Mírame, soy feliz, tu juego me ha dejado así
“Mírame, soy feliz, tu juego me ha dejado así…”
Es altamente improbable que los Vetusta Morla estuvieran pensando en el mundo del fútbol cuando compusieron la letra de esa maravilla que es “Un día en el Mundo”.
Y sin embargo, esa frase describe con exactitud matemática las sensaciones que es capaz de producir en ocasiones (en muy escasas ocasiones) este generalmente maldito juego de pelotas, maderas y césped.
En estos pasados años pocas escuadras han transmitido excesiva alegría en su juego, ¿el Barcelona, la selección española?
No soy Barcelonista, y me es imposible alegrarme por sus éxitos. De hecho, confieso que apenas he visto un partido suyo en los últimos años. De acuerdo, en general he
visionado pocos encuentros de casi cualquier equipo en ese tiempo, pero es que al Barcelona procuraba no verlo. ¿Para que? ¿Para sufrir viendo como avasallaba al contrario, reduciéndolo a un pelele? ¿Para ver como ganaba gustándose? Diréis, y con razón, que entonces no me gusta el fútbol. No lo niego, y además, y sobre todo, no me gusta ver ganar a un equipo que no me agrade. No soy capaz de ser neutral en un encuentro, incluso si se enfrentan dos clubes que me son indiferentes termino inclinándome por uno. Y esa incapacidad de disfrutar del buen fútbol (lo haga quien lo haga), de simplemente sentarme, relajado, a ver de lo que son capaces de ofrecer los 22 protagonistas del choque, es una de las cosas que solía hacerme sentir mal. Me veía como un traidor al deporte, a su espíritu. Era una sensación extraña, porque yo, que suelo ir con los buenos de la película (aunque mi concepto de quienes son los buenos no coincide muchas veces con el de la mayoría…), que nunca me han atraído ni los antihéroes ni los malvados, en el fútbol me transformaba y ejercía de proscrito, ignoraba el buen juego, el gusto por el balón o cualquier otra virtud en beneficio del escudo al que seguía. Me hubiera gustado haber sido capaz de pasar del odio al amor, de ser hipnotizado por fin por su verso letal...
Pero un día, desperté. ¿Porqué tenia que ser superior a mi alguien que dijera que le gustaba el fútbol por el fútbol, que siguiera solo a quienes según su criterio “respetaba al balón”? ¿De verdad amaba mas que yo a nuestro deporte? ¿En serio? Porque en un cierto sentido hacer esa afirmación era como anunciar que a uno le gustan muchos las mujeres, pero no sentir nada por alguna en especial. ¿De verdad entonces sabes lo que es amar, o lo suyo es mas una pose efectista, un brindis al sol que más brilla? ¿Se puede querer al fútbol sin tener colores, de esos colores que no cambiaran jamás, aunque se pase del 4-3-3 al 8-1-1? ¿Quién ama más, con mas intensidad, el que se deja arrastrar por la efímera belleza, o el que conoce los defectos y fallos de su amada, y a pesar de ellos, o en ocasiones, por ellos, la sigue con fidelidad? El cariño que se evapora por un cambio táctico o un intercambio de cromos tiene poco de verdadero…
Y a pesar de todo…que gusto da, por Dios, tener la oportunidad de que tu equipo no solo gane sino que lo haga de una manera de la que te puedas sentir orgulloso. Entonces los triunfos saben el doble, y las derrotas no son tan amargas. No he tenido demasiada fortuna en este ámbito con mis equipos (cosas de que no suelan ser demasiado grandes, y es que la calidad normalmente se paga, y cara), pero siempre recordare con una sonrisa en la boca a aquel Sevilla de Juande que le plantó cara al Madrid y al Barcelona e inscribió su nombre entre las glorias de Europa. No solo ganábamos, lo hacíamos con unas señas de identidad y un estilo propios. Tal vez no era el juego “celestial” del Barcelona actual, pero ni falta que hacia. Éramos nosotros mismos, hacíamos las cosas a nuestra manera, y las hacíamos bien.
Ahora que todo aquello acabo, cuando, incluso a pesar de que los títulos siguen llegando, estamos perdidos en la indefinición y camino de la mediocridad, recuerdo con añoranza esos tiempos gloriosos, sabiendo que nunca volverán, pero deseando que de algún modo pudieran volver a resurgir.
Quien sabe, el fútbol da muchas vueltas, y en el todo es posible…esa es nuestra única esperanza.
Y después del pasado mundial, cuando volví a tener “esa estúpida sonrisa que en mi cara refleja”, me di cuenta de que siempre hay que soñar con ella, porque a veces los sueños simplemente suceden.
Es altamente improbable que los Vetusta Morla estuvieran pensando en el mundo del fútbol cuando compusieron la letra de esa maravilla que es “Un día en el Mundo”.
Y sin embargo, esa frase describe con exactitud matemática las sensaciones que es capaz de producir en ocasiones (en muy escasas ocasiones) este generalmente maldito juego de pelotas, maderas y césped.
En estos pasados años pocas escuadras han transmitido excesiva alegría en su juego, ¿el Barcelona, la selección española?
