A 25 años de la partida de un grande
Los que lo vieron dentro de un campo de juego sostienen que era increíble que alguien con un cuerpo tan maltrecho pudiera tener semejante destreza, tanta facilidad para llevar el balón pegado a sus desdibujadas piernas. Todos los que vivieron en su época coinciden en que este pequeño hombre ha sido el mejor puntero derecho que haya existido, y uno de los futbolistas mejor dotados técnicamente en toda la historia. Hoy se cumplen 25 años de un día que hizo que todo el pueblo brasileño estuviera de luto. Aquel 20 de enero de 1983, en Río de Janeiro, Manuel Francisco dos Santos, conocido mundialmente como Garrincha, dejó este mundo para siempre.
Pasó su infancia en la humilde zona de Magé, y fue en ese momento cuando sus enormes cualidades para este deporte comenzaron a salir a flote. Poco importaba que tuviera una pierna más larga que la otra, que sus pies no estuvieran alineados y que su columna vertebral presentara una severa curvatura. Ninguno de esos defectos quedaba en evidencia cuando este mago se ponía en contacto con la pelota. Sus hermanos lo apodaron Garrincha, porque era veloz, feo y torpe como un ave originaria de la selva de Mato Grosso. Éste sería el mote con el que este pequeño se ganaría un lugar enorme dentro del fútbol.
Dejó su club natal de Pau Grande recién a los 20 años y después de haber sido padre por primera vez. Recaló en el Botafogo, lugar donde encontraría la gloria y permanecería por más de doce años. Allí comenzó a gestar su leyenda, haciéndose un lugar en la selección y escribiendo su nombre con letras doradas en la historia de los mundiales. Primero fue en Suecia 58, torneo en el que tuvo una actuación estelar, sólo opacada por la figura de un joven de espectacular talento llamado Edison Arantes do Nascimento. Para la próxima cita, la Copa Jules Rimet volvía a Sudamérica, y Chile se convirtió en el escenario que inmortalizó a Garrincha. En ese certamen, la lesión de Pelé hizo que el magnífico puntero derecho se llevara todos los honores posibles, llenando de orgullo y alegría a un país que alcanzaba su segundo título.
La historia no fue tan feliz en 1966, ya que el segundo partido de esa competencia marcaría la despedida de Mané de la verdeamarelha. En la ciudad de los Vétales, aquella derrota por 1-3 frente a Hungría significó la única vez que este jugador perdió en un encuentro internacional. Ya no habría tiempo para más. Brasil se volvió de Inglaterra después de la fase inicial y Garrincha entró en la curva descendente de su carrera. Antes de aquel mundial había sido vendido al Corinthians. Más tarde pasó por el Junior de Barranquilla y Flamengo, antes de cerrar su obra con la camiseta del pequeño Olaria, un club carioca que creció a la sombra de los gigantes.
Ya alejado del lugar donde mejor se desenvolvía, el campo de juego, la vida de Garrincha se fue tornando cada vez más difícil. A las dificultades económicas, debidas al derroche del dinero que había ganado como futbolista, se sumaron los importantes problemas de salud causados por dos nocivos compañeros que estuvieron junto a él desde la infancia: el alcohol y el tabaco. Algunos aseguran que tuvo más de treinta hijos, otros dicen que fueron veinte, mientras que la parte restante afirma que fueron sólo diez, y que el resto fueron simplemente oportunistas que intentaron sacarle parte de lo poco que tenía. Lo que sí es cierto es que nadie acompaño en el final a este genial jugador, que se convirtió tristemente en el ídolo más olvidado de todos los tiempos.
Sumergido en la miseria, su estrella se apagó hace exactamente dos décadas y media, pero el mundo del fútbol deberá agradecerle eternamente.
Pasó su infancia en la humilde zona de Magé, y fue en ese momento cuando sus enormes cualidades para este deporte comenzaron a salir a flote. Poco importaba que tuviera una pierna más larga que la otra, que sus pies no estuvieran alineados y que su columna vertebral presentara una severa curvatura. Ninguno de esos defectos quedaba en evidencia cuando este mago se ponía en contacto con la pelota. Sus hermanos lo apodaron Garrincha, porque era veloz, feo y torpe como un ave originaria de la selva de Mato Grosso. Éste sería el mote con el que este pequeño se ganaría un lugar enorme dentro del fútbol.
