Eterno y doloroso techo blanquiazul
El Gato Romero avanza contra el Boavista ante la mirada de Collina El corazón del aficionado de un club no-grande se agita pocas veces ante la emoción de un gran logro. Quizá una goleada a un clásico anime de vez en cuando, si bien durante cada año lo normal es sufrir por un complicado objetivo, la salvación, que no siempre se cumple. De vez en cuando hay una breve época en la que una o varias ocasiones seguidas dan la oportunidad de ilusionarse con algo más. El Getafe perdió dos finales de Copa, al Alavés le sucedió con la UEFA heroica pero fatídica ante el Liverpool, pero el malaguismo aún no sabe lo que es el drama de perder una final. Para un club con una historia tan escasa de grandes hitos, con una refundación mediante, solo el hecho de alcanzar el último encuentro de un torneo, aspirar de verdad a un título (Intertoto aparte), ya supondría un descargo a décadas de sinsabores, un hecho justo a todas las generaciones del club, una excusa para celebrar esa fiesta que ...