De goleadas y desigualdad
Decía ayer Antonio Agredano, que dedica un artículo en DDF similar a este, que los resultados de ayer de Barcelona y Real Madrid le parecían más propios de una partida al PES con su primo pequeño que a fútbol real. En pleno debate por el reparto de los derechos de televisión y la igualdad de los equipos y por la caballerosidad (o no) de las goleadas, el 0-8 del Barça y la manita de un Madrid a un rival que le puso las cosas difíciles en algún momento del partido son como la señal de alerta de que algo está cambiando... no sabemos si para bien o para mal.
¿O quizás no? Tirando de palmarés y de historia, las últimas décadas han estado dominadas por Real Madrid y Barça. Tras los cuatro años mágicos del fútbol vasco, entre 1980 y 1984, y hasta hoy sólo cuatro equipos han conseguido romper esa hegemonía. Como señala la Wiki, sólo la liga egipcia y, por supuesto, la escocesa han sido tan monótonas como la nuestra.
Sin embargo, la suficiencia con la que ganan los partidos en los últimos años, en los que la mayor emoción, salvo enormes sorpresas como Hércules o Levante este año, es ver cuándo se abrirá la lata y cuántos marcará Messi o Cristiano, es algo que, al menos yo, no había visto nunca.
Hay cuestiones coyunturales y próximas. No hace tanto, el Barça era una caricatura de gestión en la que se presentaban como estrellas a medianías como Dehu o Rochemback (con todo el respeto). Ambos equipos han hecho bien los deberes y han sabido utilizar sus recursos para conseguir lo más parecido a obras maestras o a maquinaria de guerra pesada. Pero más allá de eso, la cuestión es rastrear las razones profundas de tanta desigualdad. El debate estaría, en todo caso, en saber si esos enormes recursos con los que cuenta Madrid y Barça son desproporcionados con el resto de equipos.
Y aquí llegamos a un punto imposible de romper: ambos tienen más porque son los que más atraen a la afición y a atraen más a la afición porque tienen más. Y ante eso, como en los problemas de la vida real, caben tres respuestas. Se puede decir que eso es lo justo, que quien más crea y más genera, más recompensa debe recibir. Pensamiento que a la larga llevará a una liga totalmente partida y que se decidirá únicamente en un par de partidos, mientras el resto de equipos se reparten las migajas. Nos permitirá, como se dice, disfrutar de los dos mejores equipos del mundo y de las mejores estrellas y tendrá el imbatible argumento de que es lo que quiere la gente como indican las audiencias.
Cabe también la resignación. Pensar, como se explica en Soccernomics
, que el tiempo de las ciudades medianas, de los equipos medios ha pasado ya. La cruda realidad de Deportivo y, a otro nivel, Valencia, parece decirnos que una ciudad de tipo medio no puede soportar las exigencias de un equipo de elite... salvo seguro riesgo de implosión. Cabría entonces aceptar como vienen las cosas y esperar a que dentro de no mucho se cree por fin una superliga europea.
Cabe por último, como en la vida social real, intentar mecanismos para corregir ese aumento de la desigualdad extrema. No nos engañemos: siempre habrá pobres y ricos y siempre Madrid y Barça tendrán un plus que no tendrán el resto. Toca, sin embargo, intentar que esas diferencias no sean abismales, ya sea con un reparto de los recursos más equitativo o con un mayor control de los gastos que no permita disparar una deuda más allá de las posibilidades. Quizás estoy llevando demasiado lejos la metáfora social, pero una liga más equitativa no sólo sería más atractiva para el aficionado neutral (si a estas alturas queda alguno), sino que también beneficiaría a la larga a los dos grandes. A fin de cuentas, hasta los forofos se cansarán de golear y más interés por los partidos (por todos los partidos) aumentaría la atención y los ingresos de todos.
O queda también pasarnos al PES, jugar contra nuestro primo pequeño, y conseguir de una vez que el Elche rompa el bipartidismo español.
¿O quizás no? Tirando de palmarés y de historia, las últimas décadas han estado dominadas por Real Madrid y Barça. Tras los cuatro años mágicos del fútbol vasco, entre 1980 y 1984, y hasta hoy sólo cuatro equipos han conseguido romper esa hegemonía. Como señala la Wiki, sólo la liga egipcia y, por supuesto, la escocesa han sido tan monótonas como la nuestra.