Dejó su club natal de Pau Grande recién a los 20 años y después de haber sido padre por primera vez. Recaló en el Botafogo, lugar donde encontraría la gloria y permanecería por más de doce años. Allí comenzó a gestar su leyenda, haciéndose un lugar en la selección y escribiendo su nombre con letras doradas en la historia de los mundiales. Primero fue en Suecia 58, torneo en el que tuvo una actuación estelar, sólo opacada por la figura de un joven de espectacular talento llamado Edison Arantes do Nascimento. Para la próxima cita, la Copa Jules Rimet volvía a Sudamérica, y Chile se convirtió en el escenario que inmortalizó a Garrincha. En ese certamen, la lesión de Pelé hizo que el magnífico puntero derecho se llevara todos los honores posibles, llenando de orgullo y alegría a un país que alcanzaba su segundo título.
La historia no fue tan feliz en 1966, ya que el segundo partido de esa competencia marcaría la despedida de Mané de la verdeamarelha. En la ciudad de los Vétales, aquella derrota por 1-3 frente a Hungría significó la única vez que este jugador perdió en un encuentro internacional. Ya no habría tiempo para más. Brasil se volvió de Inglaterra después de la fase inicial y Garrincha entró en la curva descendente de su carrera. Antes de aquel mundial había sido vendido al Corinthians. Más tarde pasó por el Junior de Barranquilla y Flamengo, antes de cerrar su obra con la camiseta del pequeño Olaria, un club carioca que creció a la sombra de los gigantes.
Ya alejado del lugar donde mejor se desenvolvía, el campo de juego, la vida de Garrincha se fue tornando cada vez más difícil. A las dificultades económicas, debidas al derroche del dinero que había ganado como futbolista, se sumaron los importantes problemas de salud causados por dos nocivos compañeros que estuvieron junto a él desde la infancia: el alcohol y el tabaco. Algunos aseguran que tuvo más de treinta hijos, otros dicen que fueron veinte, mientras que la parte restante afirma que fueron sólo diez, y que el resto fueron simplemente oportunistas que intentaron sacarle parte de lo poco que tenía. Lo que sí es cierto es que nadie acompaño en el final a este genial jugador, que se convirtió tristemente en el ídolo más olvidado de todos los tiempos.
Sumergido en la miseria, su estrella se apagó hace exactamente dos décadas y media, pero el mundo del fútbol deberá agradecerle eternamente.
Comentarios
Saludos
http://balondigital.blogspot.com/2006/06/jugadores-de-leyenda-garrincha.html
Buen blog, os añadiremos el link a nuestros colegas digitales.
Saludos
http://www.elpais.com/articulo/deportes/Saudade/Garrincha/elpepudep/20080121elpepidep_27/Tes
Tengo un folleto con una anécdota que cuenta el entrenador de Brasil en el mundial 62. Previo al partido de la final, Garrincha entro al camerino y pregunto si ese dia era la final. El entrenador le contesto que si, a lo que Mané replico: "con razon hay tan tanta genta alla afuera." Salió al campo, y dio el espectaculo que siempre daba.
De todas formas el caso de Garrincha se me hace distinto. No creo que fuera (aunque es simplemente la visión que se forma en mi mente) un exhibicionista como lo es el Pelusa. Simplemente un pobre hombre que quería que le dejaran en paz, a su (triste) aire.
Maradona en cambio parece estar por encima de todos, ser el foco de atención, parece el actor principal en una obra tragicómica de teatro, y eso es lo que no aguanto.
Quizá sea solo que los tiempos son distintos.
Mientras Maradona es indiscutiblemente el ídolo más grande de la Argentina, Garrincha vivió siempre a la sombra de Pelé, por lo que quedó condenado no tener un papel tan protagónico, que de no haber sido contemporáneo de ese monstruo si hubiera tenido.
En cuanto a los dos, lo que es imposible de admirar es la conducta que han tenido fuera del campo de juego, pero eso no impide que uno disfrute de la calidad técnica que demostraron.
Saludos
Ya entrando en materia, Mané y Diego fueron muy distintos. El brasileiro nunca quiso protagonismo e incluso tebía cierto retraso mental, pero era un tipo entrañable (bien pueden asegurarlo las múltiples damas a las que "goleó" jaja) al que solo le gustaba jugar a esto del fútbol.
El Diego comparte sus orígenes (uno de las favelas, el otro de los potreros) pero era más engreído, sin llegar a parecerme tampoco un mal tipo, que eso si cometió bastantes errores en su vida.
Un abrazo a todos !!!
pd: en teoría esta semana me ponen la línea, ojalá sea así.