Dragan Džajić: corazòn ‘delija’
‘Delija’ (en plural, delije), es un vocablo heredado de la ocupaciòn balcànica por parte del Imperio Otomano entre los Siglos XV y XIX. En serbio viene a significar bravo o valiente, y es el apelativo que se asignaron los hinchas del Estrella Roja de Belgrado para autodenominarse como conjunto. Pero tambièn son llamados despectivamente por sus rivales ‘cigani’ (gitano), especialmente por la afición del Partizán, poco amiga de aquella etnia y de los colores rojiblancos.
El 30 de Mayo de 1946 nacìa en la pequena poblaciòn de Ub (distrito de Kolubara, a 60 km de Belgrado) Dragan Džajić, cuyos primeros pasos en el fùtbol los darìa en el modesto FK Jedinstvo Ub, de donde Miljan Miljanić se lo llevò en 1961 al Estrella Roja, donde formaba parte del organigrama tècnico aunque aùn no era primer entrenador.
A sus 17 años debutò contra el FK Buducnost Pogdorica en un duelo que finalizò sin goles, aunque su clase quedò patente vistiendo el dorsal 11 en el extremo zurdo, de donde ya nadie le sacarìa ni en su club ni pronto en la selecciòn. Ya era un ‘delija’. Fue el comienzo de la legendaria carrera del que probablemente es el mejor jugador yugoslavo (y por tanto serbio) de la historia. Esa temporada 63-64 harìa doblete de liga y copa.
Tal era su proyecciòn que al cumplir los 18 formò parte de la delegaciòn yugoslava que acudiò a los JJOO de Tokio en 1964, donde la consigna era defender el oro conquistado en la anterior ediciòn. En una extraña primera fase a la que renunciò Corea del Norte, derrotaron a Marruecos pero cayeron en un choque memorable por 5-6 ante Hungrìa (posterior campeona). No pudieron repetir èxito, despidièndose en cuartos de final ante Alemania, aunque fue la primera experiencia internacional para un Džajić que fue titular compartiendo vestuario con genios como Ivica Osim o Slaven Zambata. Habìa comenzado el idilio con el equipo nacional, del que acabarìa siendo el jugador que màs veces vistiera su zamarra.
Ya de vuelta a casa se prepararon para el asalto a la Copa de Europa. En la primera eliminatoria cayeron 3-1 en Ibrox Park ante el G.Rangers, aunque una semana despuès los abatieron 4-2 en casa. La UEFA decidiò que jugasen un desempate nuevamente en casa del campeòn escocès, que acabarìa superàndoles nuevamente por 3-1. Fue la primera decepciòn europea de Džajić, aunque no serìa la ùltima.
Tal era su proyecciòn que al cumplir los 18 formò parte de la delegaciòn yugoslava que acudiò a los JJOO de Tokio en 1964, donde la consigna era defender el oro conquistado en la anterior ediciòn. En una extraña primera fase a la que renunciò Corea del Norte, derrotaron a Marruecos pero cayeron en un choque memorable por 5-6 ante Hungrìa (posterior campeona). No pudieron repetir èxito, despidièndose en cuartos de final ante Alemania, aunque fue la primera experiencia internacional para un Džajić que fue titular compartiendo vestuario con genios como Ivica Osim o Slaven Zambata. Habìa comenzado el idilio con el equipo nacional, del que acabarìa siendo el jugador que màs veces vistiera su zamarra.
Ya de vuelta a casa se prepararon para el asalto a la Copa de Europa. En la primera eliminatoria cayeron 3-1 en Ibrox Park ante el G.Rangers, aunque una semana despuès los abatieron 4-2 en casa. La UEFA decidiò que jugasen un desempate nuevamente en casa del campeòn escocès, que acabarìa superàndoles nuevamente por 3-1. Fue la primera decepciòn europea de Džajić, aunque no serìa la ùltima.