Sin embargo, la suficiencia con la que ganan los partidos en los últimos años, en los que la mayor emoción, salvo enormes sorpresas como Hércules o Levante este año, es ver cuándo se abrirá la lata y cuántos marcará Messi o Cristiano, es algo que, al menos yo, no había visto nunca.
Hay cuestiones coyunturales y próximas. No hace tanto, el Barça era una caricatura de gestión en la que se presentaban como estrellas a medianías como Dehu o Rochemback (con todo el respeto). Ambos equipos han hecho bien los deberes y han sabido utilizar sus recursos para conseguir lo más parecido a obras maestras o a maquinaria de guerra pesada. Pero más allá de eso, la cuestión es rastrear las razones profundas de tanta desigualdad. El debate estaría, en todo caso, en saber si esos enormes recursos con los que cuenta Madrid y Barça son desproporcionados con el resto de equipos.
Y aquí llegamos a un punto imposible de romper: ambos tienen más porque son los que más atraen a la afición y a atraen más a la afición porque tienen más. Y ante eso, como en los problemas de la vida real, caben tres respuestas. Se puede decir que eso es lo justo, que quien más crea y más genera, más recompensa debe recibir. Pensamiento que a la larga llevará a una liga totalmente partida y que se decidirá únicamente en un par de partidos, mientras el resto de equipos se reparten las migajas. Nos permitirá, como se dice, disfrutar de los dos mejores equipos del mundo y de las mejores estrellas y tendrá el imbatible argumento de que es lo que quiere la gente como indican las audiencias.
Cabe también la resignación. Pensar, como se explica en Soccernomics
, que el tiempo de las ciudades medianas, de los equipos medios ha pasado ya. La cruda realidad de Deportivo y, a otro nivel, Valencia, parece decirnos que una ciudad de tipo medio no puede soportar las exigencias de un equipo de elite... salvo seguro riesgo de implosión. Cabría entonces aceptar como vienen las cosas y esperar a que dentro de no mucho se cree por fin una superliga europea.
Cabe por último, como en la vida social real, intentar mecanismos para corregir ese aumento de la desigualdad extrema. No nos engañemos: siempre habrá pobres y ricos y siempre Madrid y Barça tendrán un plus que no tendrán el resto. Toca, sin embargo, intentar que esas diferencias no sean abismales, ya sea con un reparto de los recursos más equitativo o con un mayor control de los gastos que no permita disparar una deuda más allá de las posibilidades. Quizás estoy llevando demasiado lejos la metáfora social, pero una liga más equitativa no sólo sería más atractiva para el aficionado neutral (si a estas alturas queda alguno), sino que también beneficiaría a la larga a los dos grandes. A fin de cuentas, hasta los forofos se cansarán de golear y más interés por los partidos (por todos los partidos) aumentaría la atención y los ingresos de todos.
O queda también pasarnos al PES, jugar contra nuestro primo pequeño, y conseguir de una vez que el Elche rompa el bipartidismo español.
Comentarios
Por otro lado, cada dia me cuesta entender mas que alguien sea del Madrid o el Barcelona, ¿que encuentran en ser de ese tipo de equipos? Sera cosa de que siempre me atrajeron mas los perdedores que los ganadores.
Como son mayoría de aficionados parece que a todo el mundo no le importa, para mi es matar una competición.
Con el nuevo reparto televisivo el resto de equipos no tienen opciones de hacer sombra a Madrid y Barca, es vergonzoso comparado con las otras grandes ligas europeas.
Si así no saben ganar la Champions es para matar a los dos.
Y la cosa se pone más jodida con medidas positivas que se pueden pervertir (lo típico de que camino al infierno...)
Martín, pienso que hay cosas históricas (no es que haya salido una moda ahora por ser el Madrid) y sentimentales. Luego está la comodidad de ser ganador, de compartir alegrías, de que tu equipo sea el centro de atención. El infrafútbol es muy duro!
Y City, eso es muy interesante. ¿Cómo hacer un campeonato europeo con realidades tan diferentes? ¿Cómo luchar contra equipos con un reparto de beneficios mucho más propicio o contra equipos cuyos presidentes echan millonadas a fondo perdido? No deja de ser una suerte de doping... financiero