Copa Libertadores: un invitado inesperado
Los cruces de octavos de final dejaban poco lugar a la imaginación ante la igualdad entre los grandes que chocaban entre sí y los teóricamente desequilibrados duelos entre algunos de los equipos con mayores aspiraciones ante otros llamados a caer con honor. Tal podría considerarse el caso de Wanderers, cuadro que jugó una gran eliminatoria ante un Racing Club al que apretó al final, pero cuya mayor calidad desequilibró la balanza para los argentinos. Todo el resto de lo que acabó sucediendo entraba dentro de lo esperable o lo más o menos probable. O más bien, casi todo.
La semana pasada una gran sorpresa saltaba en Asunción. El Club Guaraní, institución centenaria (la más vieja de Paraguay junto al Olimpia, el cuarto equipo en importancia), derrotaba por dos a cero a una de las mayores potencias regionales, quizá el favorito número uno a alzar la Copa en un par de meses. Corinthians caía, como antes lo hiciera Racing Club en la fase de grupos o Sporting Cristal en el duelo decisivo entre los paraguayos y los peruanos.
De forma inesperada los hombres que entrena el español Fernando Jubero daban cuerpo a una gesta difícil de concebir. Ni su grupo había sido sencillo ni mucho menos el rival que les tocaba encarar, quizá la pareja más fea con la que bailar. Pero en un encuentro serio, cerraron líneas, mostraron lo mejor de su faceta aguerrida y tuvieron el aplomo suficiente como para batir por dos veces la portería del Timao.
Ya en tierras brasileñas, al calor del Arena Corinthians los locales esperaban olvidar su pesadilla dando vuelta a una eliminatoria ante un contrincante que ellos eligieron, un menosprecio que a veces regresa para abofetear al prepotente. Nada más lejos de la realidad. Guaraní aguantó el tipo, los nervios jugaron una mala pasada a los brasileños, que perdieron dos hombres por expulsión, y los paraguayos sentenciaron en la recta final para mayor gloria suya.
Ya en tierras brasileñas, al calor del Arena Corinthians los locales esperaban olvidar su pesadilla dando vuelta a una eliminatoria ante un contrincante que ellos eligieron, un menosprecio que a veces regresa para abofetear al prepotente. Nada más lejos de la realidad. Guaraní aguantó el tipo, los nervios jugaron una mala pasada a los brasileños, que perdieron dos hombres por expulsión, y los paraguayos sentenciaron en la recta final para mayor gloria suya.
River Plate-Cruzeiro, Tigres-Emelec e Internacional-Santa Fe. Entre esos fantásticos equipos está también Racing Club, precisamente rival de Guaraní en la primera fase. Se han ganado por derecho propio soñar con emular su mejor participación (1966). Nadie daba un peso por ellos, por eso son el invitado inesperado, que poco tiene que perder, nunca goza de la etiqueta de favorito, y tiene mucho que ganar.
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