Esplendor en 1968
Las siguientes temporadas no fueron sencillas para su equipo. En 1965 el Partizan de Velibor Vasović (que pasò por el Estrella Roja el año anterior sin pena ni gloria) ganò la liga, alcanzando la final de la Copa de Europa 12 meses màs tarde, aunque cayeron 2-1 ante el Real Madrid. Por fin cogiò las riendas Miljanić, pero el 66 (Vojvodina) y el 67 (FK Sarajevo) tampoco fueron buenos, aunque 1968 supondrìa un año inolvidable tanto en lo personal como en lo colectivo.
Al haber superado con la selección el grupo clasificatorio para la Eurocopa merced a un sorprendente pinchazo de Alemania Federal en Albania, en abril de ese año se plantaron en el Vélodrome marsellès para disputarle a Francia el pase a la fase final que tendrìa lugar en Italia dos meses màs tarde. El empate a uno se hizo bueno en Belgrado, donde machacaron por 5-1 a un dèbil combinado francès que ya perdìa 4-0 apenas rebasada la media hora.
Con el objetivo cumplido con el equipo nacional, de regreso al Estrella Roja logrò otro doblete de liga y copa, impulso que le hizo encarar la Eurocopa en plena forma. Ya en Italia, disputaron en el Stadio Comunale de Siena (hoy rebautizado como Artemio Franchi, como su homònimo de Florencia) las semifinales ante Inglaterra, superando con un golazo de Džajić a los vigentes campeones mundiales, dejando atònito a un Gordon Banks que se tenìa por imbatible y a un Alf Ramsey que esperaba refrendar el poderìo inglès lejos de sus fronteras. Pero la alegrìa no fue completa, ya que el duro Nobby Stiles lesionò a Ivica Osim, pieza esencial en los plavi.
El rival serìa la anfitriona Italia, que se clasificò tras empatar sin goles ante la URSS, por lo que al no estar implementadas aùn las tandas de penaltis logrò el pase... gracias al lanzamiento de una moneda. En un Olìmpico de Roma abarrotado con 85.000 espectadores se jugò el partido definitivo. Yugoslavia dominaba 1-0 gracias a un nuevo tanto de Džajić, pero un tiro libre de Angelo Domenghini en el tramo final igualò la contienda, obligando a repetir el duelo dos dìas màs tarde en el mismo escenario.
La historia dice que el agotamiento pasò factura ante un cuadro italiano màs fuerte en el plano fìsico, pero lo cierto es que el seleccionador yugoslavo Rajko Mitić alineò el mismo equipo con la ùnica variante de Idriz Hošić por Ilija Petković, mientras en Italia el tècnico Ferruccio Valcareggi cambiò a medio equipo, dando entrada a cinco jugadores de refresco, entre los que se encontraba Sandro Mazzola. Gigi Riva y Pietro Anastasi dilapidaron las opciones de los balcànicos con sus tempraneros goles, dejando sin reacciòn a un contendiente entregado. Al menos nuestro protagonista fue nombrado jugador del torneo.
Al inicio de la siguiente temporada la conquista de la Copa Mitropa tras derrotar al Spartak Trnava checoslovaco màs el buen inicio liguero aliviaron la caìda en Copa de Europa ante el Celtic, toda vez que una vez màs un club escocès volvìa a ser verdugo de ellos. Lo màs remarcable en el torneo local fue el 6-1 que infligieron al Partizan, en una noche inolvidable para Džajić y los suyos. La fama del gran extremo zurdo yugoslavo le valiò el Balòn de Bronce de aquel año, tan solo por detràs del magnìfico George Best y de Bobby Charlton, vigentes campeones europeos con el Manchester United.
Al haber superado con la selección el grupo clasificatorio para la Eurocopa merced a un sorprendente pinchazo de Alemania Federal en Albania, en abril de ese año se plantaron en el Vélodrome marsellès para disputarle a Francia el pase a la fase final que tendrìa lugar en Italia dos meses màs tarde. El empate a uno se hizo bueno en Belgrado, donde machacaron por 5-1 a un dèbil combinado francès que ya perdìa 4-0 apenas rebasada la media hora.
