al final sí fue bonito: no me di por vencida y empleé la técnica milenaria que nunca defrauda en territorio extranjero; hacerme amiga de los locales y pedirles ayuda. Unos chavales con camisetas y bufandas del Rapid sacaron su abono y me compraron una entrada… para la zona visitante. No se asusten: la zona visitante era ese domingo también zona local, al estar vetada la afición rival. La causa del veto son estos sucesos del año anterior. No me parece para tanto, sinceramente. Sobre todo si lo comparamos con la paliza que le dieron fanáticos del Rapid a un jugador del Austria Wien hace una década.
Allianz Stadium
Bundesliga
28/09/2025
No defraudó el ambiente a pesar de la derrota; sin embargo, admito que hubiera preferido que la grada visitante estuviera llena de tíos borrachos vestidos de morado y negro en vez de una viguesa y unos coreanos. Por lo menos, sus nuevos e inesperados habitantes decidimos reutilizar la jaula para colgar bufandas, sujetar cervezas y hacer un par de fotos artísticas. No es una batalla campal, pero no está mal.
En otra nota positiva, descubrí que Austria es también un país de bien donde puedes beber cerveza en el estadio. En este caso, no obstante, la cerveza no me sirvió para emborracharme sino para pagarme la entrada del partido, que me había costado 26€: al final del partido me dediqué a recopilar vasos de cerveza extraviados por los que me devolvieron 22,5€ a mi tarjeta de débito. Win-win. Danke, Rapid.
Viena tampoco defraudó (aquí iba sobre seguro) y me ofreció un millón de cosas buenas. Aunque, en contra de mi voluntad, lo prometo, también me ofreció más salchichas. En fin. Cinco años después, me doy por reconciliada con el fútbol austriaco. Y no preocuparse, que fútbol europeo aún nos queda mucho.
{PAOK}
Nuestra sociedad le debe mucho a Grecia. La democracia, los Juegos Olímpicos, una enorme cantidad de palabras y un alfabeto precioso, una mitología sin parangón, el concepto de ciudad, el teatro, la filosofía, las bases de la civilización que hoy conocemos, 6 puntos contra el Panathinaikos en la fase de grupos de la Europa League 2016/2017 y un partido espectacular en nuestro regreso a la competición europea en casa.
Por alguna razón, ha querido el destino que tengamos que recibir en Balaídos a todos nuestros hermanos mediterráneos: franceses*, italianos y griegos (nos falta un equipo portugués que, si me preguntan, está reservado para un desplazamiento masivo en rondas eliminatorias). Fuera de casa, nos toca aventurarnos lejos de la verdadera civilización.
Me gusta pensar que esto significa que nuestro destino es el último (en sentido espacial, no temporal) país del Mediterráneo: la Final en Beşiktaş. Pero supongo que, como siempre, lo importante es el viaje y no el destino… que es una forma elegante de decir que nos da igual no ganar (casi) nunca, que ser de los que ganan es muy fácil, ser del Real Club Celta nos parece mejor.
Quizá por eso, mientras que en su primer partido en casa los alemanes desplegaron su pancarta diciendo “¡esta vez ganaremos la Copa de Europa!”, nosotros simplemente quisimos decir: Os tempos son chegados. Galiza volta a Europa.
Balaídos
Jornada 2 - Europa League
02/10/2025
{Continuará}
Este primer tramo de la fase liga de la Europa League nos presenta un mundo en armonía: una derrota en un campo difícil, una victoria holgada en casa. Las piezas del puzzle comienzan a encajar.
Con este pequeño y bello proyecto de bordado, sello mi compromiso definitivo con el EuroCelta esta temporada. Dos partidos y +3. Nos vemos en las gradas.
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