Pasaje a la historia
Tantas veces nos encontramos preguntándonos qué es aquello que más nos atrae hacia el fútbol. Y en innumerables ocasiones nos hemos topado, casi sin proponérnoslo, con la ineludible realidad de que la tradición es uno de los parámetros más adimensionales y a la vez atractivos del fútbol.
¿Cómo podría un concepto tan abstracto definirse de manera objetiva? ¿Bajo qué hipótesis analizaríamos los diversos impactos que aquel bagaje histórico tiene en nuestras mentes? Sería posible pasar horas debatiendo y perdiendo la vista en el horizonte sin llegar a una conclusión. Aún así, es posible enunciar una certeza singular: La tradición constituye un ingrediente adictivo, capaz de transportarnos hacia las búsquedas de información más insólitas, tarea que se ha visto potenciada con la expansión de internet.
Camisetas de otras épocas, escudos destacados, estadios con memorias colectivas, equipos legendarios: Todo ocupa una posición en esa masa uniforme que hace del fútbol el deporte rey.
Dejando de lado mis constantes lagunas reflexivas, el comienzo de este texto dispone de un motivo cierto, sembrado a partir de circunstancias que podrían haber sido más felices, pero no más realistas.
El histórico Glasgow Rangers ha dejado de existir. Las palabras aún resuenan, estridentes, en una mente que no les encuentra un orden lógico, y mucho menos un por qué. O mejor dicho, se rehúsa a aceptar el conocido racional que opera sobre estos hechos, ese que sentencia que el fútbol ha dejado de ser un deporte para transformarse en un negocio. Quien escribe estas líneas pertenece a aquel bando que añora la vuelta de un Third Lanark que jamás vio jugar, mucho más que un moderno equipo reciclado a base de petrodólares.
Sin conocer los capítulos posteriores de esta novela, ya es posible afirmar que algo se ha roto para siempre. Es evidente que esa línea de tiempo que une los comienzos del fútbol, como primo hermano del rugby y desorganización tras una pelota, y este presente de superestrellas sufrió una marca que será imposible de borrar. Tal vez en algún tiempo, sea mucho o poco, la liga escocesa vuelva a la normalidad. No lo sabemos. Pero sí podemos decir que esta fecha resultará marcada a fuego.
Y así como sucede con otros clubes, a los que resulta preferible recordar en tiempos pretéritos para evitar sumergirse en un presente de tormentos, hoy escribo sobre la imagen de un Rangers de otra época. En ese entonces disponía de mucho más tiempo para dedicar al fútbol, y la mismísima camiseta azul se enfundaba sobre nombres como los de Brian Laudrup, Ally McCoist, Andrei Kanchelskis y Paul Gascoigne, custodiados desde los tres palos por el siempre presente Stefan Klos.
Una vez más habrá que apelar a la memoria para eludir un hoy tan poco agradable. Lo sabemos. Y en cierta forma somos conscientes de que tantas cosas pasaron y pasarán a la historia. Pero el momento del pasaje siempre tiene su impacto.
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