Con el objetivo cumplido con el equipo nacional, de regreso al Estrella Roja logrò otro doblete de liga y copa, impulso que le hizo encarar la Eurocopa en plena forma. Ya en Italia, disputaron en el Stadio Comunale de Siena (hoy rebautizado como Artemio Franchi, como su homònimo de Florencia) las semifinales ante Inglaterra, superando con un golazo de Džajić a los vigentes campeones mundiales, dejando atònito a un Gordon Banks que se tenìa por imbatible y a un Alf Ramsey que esperaba refrendar el poderìo inglès lejos de sus fronteras. Pero la alegrìa no fue completa, ya que el duro Nobby Stiles lesionò a Ivica Osim, pieza esencial en los plavi.
El rival serìa la anfitriona Italia, que se clasificò tras empatar sin goles ante la URSS, por lo que al no estar implementadas aùn las tandas de penaltis logrò el pase... gracias al lanzamiento de una moneda. En un Olìmpico de Roma abarrotado con 85.000 espectadores se jugò el partido definitivo. Yugoslavia dominaba 1-0 gracias a un nuevo tanto de Džajić, pero un tiro libre de Angelo Domenghini en el tramo final igualò la contienda, obligando a repetir el duelo dos dìas màs tarde en el mismo escenario.
La historia dice que el agotamiento pasò factura ante un cuadro italiano màs fuerte en el plano fìsico, pero lo cierto es que el seleccionador yugoslavo Rajko Mitić alineò el mismo equipo con la ùnica variante de Idriz Hošić por Ilija Petković, mientras en Italia el tècnico Ferruccio Valcareggi cambiò a medio equipo, dando entrada a cinco jugadores de refresco, entre los que se encontraba Sandro Mazzola. Gigi Riva y Pietro Anastasi dilapidaron las opciones de los balcànicos con sus tempraneros goles, dejando sin reacciòn a un contendiente entregado. Al menos nuestro protagonista fue nombrado jugador del torneo.
Al inicio de la siguiente temporada la conquista de la Copa Mitropa tras derrotar al Spartak Trnava checoslovaco màs el buen inicio liguero aliviaron la caìda en Copa de Europa ante el Celtic, toda vez que una vez màs un club escocès volvìa a ser verdugo de ellos. Lo màs remarcable en el torneo local fue el 6-1 que infligieron al Partizan, en una noche inolvidable para Džajić y los suyos. La fama del gran extremo zurdo yugoslavo le valiò el Balòn de Bronce de aquel año, tan solo por detràs del magnìfico George Best y de Bobby Charlton, vigentes campeones europeos con el Manchester United.
Petrovic, Filipovic, Savic, Susic y Džajić |
Pese a quedarse sin participar en el Mundial del 70 (las derrotas a domicilio ante Bèlgica y España les dejaron fuera) Džajić repitiò triunfo liguero en el 69 y el 70, èste ùltimo año logrando tambièn la copa. Si bien en Europa no les habìa ido del todo bien, la temporada 70-71 supondrìa la gran oportunidad a nivel continental para los Delije.
En la primera ronda dejaron en la cuneta al Újpesti Dózsa hùngaro tras remontar en casa el 2-0 adverso de la ida. La siguiente eliminatoria fue màs sencilla, superando sin demasiados problemas al UTA Arad rumano con un global de 6-1. Luego vino el Carl Zeiss Jena de la DDR germana, con el que se perdiò 3-2 fuera pero al que se superò holgadamente en casa por 4-0. Ya estaban en semifinales, donde les esperaba el Panathinaikos que entrenaba Ferenc Puskàs.
Los griegos venìan de superar a la Jeunesse D’Esch, Slovan de Bratislava y Everton sin encajar un solo tanto ejerciendo de locales. La ida en Belgrado supuso un rotundo èxito para el Estrella Roja, que en una inspiradìsima noche de Ostojić (autor de un hat-trick) derrotò por 4-1 a los helenos. El pase a la final parecìa un hecho, pero en el Apostolos Nikolaidis tomo se derrumbò. Apenas transcurrido un minuto de juego Antoniadis abrìa el marcador, aunque aguantaron el 1-0 hasta el descanso. Al regreso de vestuarios, otra vez Antoniadis (màximo goleador de la competiciòn aquella ediciòn) y el veterano Kamaras consumaron la remontada. Los de Puskàs se citaban con el Ajax de Cruyff, mientras el gran Estrella Roja tardarìa 20 años en superar aquel trauma.
