¿Se está perdiendo la magia?
Se te quiere y se te extraña, Carles. Se acerca la final de la Eurocopa. Y la juega España, mi España. Una selección con la que he llorado muchas veces, por la que he sufrido como un perro, me he cabreado hasta desearle lo peor a Sandor Puhl o Al Ghandour, he maldecido al cielo por la derrota ante Suiza y he disfrutado como nunca con cada éxito. Me vienen a la mente el debut de Raúl, el 2-0 a Yugoslavia en Mestalla, los penaltis ante Irlanda en Korea y Japón… también mi breve pero intensa experiencia en la Euro de 2008 con Estoja, los cuartos de final ante Italia abrazado a mis mejores amigos en la tanda que comenzó toda esta locura, el gol de Torres a Alemania, el peleadísimo partido contra Paraguay, el cabezazo imparable de Puyol y todo lo que significó el gol de Iniesta. Minutos más tarde me abrazaba con amigos y desconocidos llorando por haber vivido uno de mis sueños de toda la vida, y por la ausencia de mi abuelo, aquel que me enseñó a respetar al rival y a apreciar la vida...