No soy Barcelonista, y me es imposible alegrarme por sus éxitos. De hecho, confieso que apenas he visto un partido suyo en los últimos años. De acuerdo, en general he
visionado pocos encuentros de casi cualquier equipo en ese tiempo, pero es que al Barcelona procuraba no verlo. ¿Para que? ¿Para sufrir viendo como avasallaba al contrario, reduciéndolo a un pelele? ¿Para ver como ganaba gustándose? Diréis, y con razón, que entonces no me gusta el fútbol. No lo niego, y además, y sobre todo, no me gusta ver ganar a un equipo que no me agrade. No soy capaz de ser neutral en un encuentro, incluso si se enfrentan dos clubes que me son indiferentes termino inclinándome por uno. Y esa incapacidad de disfrutar del buen fútbol (lo haga quien lo haga), de simplemente sentarme, relajado, a ver de lo que son capaces de ofrecer los 22 protagonistas del choque, es una de las cosas que solía hacerme sentir mal. Me veía como un traidor al deporte, a su espíritu. Era una sensación extraña, porque yo, que suelo ir con los buenos de la película (aunque mi concepto de quienes son los buenos no coincide muchas veces con el de la mayoría…), que nunca me han atraído ni los antihéroes ni los malvados, en el fútbol me transformaba y ejercía de proscrito, ignoraba el buen juego, el gusto por el balón o cualquier otra virtud en beneficio del escudo al que seguía. Me hubiera gustado haber sido capaz de pasar del odio al amor, de ser hipnotizado por fin por su verso letal...
Pero un día, desperté. ¿Porqué tenia que ser superior a mi alguien que dijera que le gustaba el fútbol por el fútbol, que siguiera solo a quienes según su criterio “respetaba al balón”? ¿De verdad amaba mas que yo a nuestro deporte? ¿En serio? Porque en un cierto sentido hacer esa afirmación era como anunciar que a uno le gustan muchos las mujeres, pero no sentir nada por alguna en especial. ¿De verdad entonces sabes lo que es amar, o lo suyo es mas una pose efectista, un brindis al sol que más brilla? ¿Se puede querer al fútbol sin tener colores, de esos colores que no cambiaran jamás, aunque se pase del 4-3-3 al 8-1-1? ¿Quién ama más, con mas intensidad, el que se deja arrastrar por la efímera belleza, o el que conoce los defectos y fallos de su amada, y a pesar de ellos, o en ocasiones, por ellos, la sigue con fidelidad? El cariño que se evapora por un cambio táctico o un intercambio de cromos tiene poco de verdadero…
Y a pesar de todo…que gusto da, por Dios, tener la oportunidad de que tu equipo no solo gane sino que lo haga de una manera de la que te puedas sentir orgulloso. Entonces los triunfos saben el doble, y las derrotas no son tan amargas. No he tenido demasiada fortuna en este ámbito con mis equipos (cosas de que no suelan ser demasiado grandes, y es que la calidad normalmente se paga, y cara), pero siempre recordare con una sonrisa en la boca a aquel Sevilla de Juande que le plantó cara al Madrid y al Barcelona e inscribió su nombre entre las glorias de Europa. No solo ganábamos, lo hacíamos con unas señas de identidad y un estilo propios. Tal vez no era el juego “celestial” del Barcelona actual, pero ni falta que hacia. Éramos nosotros mismos, hacíamos las cosas a nuestra manera, y las hacíamos bien.
Ahora que todo aquello acabo, cuando, incluso a pesar de que los títulos siguen llegando, estamos perdidos en la indefinición y camino de la mediocridad, recuerdo con añoranza esos tiempos gloriosos, sabiendo que nunca volverán, pero deseando que de algún modo pudieran volver a resurgir.
Quien sabe, el fútbol da muchas vueltas, y en el todo es posible…esa es nuestra única esperanza.
Y después del pasado mundial, cuando volví a tener “esa estúpida sonrisa que en mi cara refleja”, me di cuenta de que siempre hay que soñar con ella, porque a veces los sueños simplemente suceden.
Comentarios
No me gusta el debate "jugar bien o ganar" sobre todo porque la primera suele llevar a la segunda.
Sin embargo, luego me encanta Italia, es cosa de ser todo lo contrario al barcelona me encanta.
En cierto modo pienso igual que tú sobre no ama más a este deporte quien sólo le gusta el estilo de jugar bien, SI TODOS LOS PAJAROS CANTARAN BIEN, EL BOSQUE SERÍA MUY ABURRIDO.
PD: yo tampoco puedo ser neutral en un partido, sobre todo porque entonces me aburro, de hecho no lo concibo, cuando se acabe el partido tengo que sacar alguna sensación
saludos
A mi no me molesta que tilden el cine que yo veo de "comercial", "cine de palomitas" y similares. A mi me gusta pasármelo bien. Si el prota es uno de los mios (sufridor), pues mejor. Reconozco que de las pelis que a mi me gustan, pocas hay que sean 'obras maestras', pero que quieres, a mi me gustan ^_^.
...Y no lo olvidemos, no estamos en una exposición de arte, estamos en un pasatiempo llamado fútbol. Qué aburrido que sería si todos fuésemos del Barça, del Madrid o del Mallorca ;)
Si juega de manera espectacular mejor, pero yo lo que quiero es un gol más en el casillero del Sevilla (mi casillero) que en el del equipo rival.
De hecho creo que me cuando de verdad disfruto del fútbol es cuando los de Nervión no están sobre el césped, porque cuando están no los veo para disfrutar, los veo para contemplar su victoria, lo logren como lo logren (dentro del reglamento, por supuesto).
Si juega de manera espectacular mejor, pero yo lo que quiero es un gol más en el casillero del Sevilla (mi casillero) que en el del equipo rival.
De hecho creo que me cuando de verdad disfruto del fútbol es cuando los de Nervión no están sobre el césped, porque cuando están no los veo para disfrutar, los veo para contemplar su victoria, lo logren como lo logren (dentro del reglamento, por supuesto).
Recupere sensaciones perdidas en el tiempo, un equipo joven con mucha gente de la cantera que jugo con gran intensidad y con algunos jugadores de calidad, la Real de toda la vida, MI EQUIPO.