Si bien el ambicioso objetivo se escapò por los pelos, aquel 1971 iniciaron una particular racha positiva en el Večiti derbi (Derby Eterno), ya que no perdieron contra el Partizan en 13 clàsicos consecutivos, quebràndose el ciclo ganador en el 74.
Por fin el Mundial
A la madura edad de 28 años le llegó por fin su primera ocasiòn de disputar un Mundial. Bajo el abrigo de Miljan Miljanić, que simultaneò el Estrella Roja con la selecciòn en el periodo 73-74 (abanadonarìa ambos cargos ese verano para marcharse al Real Madrid), alcanzaron la gran cita tras un dramàtico desempate ante España en Frankfurt. Les habìa costado màs que a nadie, pero por fin estaban ahì.
Después de superar su grupo por delante de Brasil tras dejar fuera a Escocia y a Zaire (a la que masacraron 9-0), parecìa que aquel serìa el gran Mundial de Yugoslavia. La liguilla de la segunda fase les enfrentarìa a la anfitriona Alemania Federal ademàs de Polonia y Suecia. Muy complicado a priori, aunque habìan evitado a argentinos, brasileños y holandeses. Ya el primer duelo comenzaron a torcerse las cosas: 0-2 ante los teutones, vigentes campeones europeos que querìan conquistar en casa su segundo mundial.
El segundo choque serìa ante Polonia en Frankfurt, lugar de grato recuerdo. Habìa que ganar como fuera pese a la baja de Džajić, pero los Deyna, Lato, Gadocha y compañìa se impusieron 2-1, dejàndoles ya sin opciones. Suecia, tambièn sin nada que hacer, les ganò 2-1 en un partido sin mucha historia. La ilusiòn se esfumò, aunque la impresiòn general es que los yugoslavos seguìan siendo una gran selecciòn asì como Džajić un genio.
Reencuentro con Miljanic
Durante algún tiempo el sistema de Copa en Yugoslavia hacìa que el campeón no disputase la siguiente edición de la Recopa de Europa, si no la de un curso después, al estilo de lo que por ejemplo sucede aún en Escandinavia. Así, debido al abrumador dominio por aquel entonces del Hajduk Split en las competiciones locales, el Estrella Roja subcampeón copero en el 73 disputó la Recopa de la temporada 74-75.
Luego de superar al PAOK griego y al Avenir Beggen luxemburgués, el destino les cruzó en cuartos con el Real Madrid que entrenaba Miljanić. Se reencontraban el alumno aventajado de aquella sensacional generación yugoslava con su gran mentor, que pocos meses antes se habían separado definitivamente para tomar diversos caminos. Pero si en el plano sentimental quedaba aquella reunión de viejos amigos, en el deportivo sería una eliminatoria a cara de perro entre dos grandes conjuntos, con un jugador en las filas merengues destinado a hacer lo imposible por amargarle la vida: José Antonio Camacho.
El de Cieza, que por entonces contaba con apenas 19 años, había secado a la perfección a Cruyff en el Bernabéu exactamente 2 meses antes. Pocas semanas después hizo su debut oficial con la selección. Era, pues, un defensor en ciernes con poco recorrido deportivo pero los suficientes arrestos como para plantar cara al genio yugoslavo. Y vaya si lo hizo, ya que en la ida el Real Madrid se impuso 2-0 (Santillana y Netzer) y de Džajić pocas noticias hubieron.
