La emoción, el fútbol. Y Heineken.
Es curioso como a veces el destino, Dios, o como cada uno quiera llamarlo, parece mostrarse ante nosotros de manera casi palpable.
Todo esto comienza hace tres días. Publiqué "El Miedo" , con una serie de reflexiones y sentimientos -absolutamente personales- acerca de cómo se puede vivir desde una perspectiva paterna la sucesión de determinados acontecimientos en torno al fútbol.
Tras su publicación, y casi de manera inmediata, hubo una serie de reacciones muy positivas hacia el artículo (desde aqui mi agradecimiento a todos por ello) tanto a través de los comentarios, como por via redes sociales o de viva voz. Llegado un punto me paré a reflexionar a cuánta de esa gente habría llegado a conocer de no ser por el fútbol. Reflexión, a la que por cierto llegué viendo los últimos minutos del Barça-Chelsea.
El miércoles arranca a medio gas,pero a media mañana algo me sobresalta, y comienzan a sucederse los acontecimientos. Recibo por una llamada con un número larguísimo. Un +44, y de inmediato pensé "Inglaterra?" Sí. De Inglaterra,, en realidad Reino Unido, de la misma cuna del fútbol. Y a partir de ahi se suceden los acontecimientos. Descubro que tengo el inglés más oxidado -incluso- de lo que pensaba yo pero consigo hacerme entender. Miradas de asombro en mi trabajo ante la situación de escucharme hablar en inglés por lo inhabitual de la situación, y de alegría compartida al ver mi cara de ilusión.
Mando un whatsapp a mi mujer, otro a mi amigo del alma, otro a Chimo, un mail al resto de compañeros de Café Fútbol.
Resulta que Heineken, uno de los principales sponsors de la UEFA Champions League, me invitaba a presenciar el Real Madrid-Bayern Munich en el Bernabéu, en representación de Café Fútbol. Alguien les había hablado de nosotros, y ellos no dudaron en invitarnos a tan magna fiesta.
Porque un Real Madrid-Bayern es, por tradición, por nivel competitivo, por rivalidad, por pura historia, uno de los grandes acontecimientos futbolísticos a nivel mundial. Como traté de explicarle a una compañera de trabajo (nada interesada en esto), es como si un Madrid-Barça, un Boca-River, o un partido del estilo, tuviera lugar solo cada cuatro o cinco años. Historia en movimiento dosificada con cuenta gotas.
A pesar del resultado, de sobra por todos conocido a estas alturas, la experiencia no pudo ser más gratificante. Tanto por la compañía y conversación de un grupo heterogéneo (portugueses, españoles, británicos) al que unía este deporte, como por el hecho de poder ver el partido junto a Ramón Flores (Diarios de Fútbol), como por la atmósfera de magia que rodeó a la cita. Confieso que se me puso la piel de gallina al oir el himno de la competición, ese que tantas veces he tarareado con mi hija, a todo volumen en un estadio en el que no paraban de agitarse banderas.
Qué coño, me hizo llorar de alegría.
Y es que, la Champions League, tiene algo, no se el qué, que la convierte en especial . Como el fútbol en sí, quien reaccionó rápidamente tras ese post acerca de mis miedos como padre para recordarme la emoción del aficionado a pie de campo.
Gracias al fútbol por todo esto, a todos los mencionados directa o indirectamente, y claro está, a Heineken.
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Un abrazo!