Fútbol y muerte

Si yo preguntara que relación tienen las pirámides de Egipto con Cartagena, donde vivo, alguno me tomaría por loco, otros intentarían tal vez encontrar algún tipo de contacto entre civilizaciones de épocas pretéritas, por eso del largo pasado de mi ciudad (y sin embargo tan joven al lado del país del Nilo) y los demás seguirían pensando de que voy…en realidad, todo es mucho mas sencillo, la Beatrice, la goleta donde fue embarcado el sarcófago de basalto del Faraón Micerino, el de la pirámide mas pequeña de las tres principales de Giza, naufragó en el otoño de 1838 en las cercanías de la costa Cartagenera, permaneciendo desde entonces en las profundidades de nuestras aguas, a la espera de que alguien lo rescate…o lo dejen definitivamente descansar en paz.

Pero puestos a buscar conexiones, la que propongo en el titulo de este artículo no tiene desgraciadamente tanto misterio.

Como cualquier actividad humana (y el fútbol, con la pasión que desata, casi se diría que es demasiado humana), el balompié no es ajeno a la parca, el objetivo final que todos, ganadores y perdedores, buenos y malos, saben que van a alcanzar con toda seguridad, planifiquen el destino del modo que lo hagan. Tal vez se trate de cambiar la pregunta, en lugar de buscar la respuesta, no se trata de que nos espera, sino que hacer mientras nos alcanza el destino…y a veces es la misma muerte, o el modo como se produce, la que hace pasar a la historia, elevar a mitos, a quienes la sufren…magro consuelo para quienes nos dejaron.

Se dice (seguro que alguien lo dijo, se dicen tantas cosas…) que un futbolista muere dos veces, una deportivamente cuando se retira, otra cuando abandona el mundo, para siempre. Esto es lo normal, hablamos de gente joven, fuerte, y es esa misma fuerza y juventud, no solo su oficio, el que a todos le alcance el eterno segador incluso a veces en la plenitud de su vida, lo que nos choca mas cuando ambas muertes se unen en una sola, casi siempre debido al infortunio. Aunque no solo los futbolistas y su adiós eterno forman parte del deporte, y también son los aficionados y sus tragedias los que en muchas ocasiones tiñen de luto las paginas de la prensa y los telediarios.

Accidentes de avión, estadios que se incendian, gradas que se caen, avalanchas humanas, barras bravas asesinas, pretexto para guerras…factores externos, unos desgraciados, otros criminales, que ensangrientan nuestros recuerdos. Juntos a ellos, enfermedades malditas, una tuerca mal encajada en el mecanismo de un corazón joven, que dice basta, la bebida…

Abdón Porte, un jugador uruguayo de principios de siglo (del XX) , quiso ir más allá. No esperó que la muerte fuera a por el, sino que decidió firmar por su propia mano la sentencia definitiva…ahorrarle trabajo a la guadaña. Veterano del Nacional, cuando la dirigencia de este resolvió quitarle la titularidad, algo en la mente de Abdón se quebró, si el no estaba con los bolsos, la vida carecía de sentido. Una noche, las estrellas fueron el único (y ultimo) testigo de su juego sobre el césped, solo que esta vez en lugar del balón, un revolver y su mortal carga fueron los protagonistas.

En el circulo central, como iniciando con su muerte un nuevo partido, allá donde fuera, el desgraciado acabó con su vida, entrando en la leyenda.

Han pasado mas de 90 años, el fútbol se profesionalizó, mucho del sentimiento murió, cuando no se transformó, pero gestos como ese, con todo lo que tienen de locura y de tristeza, seguirán siendo recordados.

Solo esperemos que con todo lo que de espectáculo tiene el Fútbol, no sigamos una senda aun mas oscura, que hace que un futbolista sin balón sea una especie de estrella del pop desgastada, al límite de cruzar la frontera…una fama fugaz nunca entendida y mal encajada, en chicos con poca o nula formación, fichados cada vez mas jóvenes, a los que se pide una madurez que no tienen ni nunca alcanzaran, se les llena de dinero (del que son despojados con igual prontitud por los buitres que les rodean de forma casi inevitable) y luego se les echa a los leones a poco que las cosas marchan mal, les convierte carne de tragedia, a poco que no encuentren algo o alguien a que asirse.

Si, según los criterios de quienes miran todo según el dinero del que se habla, son privilegiados, para mi, que no lo veo de ese modo, la reencarnación del rey midas, que todo lo convertía en oro…y el oro, no se come, lo puedes amar, pero jamás te devolverá el cariño… lo de Vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadaver puede ser una frase con chispa, pero no la compro.

Posdata: En parte esta perorata viene de este artículo de Enric González leído gracias a la recomendación de Miguel Gutiérrez, en parte de mi estado de ánimo, algo caído, y por otro lado, del recuerdo que me dejo conocer la historia del jugador uruguayo, hace años, y del que quería haber hablado alguna vez ya.

3 comentarios:

web dijo...

Jo Martín, vaya pedazo de post. No conocía la historia ni de oidas, pero es alucinante.

Supongo que la vida, no solo la juventud, pasa volando entre nuestras manos sin que apenas nos demos cuenta, asi que mejor disfrutarla.

Cada día es una oportunidad en sí mismo.

Anímate anda,
Un abrazo.

Martín dijo...

No se, estos dias me parece que mas que vivir la vida, la vida me vive a mi.

Jodido calor, a ver cuando termina...

Ariel dijo...

Tremenda la historia. Es increíble cómo se han esfumado estos valores.

No pido que los jugadores se suiciden si no son titulares porque eso ya era una exageración hace cien años.

Pero el fútbol debería transmitir algo más que dinero.... respeto, tradición, elegancia, generosidad.

No todo tendrían que ser dólares, euros o libras esterlinas.