Pero la vuelta fue otra cosa. El ‘Pequeño Marakaná’ estaba a reventar con 100.000 espectadores colmando el apasionado graderío. Abajo, los Crveno-beli (rojiblancos) salieron a por todas y fueron mejores. Camacho aguantaba como podía a Džajić, pero un gol de cabeza del extremo así como un penalti transformado por el portero Petrovic igualaron la eliminatoria. Luego, en la tanda definitiva desde los once metros, un error de Santillana en la muerte súbita sumió en la felicidad a hinchas y jugadores del Estrella Roja. El vídeo a continuación con las imágenes del duelo entre el extremo y el defensor español es impagable:
Ya en semifinales, tras dos igualados envites, el Ferencváros húngaro les apartó de una final que se llevaría con claridad el Dinamo de Kiev que capitaneaba Oleg Blokhin. Tras acabar terceros en liga, a sus 29 primaveras aceptó una oferta del extranjero para abandonar su club de toda la vida.
Aquella época muchos de sus compatriotas cambiaron la Yugoslavia de Tito por el fútbol francés, tan atrayente por sus francos como por su moda. Momčilo Vukotić dejó el Partizan para jugar en el Girondins, Nenad Bjeković jugó en el Niza, y antes lo había hecho su compañero Vojin Lazarević en la 71-72 en el Nancy.
Su primera campaña (75-76) finalizaron octavos, aunque la buena sería la siguiente, en la que obtuvieron un fenomenal tercer puesto, mejor puesto histórico del club francés, al que contribuyó con 21 goles para un plantel que fue el máximo goleador de aquel campeonato. Ahí puso fin a su aventura en el exterior, regresando a Belgrado para disputar la que sería su última temporada como profesional, la 77-78.
Entre medias de su etapa en el fútbol galo, Yugoslavia se clasificó a la Eurocopa de 1976 tras superar en su grupo a Irlanda del Norte, Suecia y Noruega, venciendo posteriormente a Gales en cuartos de final. La concesión por parte de la UEFA de la organización del torneo (semifinales y final) hizo que Džajić y los suyos se permitieran soñar con obtener el título continental en casa ante su gente. El primer escollo era Alemania Federal, a la que tras media hora de juego sometían 2-0 con un tanto del propio Džajić. Pero los germanos reaccionaron, igualando la contienda hacia el final de la misma. Ya en la prórroga dos goles más de Dieter Müller para completar su hat-trick les alejaron de la última instancia, donde la Checoslovaquia de Panenka se coronaría pocos días más tarde.
De regreso a ‘su’ Estrella Roja jugó la Copa de Europa como campeón yugoslavo, aunque el Borussia Mönchengladbach les pasó por encima en octavos de final, goleándolos en ambos encuentros. Sin alegrías tampoco en la copa local, el objetivo de la liga se complicó al caer 3-2 en el clásico ante Partizán en el mes decisivo, decepción que se confirmó poco después con el subcampeonato. Su último encuentro lo disputó el 28 de Mayo de 1978 en Bosnia, cayendo derrotado 2-0 por el Vélez Mostar. Tras ello, dijo adiós a la actividad con apenas 32 años.
Al año siguiente volvería para desempeñar el rol de director técnico, donde su concurso sería fundamental para conformar el equipo que en 1991 se proclamó por fin campeón de Europa. Además el 16 de septiembre de 1979 se concertó un amistoso como homenaje a la carrera de Dzajic entre Yugoslavia y la por entonces campeona mundial Argentina, resuelto 4-2 a favor de los plavi.
Con el transcurrir de los años llegó incluso a la presidencia del club, que ocupó entre 1998 y 2005, aunque ahora está fuera del organigrama del mismo a la espera de una llamada para ayudar a regenerar un Estrella Roja campeón. En su legado se incluyen un reguero de títulos y goles en casi medio siglo de servicio por su club y su selección, a los que llevó ya fuera sobre el césped o desde los despachos a sus máximos históricos. Para aquellos que lo vieron (y lo disfrutaron) Dragan Džajić fue el mejor jugador yugoslavo que ha habido jamás, un puñal por la banda izquierda con una zurda de seda.
Comentarios
No lo he visto jugar pero si es considerado el mejor jugador yugoslavo de siempre con los grandes jugadores que han salido, no cabe duda que debía ser la leche.